IV. Va a hacerse una fotopolla.

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Cuando la habitación de Colette estaba lo suficientemente montada como para sentirse cómoda, decidió que los iba a invitar a todos a una pizza por ayudarla.

Daryl se negó, Kenickie dijo que no hacía falta y Neil, aunque quiso estar de acuerdo con ellos, tenía muchísima hambre y sentía que necesitaba reponer fuerzas. Y tampoco había nada para cenar allí ni tenía mucho dinero. Daryl le pegó un puñetazo en el hombro al darse cuenta y Kenickie puso los ojos en blanco.

Llevaban así toda la tarde: Neil hacía y decía sus tonterías y Kenickie ponía los ojos en blanco y lo ignoraba categóricamente. Ese era el acuerdo tácito al que habían llegado después de que Neil se disculpara. Colette y Daryl se habían dado cuenta, pero ninguno dijo nada al respecto. Preferían aquello a que estuvieran discutiendo todo el rato.

Catalina llegó cuando Colette colgó el teléfono tras pedir la pizza. Soltó su bolso tranquilamente en la mesa del comedor mientras miraba su móvil. Parecía que contestaba mensajes furiosamente.

—¿Alguno sabe cuándo cojones hemos quedado con Grace y los demás? —inquirió mientras llegaba al salón, donde el resto estaba tranquilamente descansando—. Ella dice que el sábado, pero juraría que habíamos dicho que el jueves íbamos a cenar y después iríamos a Akelarre.

Daryl ni siquiera se dio cuenta de que su compañera de piso había llegado. Colette estaba sentada a su lado en uno de los sofás, demasiado cerca para el bien de su corazón, y le contaba algo sobre su carrera y sus clases y la gente que le había presentado a Ken. Neil lo miró durante un segundo y suspiró.

—Yo también pensaba que habíamos quedado el jueves —respondió, girándose para verla, pues estaba sentado en uno de los sillones individuales que le daban la espalda a la puerta de entrada.

Cuando Catalina levantó la mirada hacia él y se dio cuenta de que no estaban solos, le sonrió cálidamente al chico que estaba sentado en el sofá restante, el que estaba frente a la tele y en medio del sofá de Colette y Daryl y los sillones individuales.

—Hola —le saludó—. Me llamo Catalina. Kenickie, ¿verdad?

—Solo Ken —le dijo con educación mientras se levantaba y se acercaba a darle dos besos, pero Lina puso su mano en medio para estrechársela porque odiaba dar dos besos. Kenickie lo comprendió al instante y sonrió antes de darle la mano.

Neil frunció el ceño al verlo. ¿Por qué era amable con todo el mundo menos con él? Aunque tampoco era que le hubiera dado muchas razones para serlo.

—¿Te quedas a cenar? —le preguntó sentándose en el sofá con él.

—No debería, pero supongo que sí.

—Vale. Entonces, deberías saber que no hay nada en la nevera. Casi literalmente.

—He pedido pizza. Invito yo —dijo Colette, volviéndose hacia ella.

Daryl pareció salir del ensoñamiento con un parpadeo cuando ya no hablaba con él. Juntó un poco las cejas al ver a Catalina sentada junto a Ken.

—¿Cuándo has llegado?

La chica alzó una ceja y, después de un segundo, Daryl se sonrojó un poco y apartó la mirada. Neil soltó una carcajada. Ni Kenickie ni Colette comprendieron del todo qué estaba pasando.

—Entonces, ¿ya habéis colocado todas tus cosas? —inquirió Catalina dirigiéndose a su nueva compañera de piso.

Ella asintió con la cabeza.

—Lo esencial sí. Aún me queda ordenar un poco, pero hemos hecho bastante.

Ken soltó una risita entre dientes y se volvió hacia Lina.

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