Capítulo 3: Niña

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Ingreso al garaje y apago el auto, me quedo sentada mirando el volante, la imagen de la niña vuelve a mi mente, la manera en la que me miró, se veía asustada y que luego me gritará para que corriera hizo que se me erice la piel. Quito esos pensamientos de mi cabeza, me dispongo a salir del auto y caminar a la entrada de la casa.

El olor a alcohol invade mis fosas nasales dándome a entender que ya está ebria.

Cierro la puerta a mis espaldas e ingreso a la sala en donde encuentro a Gilda durmiendo en el sofá grande con una botella de tequila vacía en su mano izquierda, la cual cae y gira en el piso con el pico apuntando en mi dirección.

Niego con la cabeza al ver el desastre, botellas de cualquier tipo de alcohol regadas por toda la sala, sobre el sofá y en los sillones individuales, sobre la mesa del televisor y en cualquier lugar que se puedan imaginar; me dirijo a la cocina en busca de una bolsa de basura para juntar las botellas, la cocina está igual a excepción de la gran mancha de vómito que se encuentra en el piso, algo que en verdad no me sorprende, me dispongo a limpiar y ordenar el desastre ocasionado por Gilda.

Termino todo y me acerco al sofá en donde se encuentra profundamente dormida, agarro una manta que encontré tirada en uno de los sillones y se la echo encima, no tardó en acurrucarse al sentir el calor de la manta.

—Desearía que las cosas fueran diferentes, de veras no me gusta verte así— murmuro antes de subir las escaleras e irme a mi habitación.

Al entrar cierro la puerta para apoyar mi espalda en la misma y deslizarme mientras suelto un largo suspiro hasta llegar al piso frío de mi habitación, estoy agotada de todo esto, levantarme cada día para ir a ver a la psicóloga y hablar de cosas que no me ayudan en nada más que seguir estresándome, y luego tener que llegar a casa para lidiar con mi mamá y sus crisis alcohólicas. Solo pido no tener que lidiar con esto por un día, nada más que eso, oh y claro dormir hasta mañana.

El recuerdo de cuando le estrelle el auto al hombre me hace reír, el susto y la preocupación en su mirada era digno de un poema. Entre tanto pensamiento me quedo dormida.

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Siento algo impactar en mi cara por lo cual abro mis ojos, dirijo mi mirada al suelo en busca de lo que me despertó hasta que llego a mi rodilla y observo la bola de papel arrugado, la agarro pero otra bolita me pega, levanto mi cabeza y veo a una niña sentada en mi cama, pero no cualquier niña, sino esa niña, como de catorce o quince, pelo negro y largo hasta la cintura, rostro definido y con ojos color azul cielo, ella me observa con una sonrisa en sus labios.

—¿Sabías qué tienes el sueño muy profundo?—

—Y tú una muy mala puntería, porque por lo que veo hay más de quince papeles tirados a mi alrededor— digo observándola, siempre la veo en mis sueños, es la primera vez que se me aparece— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?— me levantó del suelo.

—Unos veinte minutos creo— me acerco a la ventana y veo que ya es de noche.

¿Cuánto tiempo estuve durmiendo?

—¿Cómo entraste?— me cruzo de brazos, ella apunta a la ventana— Mentirosa, justo debajo de mi ventana se llena de barro por problemas en la cañería, llevas zapatillas deportivas blancas las cuales se encuentran muy limpias incluyendo la suela, la ventana no cierra sino le das con fuerza, en resumen de la única forma que pudiste entrar es volando lo cual dudo mucho— sonrío con superioridad, ella me mira sorprendida pero luego cambia su expresión a una sonrisa divertida, eso me indigna pero no lo demuestro.

—Chica observadora e inteligente, me agradas—

—Lástima que no compartamos el mismo sentimiento— digo con falsa tristeza— Ahora vete por donde viniste como sea que te llames—

—Me llamo Jayme—

—Bueno adiós Jessie—

—Jayme— me corrige.

—Me da igual, desaparece de mi vista— apunto hacia la ventana.

—Grosera— se levanta de mi cama— Nos vemos luego— me da una sonrisa algo extraña para luego acercarse a toda velocidad hacía mí junto a una especie de humo negro y atravesarme con ella.

Me despierto de golpe, estoy sudando y mi respiración está acelerada al igual que mis latidos, observo mi entorno asustada, estoy en mi habitación pero la niña no está.

Solo fue un sueño.

Pero se sintió bastante real, me levanto del suelo y me acerco a la ventana, es de noche. Me hago masajes en el pecho que me ayudan a tranquilizarme, me dirijo al baño y me observo en el espejo, tengo varias gotas de sudor en la frente, mejillas y cuello, la forma en que la niña desapareció vuelve a mi mente.

¿Qué está pasando? ¿Por qué me parece familiar?

Abro el grifo de la ducha, me deshago de mi ropa, ingreso a la ducha y me dispongo a bañarme, el agua me ayuda a relajarme.

Veinte minutos después salgo de la ducha envuelta en una toalla, me lavo los dientes y me miro en el espejo, me quedo así un rato hasta que lo muevo encontrando el gabinete del mismo en donde se encuentra el tarro de las pastillas que se suponen debería estar tomando, pero no lo hago desde hace un mes, desde ese entonces he estado teniendo sueños raros, tratan de que estoy en un lugar oscuro, frío y silencioso, han sido así siempre, pero el de hace un rato fue diferente.

Estoy considerando volver a tomarlas, pero a la vez no, necesito saber qué está sucediendo conmigo, por qué tengo esos sueños, por qué aparece ella.

Decido cerrar el gabinete y salir del baño, me pongo un pantalón de pijama a cuadros color rojo y una remera ancha color negra, seco mi cabello y me acuesto en mi cama quedando profundamente dormida de nuevo.

DeimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora