Sandwich

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•2001•

-¡Oye papá!- grité al abrir la puerta de la casa- ¿Ya llegaste de la fábrica?

Regresar de la escuela y ver a papá en casa comenzaba a ser regular.

El se disculpaba con los trabajadores, daba algunas instrucciones y subía al auto rojo para manejar lentamente a casa mientras escuchaba la música preferida de mamá.

Se sentia así desde hace dos años que ella nos abandonó, solo que hasta hace un mes empezó a expresarlo.

-Parece que no.

Murmuré, quite mi mano del picaporte con algo de pereza y arrastre mis pies hasta el sillón, ahí dejé mi mochila.

-¿A quien invitaré a mi fiesta?- los cumpleaños me gustaban mucho así que papá siempre preparaba aunque sea un pequeño pastel- Tal vez a Milly.

Fui a la cocina para preparame un sándwich, con 11 años era lo único que sabía hacer.

-Aunque Milagros ya no me habla

En dos meses seria mi cumpleaños 12 y tal vez solo vendrían un par de compañeros, ya no me quería hablar la mayoría porque decían que era una niña rara.

-Y Tadeo tampoco se quiere sentar conmigo en el recreo.

Ya me había disculpado por gritar en el comedor, creí ver insectos en el agua de ese día, pero el me dijo que no era cierto, ahora no quería comer conmigo.

-¿Con quien hablas?

Se me cayó mi jitomate.

-¿Que?

Voltee rápido, un señor de traje negro estaba parado en la puerta de la cocina.

-¿Quien es usted y porque está en mi casa?

-¿No me recuerdas?- dio un paso en mi dirección -Soy amigo de tu mamá, antes jugábamos mucho.

Una sonrisa que me provocaba escalofríos en su cara, el traje bien puesto y los dedos más horribles que había visto nunca, de esa forma veía al hombre.

-Mi mamá ya no vive aquí- me agache por mi jitomate pero estaba alerta de sus movimientos - porfavor váyase de mi casa.

-Ya se que ella no vive aqui- se acercó más a mi- te vine a ver a ti, muñequita.

Se detuvo en su paso hacia mi, empezó a balancearse de un lado al otro en el espacio que quedaba entre la encimera y la estufa.

-Antes jugábamos mucho, tal vez no lo recuerdes- detuvo su vaivén- eras una pequeña preciosa de como 8 o 9.

No, no me acordaba de el. Si era amigo de mamá debió estar entre la fila de todos los hombres que venían.

-Señor, ya váyase no se quién es- sentía el miedo de empezar a recordar mi cuerpo como una corriente de electricidad -, y mi papá no tarda en venir.

Mentí. Si papá no estaba al regresar de la escuela vendría hasta las 4 o 5 de la tarde.

El señor sonrió.

Mi sándwich sin jitomate estaba en el olvido hasta que el lo tomó con sus sucios dedos, paso su nariz y se escuchó como lo olió para después mordisquear.

¿Por qué aún no vienes papá?

-Siempre los mismos sandwiches horribles-me escupió el bocado - pero te dan un sabor especial.

Para cuando papá llegó, ya me había bañado, para quitarme la comida del cuerpo, limpiado la cocina del desastre que el provocó, y dejado de llorar.

Aunque quería que cumpliera la promesa de que, como mamá, sus amigos tampoco volverían, el jamás se enteró de las veces que el señor de traje vino y me lleno de entre otras cosas, miedo, dolor y sándwiches.

DenisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora