Capítulo 277

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Tras verle desaparecer me encierro en mi camerino llorando desconsolada. La actitud de José me da muchísimo coraje, me decepciona y me duele a rabiar.

+ Siento haber tardado tanto.

Tras unos golpecitos en la puerta entra sin esperar respuesta.

+ No ha sido fácil escaparme de todos.

Se excusa arropándome entre sus brazos protectores. No tengo reproches, ni me había dado cuenta de cuánto necesitaba llorar en su hombro hasta que ha aparecido.

+ ¿Qué ha pasado?

- José es un gilipollas.

Gimoteo.

- No hables así.

Besa mi cabeza dulcemente.

- Que os queréis con locura y no querrás hacer ni decir nada que luego te arrepientas por un enfado.

- No va a subirse al escenario.

Salgo del escondite en el hueco de su cuello para mirarle, completamente rota.

+ Pero si yo recién le he visto prepararse con todos los demás.

Comenta perplejo

+ ¿Por qué no iba a tocar?

- Dice que él se carga un concierto, pero yo mi vida.

Un nuevo puchero acecha.

+ Estoy seguro que no os va a dejar tirados.

Asevera.

+ Te lo habrá dicho para hacerte reflexionar.

Me abraza permitiendo que vuelva a llorar en su compañía.

+ Por el show no te preocupes.

Me recomienda, acariciando rítmicamente mi espalda mientras yo empapo su camiseta.

- Quiero que te acepte.

Después de largos minutos reconozco los motivos de mi desasosiego.

- Que os llevéis súper bien, y tengáis el buen rollo de cuñados de antes.

Lloriqueo.

- Que es José, joder.

No hay palabras que midan cuanto me duele que mi hermano no acepte a mi chico. Es de las personas más importantes en el mundo para mí y necesito su aprobación.

+ Ya, reinona.

Deja muchos y suaves besos por mi cabeza. Es la única parte de mi cuerpo a la que sus labios tienen acceso por mi posición.

+ Vamos a hacerlo.

Promete.

+ Solo necesita tiempo.

Advierte.

+ Yo creo que reaccionaría igual que él.

Admite comprensivo y luego guarda silencio, permitiendo que siga desahogándome hasta que me calmo un poco.

+ ¿Mejor?

Lleno de ternura busca mi cara.

- No.

Muerdo mi labio inferior reteniendo otro puchero.

+ Venga, mi amor, intenta tranquilizarte que en un ratito tienes que darlo todo allí arriba y quiero que lo disfrutes como siempre.

Me habla tan dulce que consigue transmitirme aquella tan necesitada calma.

+ Luego veremos cómo solucionar lo de José, ¿vale, cielo?

Asiento obediente. Me reconfortan sus maneras. Me apoya y a la vez respeta mis espacios y silencios.

- Te quiero mucho.

Prometo buscando sus labios que no tardan en recibirme gustosos pero sin más pretensiones que demostrarme que está conmigo. Sus brazos rodeándome tiernamente y reteniéndome bien cerquita afianzan su lenguaje mudo.

+ Yo te quiero a ti.

Contesta cuando nuestros pulmones piden auxilio.

Todos los secretos (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora