Capítulo 4: Huir

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Lunes, un día que todos odiamos, ¿por qué? Fácil, es un día de escuela, un día en donde te tienes que levantar temprano, aguantar a tus profesores y a esas personas que son la mismísima personificación de la hipocresía llamados alumnos o compañeros de curso, de cualquier forma es horrible.

El precioso sonido de mi alarma a las seis de la mañana es claramente hermoso, la forma en la que te hace levantar de tan buen humor es increíble.

Con que amanecimos con el sarcasmo bien puro hoy, ¿eh?

Mi sarcasmo siempre es puro conciencia pero en la mañana es mucho más.

Como sea, con las ganas de empezar la semana por el piso o más bien por el subsuelo decido levantarme de mi cama, después de arreglarme con una babucha negra, una remera manga larga blanca, un buzo negro y zapatos deportivos del mismo color, bajo las escaleras con mi mochila al hombro y me dirijo a la cocina.

Veo que Gilda está bebiendo un té relajante, con la resaca que debe de tener dudo que pueda resistir hasta incluso la respiración de otra persona, al parecer se da cuenta de mi presencia o más bien de mi mirada de reproche.

—¿Tan mal estuve ayer?— pregunta observándome mientras se agarra la cabeza, hasta incluso hablar le molesta.

—Me temo que la resaca que tienes en este momento lo dice todo—

—Escucha Deimon, prometo que esta vez...—

Me pondré un límite al beber alcohol— imito su voz— Ya me sé el cuento de memoria mamá, no necesitas repetirlo y mucho menos prometer algo que ambas sabemos bien no vas a cumplir ni aunque te obligue— paso por su costado dirigiéndome a la salida.

—Tú no lo entiendes Deimon, no entiendes nada— me detengo de golpe y me giro hacia ella.

—¿Qué cosa no entiendo mamá? Dime qué es lo que no entiendo— digo acercándome, ella solo se queda callada— ¡DIME!—

—¡TODO DEIMON! ¡¿QUÉ PARTE NO ENTIENDES?! ¡NO TIENES LA MENOR IDEA DE TODO LO QUE PASÉ CON TAL DE PROTEGERTE, NADA, NI UNA PIZCA!— su respiración se vuelve agitada.

—Dices que yo no tengo la menor idea de nada, ¿en serio lo dices?— me enojé— ¡TÚ!— la apunto con mi dedo índice— ¡TÚ NO TIENES LA MENOR IDEA DE LO QUE PASA POR MI CABEZA CADA VEZ QUE TE VEO EBRIA, NO TIENES IDEA DEL MIEDO QUE TENGO CADA VEZ QUE TE QUEDAS EN LA CASA BEBIENDO MIENTRAS YO ESTOY EN ESAS ESTÚPIDAS CITAS CON LA PSICÓLOGA, NI SI QUIERAS PODRÍAS IMAGINARLO, ¿SABES POR QUÉ? PORQUE SOLO PIENSAS EN TI Y EN TU MALDITA ADICCIÓN!— grité más fuerte.

—Deimon, yo siempre pienso en ti, eres mi prioridad— intenta acercarse, retrocedo.

—No, no lo soy mamá, si en verdad lo fuera, estarías conmigo intentando apoyarme y te darías cuenta que dejé de tomar mis pastillas desde hace un mes— suelto, ella se queda mirando el piso, parece que está en shock, como si lo de las pastillas le haya dado una bofetada en el rostro.

Se acerca a paso torpe a los estantes y saca un vaso, se sirve agua y empieza tomar como si hubiera salido de una operación, la observo sin entender su reacción, luego de tomar más de cinco vasos me habla.

—Es mejor que te vayas Deimon, vete a la escuela— dice sin observarme, la miro sin entender, nota que no reacciono, entonces me observa— Te dije que te fueras Deimon, vete, ¡AHORA!— brinco del susto, ella se ve furiosa, salgo rápido de la casa.

Emprendo camino hacia la escuela, sigo sin entender su gran cambio de humor, como de estar diciéndome que ha sufrido mucho con tal de protegerme a que me largue como si fuera algo malo, sin darme cuenta ya llegué a la escuela, entro y me dirijo a mi salón ignorando a todo ser viviente que me rodea, me siento al final de la fila, termino de acomodarme y veo a Maite acercarse a mí, me temo que la idea de ser invisible no dura mucho.

DeimonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora