Para ninguna de las naciones era secreto el conflicto de mil años entre Larnion Y Zaron. Durante años se creyó que aquello no volvería a repetirse, algo que, una vez más, estaban completamente equivocados.
Una vez que el nuevo elfo sucesor tomó el trono tomó la decisión de salvaguardar la vara de la verdad en lo más profundo de su reino. No era secreto que los de orejas puntiagudas poseían tal poder pues había sido algo acordado por todos, teniendo a las doncellas y a la princesa Kenny de su lado, creyeron que era más seguro que se quedará ahí. El único error de todas las naciones fue pensar que el gran brujo Cartman no volvería a caer en la tentación de hurtar y apoderarse de esa gran fuente de poder.
Un par de cientos de años más tarde, tenían al gobernante de Zaron intentando destrozar aquella natural muralla que protegía al pueblo "enemigo".
--"¡Te lo advierto estúpido elfo, haré trizas a tu gente con tal de tener la vara!"
Esas habían sido las últimas palabras que Cartman mencionó antes de dar media vuelta y regresar a su castillo y continuar con el plan.
Como era de esperarse, Kyle no queriendo acobardarse y dejar a su gente a su propia suerte, inmediatamente comenzó a crear planes, entrenar a su ejército y lo más importante, conseguir aleados. Gracias a su valiente y confiable caballero pudo tener de su lado al paladín de Cartman, y este, por medio de ardillas mensajeras había logrado informar de los planes del brujo. Agradecían a la Luna por haber tenido tiempo suficiente para prepararse, ya que dentro de meses sería la invasión.
...
A tan solo cuatro días del gran desastre, Cartman regresó al reino de Larnion.
--¿Entonces, qué haz pensando Kahl?--preguntó mirando al pelirrojo sentado en su trono.
El pálido no dudó mucho en ponerse de pie y bajar hacia donde el brujo se encontraba, siendo seguido por su mano derecha.
--La vara se queda aquí, y será mejor que olvides tu plan de invadirnos--sonrió.--Es conocido que somos pacifistas, sin embargo, no dudaré en contraatacar con violencia para proteger a mi nación.
La ira se podía distinguir en los orbes del brujo, quién no dudó en colocar su báculo en la yugular del pelirrojo. El pelinegro tampoco dudo en envainar su espada e interponerse entre ambos.
Tras unos largos minutos de silencio incómodo, Cartman terminó cediendo, amenazando en regresar en tres días, dispuesto a acabar con la vida del gran elfo.
Ante aquello rápidamente se envió un pergamino a los pocos aliados que había recaudado el elfo, citandoles a una junta de emergencia la tarde siguiente.
Aproximadamente a las cinco de la mañana, el líder del ejército y el gobernante se encontraban cabalgando hacia la punta sur del pueblo. Tendrían que atravesar tanto su civilización como unos cientos de metros de bosque para llegar al punto de encuentro.
Tras llegar, decidieron descansar y comer un poco para recuperar energías. El sonido de la cascada que caía justo al frente de ellos les había hecho fácil la tarea de relajarse.
Para las doce de medio día la princesa de las doncellas guerreras ya les hacía compañía dentro de aquella cascada en lo alto de la montaña.
--Su majestad...¿Pudiera saber cuántas personas faltan por llegar?
--Dos más--respondió casi en un susurro.
Tanto el caballero como la doncella se quedaron estáticos, miraron primero al rey y después ellos, no podían creer que contaban con tan poco apoyo. Algo por lo que se caracterizaban los elfos era por brindar ayuda a cualquier nación, sin importar que no obtuvieran beneficios materiales, con sólo estar en paz con la nación afectada era suficiente, incluso apoyaban a quienes habían huido o no tenían un hogar; Wendy había pensado que por ello, ahora estarían conversando con al menos unas quince personas.