00. PRÓLOGO

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𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐄𝐑𝐎
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Esta historia se remonta a varios millones de siglos atrás cuando cada uno de los Dioses que ahora conocemos como leyendas, fueron creados.

Cada uno siendo útil y teniendo una responsabilidad propia, así como la Diosa del Sol y la Luz, y su contraparte, El Dios de la Luna y las Sombras. Cada Dios con su propia contraparte, trabajando unidos para el bienestar de los humanos.

Una raza más débil y frágil que ellos, sin poderes y sin alguna esencia divina, pero con una mente brillante muy diferente a los animales o algún otro ser vivo de la tierra, el hogar que habitaban. Aquellos humanos tenía emociones, ideas y una vida propia, algo que solamente los dioses podian  ver desde lejos, atrapados en su propio reino en los cielos.

Algunos milenios más pasaron, observando entre ellos como los humanos dia tras dia creaban su propia civilización desde los cimientos. Por otra parte, en el Reino de los Dioses había empezado a rondar el rumor de que uno de ellos, El Dios de la Luna y las Sombras se había enamorado de una humana en su deber de traer la noche a la tierra.

Corría el rumor de que, el Dios al hacer su deber de traer la noche a la tierra la había conocido, sentado en su luna y teniendo solamente a sus amigas las estrellas de testigos de su amor confidencial. Habiendo mirado a aquella humana por noches y noches, hasta que una de ellas al fin logró hacer lo que ningún otro Dios se había atrevido a hacer.

Había bajado a la tierra, solamente para hablar con aquella humana que le causaba tanta curiosidad y empatía. Y con esa simple acción, los meses y años pasaron, y El Dios de la Luna y la humana se enamoraron.

Pero la Diosa del Sol y la Luz, contraparte del Dios se puso celosa de la humana al saber el amorío secreto que ambos ocultaban. Llena de rabia y dolor azotó la tierra con un fuerte sol que provocó las sequías de sus cultivos, enfermedades y la muerte de varios humanos, tanto jóvenes como de edad mayor. Y entre ellos, a la humana que con solo una pequeña chispa había dejado morir en su pequeña cabaña junto a su madre.

El Dios de la Luna, desconsolado y lleno de tristeza al regresar al cielo y enterarse del cometido de su contraparte, quizo vengarse tratando de asesinar a la Diosa que furiosa por aquel amor tan ciego que él le profesaba a la humana, se unió a la pelea.

Esa noche el orden del mundo se rompió, era casi una deshonra que las contrapartes pelearán a muerte, aquello no estaba permitido y ambos lo sabían, más ninguno de los dos se detuvo creando una catástrofe en la tierra. El Sol y la Luna se encontraron en el cielo, ocasionando lo que en su momento los humanos titularian como "Eclipse".

El mundo se sumió en una penumbra eterna que duró días, pero con un calor arrasador que secaba más los ríos, y sin sol a causa de la oscuridad, los cultivos cesaron y con ello demasiados humanos murieron a falta de comida. Como consecuencia de aquella fatídica pelea entre dioses ambos fueron destituidos de sus labores y expulsados del Reino de los Dioses hacia el Inframundo, Reino de los Dioses Caídos.

El Dios de la Luna, ahora renombrado como el Dios de las Sombras se resignó a su destitución, y lideró el Inframundo, ayudando a las pobres almas en pena de los humanos que habían muerto por su causa y buscando entre cientos de ellas a su humana.

La Diosa, en cambio, llena de rabia por lo que había pasado se refugió en lo más profundo del Reino de los Dioses Caídos hasta algunos años más, donde en venganza por no ser correspondida por el Dios lo asesinó, dejandolo en un sueño eterno y maldijo el amor que ambos, Dios y Humana, habían tenido.

Las palabras de la ahora renombrada Diosa de las Almas habían sido bastante claras. Al reencarnar, nunca podrían estar junto. Morirían antes de poder conocerse, y si lograban verse, morirían tiempo después.

Al escuchar eso, el Dios de la Destrucción, antiguo Dios de los humanos y los animales, la expulsó hacia lo más profundo del Reino de los Dioses Caídos y se quedó con el liderazgo del Reino, manteniendolo como su amigo y maestro habria querido.

Y así fue como la historia del Dios de La Luna y de aquella humana, de la cual ya no se recuerda su nombre, fue de pueblo en pueblo, y de cuidad en cuidad. En las cuidades todavía se cree que cuando las noches se encuentran abarrotadas de estrellas y la luna brilla con más fuerza éstos piden por que los amantes se reencuentren.

Implorando que su Dios vuelva del sueño eterno y traiga a su amada con él, para no separarse jamás.

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𝐄𝐍 𝐎𝐓𝐑𝐀 𝐕𝐈𝐃𝐀, JAYRAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora