25: Ejecutar

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Sheol pegó un sobresalto que casi tiró abajo la silla giratoria en la que estaba sentado. Fue capaz de asirse al borde del escritorio que tenía ante sí para mantener el equilibrio, aunque tal maniobra dispersó los documentos que había colocado en perfecto orden sobre la superficie. Sin importarle la casi total oscuridad que lo rodeaba, se dedicó a murmurar maldiciones mientras ponía todo nuevamente en su lugar. Hubiese sido una tarea mecánica y sencilla en condiciones normales, pero el mareo que lo aquejaba y su visión borrosa eran claras señales de que la falta de sueño le estaba pasando factura. Al fin y al cabo, ni siquiera su naturaleza como necrópata lo libraba de las necesidades que todo ser vivo debía satisfacer para mantenerse en plena forma.

Cuando el último de los papeles regresó a su posición original, los cansados ojos de Sheol se posaron sobre la pantalla de una computadora portátil que estaba ubicada a un costado. Tenía la costumbre diaria de explorar las bases de datos de la Corporación con el fin de hallar cualquier información referente a la especie necrópata, mas nunca había logrado obtener nada de valor. Si bien no era oficial y tampoco tenía sentido, daba la sensación de que el Núcleo Directivo se había encargado de eliminar cualquier detalle importante del caso incluso antes de que él asumiera el cargo de supervisor. Resultaba fácil suponer que las cabezas de Ethereal se traían algo oscuro entre manos, aunque de momento nada de eso le importaba. La verdadera intención detrás de sus recientes indagaciones era mucho más concreta: descubrir cualquier cosa referente a Nirvana.

Hablar con la muchacha en persona había generado en él una andanada de emociones que aún no podía comprender a cabalidad. Ya habían transcurrido unas horas desde aquel encuentro, pero todavía conservaba las ganas de estar a su lado, de observarla y de charlar sobre cualquier tema. Tal peculiar interés, según lo que Sheol podía apreciar, no era de índole sexual ni romántico, sino que se adentraba en un terreno mucho más entrañable y puro.

¿Acaso ese inexplicable afecto nacía por ser ella la última hembra de su especie?

¿Por eso la sentía tan cercana como si se tratara de un miembro de su familia?

—Maldición... Todo esto debería darme igual...

Poco ganaba dándole más vueltas al asunto, lo sabía a la perfección. A fin de cuentas, no conservaba ningún recuerdo de su pasado que le brindase alguna pista y no estaba dispuesto a alterar sus planes por simples dudas sin fundamento. Escalar la pirámide que lo había llevado hasta su posición actual dentro de la Corporación había exigido muchos sacrificios, propios y ajenos. No podía dar marcha atrás, no cuando el futuro de su casi extinta especie estaba en sus manos.

Tras lanzar un bostezo, concluyó que realmente necesitaba tomar un corto descanso, pero tuvo que desechar la idea al ver que la compuerta automática de su oficina se descorría de golpe. La oscura estancia se vio brevemente invadida por el fulgor proveniente del pasillo, causando que el necrópata chasqueara la lengua con disgusto. Al cerrarse la puerta y recobrar la comodidad de la penumbra, dejó escapar un gruñido al reconocer a la persona que había turbado su pacífico tiempo a solas.

—¿Qué sucede, Krakov? Se supone que primero debes presentarte en secretaría para que yo te brinde acceso.

—La burocracia representa una pérdida de tiempo, Supervisor —rebatió Svastica, dirigiendo sus ojos sombreados a los del hombre—. Estoy aquí para hablar sobre el tema referente a Arthur Galahad.

—Ya te dije que puedes eliminarlo de la forma que gustes. Si eso es lo único que querías...

—No es lo único. —La mujer frunció el ceño incluso más de lo normal—. Me he enterado de que uno de los Cinco Ojos viene de camino a Londres. ¿Fue usted quien requirió su asistencia?

NecrópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora