Los brillos caían por doquier y yo saltaba frenética sin querer parar. Sin poder parar. Al cerrar los ojos era fácil creer que estaba en una fiesta, bueno, técnicamente estaba en una. Pero me refiero a una fiesta donde quisiera estar. Da igual, acá estoy y es una fiesta.
Soy Ali. No Alí, sino Ali.
Había un compañero de la universidad que se llamaba Alí. Teníamos algunos problemas para que las personas entendieran la diferencia. Un acento, parece nada pero lo cambia todo.
Un simple acento hace que en vez de estar gritándole a tu amiga en la calle, estés gritando a un completo desconocido. O peor, que ese completo desconocido te guste tanto, que al verlo se te bajen los calzones, y lo llames dentro de un apodo burlón que va dirigido a tu mejor amiga, pero es él quien se gira a mirarte con cara de pocos amigos.
Eso le pasó a Sofi. Y yo, firme en mi papel de mejor amiga, nunca dejé que lo olvidara. Al fin y al cabo eso fue lo que consiguió sacarla de la parálisis e invitarlo a salir. Para mi sorpresa dijo que sí. De igual manera, unos meses después, terminaron como empezaron. Unos completos desconocidos que se miran con cara de pocos amigos. Como esas, un montón. Sofi, la enamoradiza empedernida.
Siento el calor de un par de manos que me sostienen por los hombros con fuerza y me obligan a parar. Tal vez me ayudan, ya no sé. Estoy un poco perdida y los pensamientos corren tan rápido por mi mente que casi no me doy cuenta que los tengo. Mi corazón golpea con fuerza al ritmo de la música, tanto que me duele el pecho. Espero que pare un poco el mareo para mirar a quien me detuvo. No confío en que la comida se quede en mi estómago y no quiero llenar a mi aguafiestas personal de alimento semi triturado y jugos gástricos.
Cuando los abro me encuentro con un par de ojos marrones oscuros. Parecen negros y cuesta encontrar la pupila por donde, seguramente, entra la imagen de mi cara desquiciada a su cerebro. Mateo, el hermano de Sofi. Se que quiere decirme algo pero me sostiene con la mirada como si mi vida dependiera de ello, o quizás sea la suya. Está solo a cuarenta centímetros aunque con el ruido alrededor sería incapaz de escucharlo, tiene que arrimarse a mi oído. En vez de eso se queda tieso y poco a poco deja caer sus manos calientes, rozando mis brazos como si quisiera tranquilizarme.
Me pierdo en su mirada. En todo lo que tiene atorado en ella y su garganta no es capaz de formular. Lo sé, debo tener la misma mirada. Puedo sentir las palabras enredarse en mis propias cuerdas vocales, haciendo que solo salga un sonido atorado. Y me alegra que no haya podido escucharlo, todavía me queda espacio para la vergüenza.
Ya no siento sus manos. Hay mucha gente. Todos llenos de glitter y cotillón. Bailando y saltando igual de desquiciados que yo. Bueno, quizás no tanto como yo.
¡Maldita sea Mateo! Necesito empezar a moverme. La adrenalina corre tan frenética por mi sistema que si no la muevo me voy a desmayar. Ya casi no escucho la música cuando siento un fuerte golpe y todo el lugar se llena de humo logrando romper con mi prisión.
¡Felicitaciones Sofi! siempre dando la nota.
Aunque tengo que agradecerte amiga, me salvaste de la locura otra vez. Tu precisión para organizar eventos siempre me sorprende. Volví a saltar, a bailar cual ritual diabólico y a cantar. Para esto si funcionaban mis cuerdas.
En algún momento iba a tener que parar y cuando lo hiciera, me encontraría con la misma mirada negra llena de dolor. Del suyo y del mío. Porque así de bueno era él, llevando nuestra carga a la par. Así yo podía descansar un poco. Sabía que no era opción escapar para siempre pero iba a aprovechar todo el tiempo que pudiera. Cerré nuevamente los ojos y me alejé de todo.
Perdón. Perdón. ¡PERDÓN! Es en lo único que podía pensar. Perdón por no poder estar ahora para vos Mateo. Me necesitaba y yo también a él. El lugar estaba a reventar pero era la única persona que realmente sentía lo mismo que yo. Solo que no era tan fuerte como él para enfrentarlo de una. Me urgía evadirme un rato.
Necesitaba bailar las canciones que con tanto detalle eligió mi mejor amiga. Todas me llevaban a diferentes momentos juntas y cuando terminara la lista, eso sería todo. No más fiestas, no más viajes ni comidas en el auto cantando a grito herido canciones de desamor para levantarle la moral. Estaba siendo muy egoísta con Mateo. Aunque ya tendría tiempo de abrazarlo, consolarlo y disculparme con él.
En cambio, el tiempo con ella se agotaba. Sin importar mis acciones o emociones, en cuanto la última canción termine de sonar no me va a quedar otra que despedirme de Sofi.
A él le bastó con una rosa y una pequeña palita de tierra para decir adiós. Yo no era tan fuerte. Además tenía que cumplir con mi rol de mejor amiga y no permitir que nadie olvidara su última fiesta. Así que tragué mi dolor. Ése sería solo mio y de su hermano.
Volví a abrir los ojos; me apresuré a la puerta del salón, donde estaba el control para dejar caer los globos del techo y seguí bailando.
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La noche sin brillo.
Short StoryEs la fiesta más importante de su vida. Nada será igual al finalizar y lo único que puede hacer Ali, es disfrutar el tiempo que dure.