103: El día especial

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Slug estaba de rodillas frente a una enorme motocicleta. Trabajaba increíblemente rápido con las herramientas y las lanzaba a un lado a penas dejaba de utilizarlas. Tenía puesto una camisa vieja y pantalones rotos, ambos estaban manchados de aceite, además de sus manos.

Clemencia entró al taller con una pequeña bandeja, cargaba en ella una tacita y galletas dulces. Se detuvo detrás del héroe y solo se le quedó viendo y sonriendo.

Slug alzó la mirada, su cara también estaba manchada de aceite. La chica no entendía cómo podía ensuciarse tanto. 

—White manda esto— dijo, acercando la bandeja a él. Slug tomó la tacita y bebió todo de una vez, luego dejó la taza, ahora llena de huellas color negro. Ignoró los postres y siguió en lo suyo.

—¿Qué te parece?— preguntó Slug después de un minuto, señalando la motocicleta.

—¿Es la que había explotado?

—Sí, la restauré desde cero, ya solo tiene detalles. El motor está nuevo y le hice unas mejoras para el rendimiento y la velocidad.

—Esa cosa no necesita ir más rápido— aseguró la chica, mirando el vehículo con desconfianza.

Slug se puso de pie y alcanzó un paño para limpiarse las manos. Sonrió por el comentario, pero no despegó su vista del vehículo.

—Entonces... ¿Quieres decirme por qué estás tan nervioso?— preguntó ella, empezando a comer las galletas azucaradas.

La sonrisa de Slug cayó.

—¿Nervioso? ¿Lo parezco?

—Claro. Eres un manojo de pánico. Mírate, mañana es tu día especial y por alguna razón estás aquí arreglando este cachivache que estuve olvidado por mucho tiempo. Tienes cosas mejores que hacer. Pachoncito está muy ocupado con los preparativos del pastel y demás postres. Nuestro ayudante está en la decoración. Yo tengo tantas cosas de qué ocuparme y tú... Arreglas una motocicleta. Bueno, no deberías preocuparte por los detalles, lo sé, es tu día, pero ¿no crees que deberías estar con White?

—¡Él lo tiene todo arreglado! Y sí estoy nervioso. Tú lo has dicho... Es que me siento raro si estoy a su lado justo un día antes: me da un cosquilleo en el estómago y quisiera vomitar.

—Aww, solo son mariposas en el estómago— interrumpió ella.

—Y no solo eso, empiezo a sudar, se me traban las palabras... A él le puede parecer gracioso, pero me avergüenza. No quiero arruinar nada... Solo esperaré a mañana. Lo miraré a los ojos y le diré todo, nada que él no sepa: solo que lo amo.

Clemencia trató de contenerse, pero no pudo. Comenzó a saltar ligeramente de un lado a otro y estalló con un grito de emoción. El chico ya reconocía esos indicios. Estaba por tener un derroche de emoción.

—¡Santo cielo! ¡Son tan adorables! Detente o me va a dar algo. Estoy segura de que mi hígado va a explotar, o quizá sea el apéndice. ¡No importa! Cada vez que hablan así me da no sé qué cosa.

Clemencia siguió saltando y riendo, Slug la miró con aquella mueca de diversión y confusión que siempre le daba cuando se ponía así, diciendo cosas sin sentido, bailando y agitando su colorido cabello en todas direcciones.

—Sí, sí. Ahora ve a hacer algo útil. Tomaré un baño y los alcanzaré para el almuerzo. Ya te dieron como quince de esos ataques y sé que no me vas a dejar en paz.

La chica se marchó y todo volvió a ese silencio. Slug chasqueó con los dientes, estaba sonriendo y de nuevo ese cosquilleo en el estómago apareció. Debía hacer algo al respecto, no quería vomitar encima de White Hat, otra vez.

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