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SI QUIERES UN BUEN VILLANO, PREGUNTALE AL DIABLO

Lusian y yo nos auto diagnosticamos con depresión post revelaciones. Durante una semana entera pospusimos cualquier tipo de plan, hasta la visita al médico, ya que ninguno de los dos parecía tener ganas de ver el mundo exterior.

Nos encerramos en su habitación, donde nos llevaban de desayunar, comer y cenar, todo el tiempo. A veces había comida que no me apetecía llevarme a la boca, pero Lusian insistía en que debía comer y solo asomaba las narices por la puerta para pedir otra clase de comida, pero de ahí en fuera, no hubo más contacto fuera de aquella estancia.

Fue estimulante, a decir verdad. No necesité llevar ropa puesta la mayoría del tiempo, porque adoptamos como terapia de superación y asimilación el sexo, mucho sexo duro y también tierno. Y en el tiempo en que no estábamos dándonos terapia mutua, ocupaba su ropa para cubrirme del frio por las mañanas, aunque después volvía a desaparecer la ropa, como a eso del mediodía. Y si no había sexo, sólo dormíamos o mirábamos películas, que terminaban en terapia también.

Un par de veces Raphael quiso visitarnos en nuestro lujoso nidito de amor, pero Lusian ignoró cada uno de los llamados. Quedé atrapada en medio de una gran batalla, donde decidí ser solo una simple espectadora. Me dolía tener que ignorar al padre de Lusian, no me sentía preparada para enfrentarlo. No tenía idea de que debía decirle o como debía actuar a su alrededor. Las mentiras y los secretos fueron en beneficio, supuestamente de Lusian, pero de alguna manera también yo me sentía traicionada. Sobre todo por el dolor causado gracias a ese secreto tan grande e importante.

Joshua llamó muchas veces en esos días, preguntando si alguna vez nos veríamos antes de regresar a Italia, pero ambos le dimos largas, hasta esa mañana, que por fin nos sentimos un poco más dispuestos y animados para tener algo de actividad social.

Nos pusimos de acuerdo con Joshie para que nos visitara en la mansión, argumentando que por el embarazo no me sentía con muchos ánimos de salir, y preferíamos seguir quedándonos en casa.

Joshua no puso objeción alguna, por el contrario, en el tiempo que estuvieron charlando por teléfono en el alta voz, mientras yo me bañaba y me vestía con un pantalón deportivo gris de Lusian y una sudadera negra, nuestro gran amigo propuso que jugaran videojuegos y acordó que traería cervezas. Lusian aceptó, pero le ordenó que fueran sin alcohol.

Mientras esperábamos a que llegara Joshua, Lusian acomodó los dos puff frente a la pantalla, revisó que los cables estuvieran bien en su sitio y se tardó más de lo que yo lo hubiera hecho en encontrar el juego de futbol, una versión actual del que solían jugar cuando eran adolescentes. Le perdoné su demora, porque cada tanto se acercaba a mí y me besaba o me abrazaba, distrayéndose un poco a veces con el dobladillo de la sudadera o con el cordón del pantalón.

Me encantó verlo de esa forma, tan animado y natural, como si no tuviera un mundo completamente diferente sobre sus hombros. Incluso puede que me haya olvidado de qué clase de sangre corría por sus venas.

Recostada en la cama, con mitad del cuerpo cubierto por una manta que Lu tuvo la atención de conseguir para mí, me acomodé sobre mi costado, con la posición perfecta para poder ver la televisión y a mi prometido sentado al pie de la cama sobre uno de los pequeños sillones acomodados en el suelo, mientras, según él, entrenaba con un jugador, para estar listo cuando Joshua llegara. Sólo podía vislumbrar la parte trasera de su cabeza y sus hombros, pero aun así, me parecía que era el hombre más guapo y extraordinario del mundo. Y estaba conmigo.

—¿No es asombroso? Como en los viejos tiempos —dijo alguien, anunciando su entrada a la habitación.

Era Joshua, sin tener ningún decoro en tocar la puerta antes de entrar, cargando en una de sus manos un six de cervezas y en la otra un vaso de alguna cafetería que debió encontrarse de camino.

SIEMPRE FUIMOS (Colección Destinos #2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora