Capítulo 65.|Nuestro felices para siempre.

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Aaron.

12 de febrero.

—Tranquilo, deja de transpirar tanto, Halcón.—Me dice Alice intentando hacerme el nudo de la corbata.

Mi pie da pequeños golpes en el suelo de mármol.

—Es que no puedo evitarlo.

—Estás más nervioso que el día del nacimiento de Levi.

Me río ante su comentario porque tiene toda la razón. Pensé que nunca iba a estar tan nervioso como cuando Leah me dijo que Levi ya iba a nacer. Sí, resultó ser niño y mi pecho se desinfló aquel día que me lo hizo saber.

Era una noche de sábado en donde Leah había tenido turno en la clínica solo hasta la tarde y había llegado temprano a casa, así que me encargué de consentirla todo el día haciéndole masajes en sus pies hinchados, cuidándola y mimándola porque realmente este embarazo ha sido más difícil que el de Ava.

Leah se ha pasado estos cinco meses con náuseas, mareos, todo tipo de malestares que le han impedido realizar sus actividades normales con tranquilidad, así que me apunté a hacer cositas por ella que la hagan sentir bien cada que podía.

Me encontraba en el despacho terminando de revisar unos documentos de un nuevo proyecto cuando Leah entra por la puerta desconcentrándome totalmente.

Es que era la embarazada más preciosa. No podía creer que íbamos a tener otro hijo, aún viéndole el vientre crecer cada mes para mí resultaba una locura todavía.

Se me acerca y me pasa las manos por los hombros sacando toda la tensión de mi cuerpo.

—Mmm, esas manos benditas.—Susurro con los ojos cerrados mientras ella me masajea allí.

Se inclina y me besa el cuello despertando en mí el deseo que siempre siento por ella.

—¿Aún no terminas? Ya es tarde, no puedo dormir si no te siento en la cama.

—Me gusta que no puedas hacer muchas cosas sin mí, porque eso me hace saber que soy indispensable para ti.

Ella se ríe.

—Sabes que lo eres.—Vuelve y me deja un beso en el cuello.—Te tengo una sorpresa.

Volteo la silla corrediza hacia ella que ahora me queda frente a frente y la siento sobre mi regazo viendo como la enorme panza no nos deja conectar del todo.

Le dejo un beso encima del vientre abultado.

—¿Ah, sí? ¿Y cuál es esa sorpresa? Dímela rápido porque esta posición en la que estamos es bastante acogedora para terminar dentro de ti.

Ella ronronea.

—¿Y sí te la digo después?—Me roba un beso grande dejándome sin aliento.

Me dejo llevar por su lengua que se introduce en mi boca al instante sin opción de escape, aunque tampoco es que quiera hacerlo. Ella chupa, me muerde y sonríe cuando se separa y me ve los labios hinchados.

—No hemos tenido sexo como me gustaría estos meses, el bebé me tiene exhausta con tantos malestares.—Se queja.

Y es cierto. Con el embarazo de Ava Leah y yo no tomábamos un descanso, cada que podíamos estábamos envueltos y enredados entre nuestras pieles, pero con el pequeño o la pequeña que ahora viene en camino se ha complicado.

Mi Liberación #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora