-¿Nadie te siguió?
- Porsupuesto que no ¿Por quién me tomas? No soy una novata.- Dijo una mujer cruzando sus brazos en el proceso en forma de reclamo, pero pronto ese puchero en sus labios se transformó en una hermosa sonrisa y su mirada se dirigió al apuesto hombre que al igual que ella se escondían detrás de uno de los tantos árboles que rodeaba el campamento militar. Camino hacia el sin perder el contacto visual que ambos tenían, sus pasos lentos pero llenos de eufórica, sus corazones se aceleraban y ellos podrían jurar escuchar los brazos de la muchacha se abrazaron en el cuello de el dejando caer parte de su peso en el. Su mirada traviesa decía todo, no necesitaba palabras para decir que quería. Que querían. Sus labios se encontraron en busca del anhelado contacto prohibido, la danza perfecta de labios destilando amor, los suspiros de ambos pronto aparecieron agradecidos con algún ser superior por poder apreciar este momento.
Karina Miller, un simple cabo es un ejército envuelto en una guerra sin tregua era la clara prueba de que el humano es incapaz de no sentir incluso en las peores situaciones, ella estaba perdidamente eclipsada no solo de los labios que jugaban con los suyos, también del dueño de estos; Frederick Ivanov, el ruso más noble que haya pisado este suelo sobre sus pies, el jefe de la tropa 14 y el encargado de cada mañana tocar la trompeta para despertar a sus subordinados aunque si el pudiera despertaría con besos y mimos a la "soldado Miller". Pero su pequeña relación era un secreto, considerado un pecado que dos soldados se permitan sentir amor en el campo de batalla y muerte ellos eran un par de idiotas pecadores felices, eran muy conscientes del riesgo que asumían si alguien se enterara de su relación clandestina, serían separados en primera estancia seguramente castigados con ejercicios físicos pero les era imposible distanciarse si la la luz de tus días lo ves cada día, al despertar, al dormir, al marchar.
Finalmente se separaron de ese beso, tomando el aire perdido.
-Fredd- Lo llamo por ese apodo amoroso, había algo en su mirada que cambio, algo que la inquietaba- Mañana, saldremos al campo ¿Verdad? ¿Estaremos bien?- era normal temer, no importa cuántas veces hicieran eso sus vidas seguían en el mismo riesgo provocando que su mente se inquiete. La mirada de el era calmada, sin temor aparente y con una sonrisa en su rostro le contesto tomándola de la cintura.- Tranquila, no dejaré que te pase algo. Eres importante para mí.- sus frentes se juntaron cerrando por un momento sus ojos, disfrutando de la cercanía del otro.
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.El sol sobre sus rostros les indicaba el paso, cargando esas pesadas mochilas sobre sus hombros mientras sus piernas temblaban del temor a morir marcha la tropa 14 guiados por el soldado Ivanov, cada cierto tiempo giraba a ver a alguien en especial de la tropa. Estaban cerca de entrar al campo de batalla, el olor a muerte se podía percibir desde kilómetros pero ellos eran el apoyo para esta encrucijada.
- bien cobardes, es momento de que tomen su miedo y se lo traguen. Una vez bajemos está colina conocerán a Dios.- su sonrisa arrogante solo era su manera de ocultar su propio temor, pero Frederick tenía que dirigir las palabras a sus camaradas, amigos, hermanos. A su amor. Tomo su fusil de salto entre sus manos fuertemente, ajusto su casco una última vez antes de dar la orden de bajar. El grito de guerra resonó.
Bajo con velocidad, necesitaba un lugar seguro donde posarse antes de voltear atrás en busca de algo, su tesoro. Busco un nuevo refugio en esa lluvia de balas y sangre. Corrió tan pronto lo encontró , correría en línea recta jalando en el camino a Karina y tirándose a una trinchera. Arriesgado pero debía ponerla a salvó.
-¡Eres un loco! ¡No deberías arriesgarte así!- Reclamaba la mujer, no le gustaba que el se arriesgará así pero en el fondo de su ser agradecía que la ayudara pero no había tiempo de romanticismo.