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Para cualquier ser humano siempre han existido cinco sentidos fundamentales: tacto, olfato, oído, gusto y vista.

Por desgracia Kim dahyun carecía de uno de ellos desde que era muy pequeña a causa de un accidente. Concretamente, Dahyun carecía de vista.

Para ella quién no tenga esa discapacidadn unca podrá imaginarse lo horrible y duro que es. Lo agotador que es no poder ver absolutamente nada. No poder ver los colores de los que tanto le han hablado, no poder ver los rostros de las personas que más quieres y no poder ver tu propio reflejo al mirarte en el espejo. Aunque lo que más le dolía era sentir como las personas se alejaban de su lado al ver sus ojos vacíos, sus ojos con falta de vida. Dos ojos claros y fríos, como un fantasma.

Dahyun lo veía todo perdido hasta que una voz cálida la rodeó por completo. A aquella persona no le importó su ceguedad, ni sus ojos, ni lo diferente que era, solo se acercó a ella y le brindó ayuda como si fuera una persona más.

La mañana donde todo comenzó dahyun salió de su pequeño hogar obligada por su madre, le había insistido en que tenía que salir más e intentar vivir una vida normal.

A la joven no le gustaba nada salir a la calle con ese bastón de color grisáceo que hacía que todos la miraran. De todas formas no tenía opción, ese objeto era esencial para ella, igual que sus gafas negras, que tapaban sus ojos sin vida. Pero aquello solo la hacía parecer diferente, y ella no quería serlo.

Caminó por la acera siguiendo el camino de siempre, el cual ya se sabía de memoria de tantas veces que había caminado por él. Agarraba su bastón de color ceniza con fuerza para evitar caerse o equivocarse de ruta.

La chica sonrió inconscientemente al notar el olor del puesto de perritos calientes al que siempre iba, ya que eso significaba que ya le quedaba menos para llegar a su destino, un parque al que iba siempre que podía.

Por desgracia la de baja estatura tropezó con una pequeña piedra que no consiguió detectar con el bastón, cayendo al suelo. La chica estaba en el suelo inmóvil intentando buscar su bastón con el tacto. Oía los pasos a su alrededor y notaba como la gente pasaba de largo sin ni siquiera ayudarla. Seguramente hacían como que no la habían visto.

Dahyun no pudo evitar pensar que ojalá ellos sintieran lo mismo que ella, se sentía horrible oír todos los pasos ignorando su presencia, así era la sociedad, o por lo menos una parte de ella.

-¿Estás bien?

Una voz la sacó de sus pensamientos. Era una voz femenina, cálida, sumamente dulce y delicada, una voz que hacía querer escucharla una y otra vez. Segundos después de aquella pregunta la de baja estatura sintió una mano sobre su brazo, era suave y estaba levemente fría. Esta tiró de ella ayudándola a levantarse y no tardó en sentir su preciado bastón en sus manos de nuevo.

-Tienes varias heridas-parecía preocupada-Vamos a sentarnos en ese banco, te ayudaré.

Dahyun se sintió frágil y débil, y odiaba sentirse así. Pero aceptó su ayuda, no le quedaba otro remedio y la voz de aquella chica le daba una confianza inusual.

Minutos más tarde sintió como sus zapatos pisaban el césped recién regado mientras notaba la mano de la chica agarrando su brazo con suavidad. Finalmente la chica tiró suavemente de ella para sentarla en un banco. Pudo sentir aquel olor a perritos calientes de nuevo.

-¿Te duele?

La pelinegra no contestó, ya que se dio cuenta de que sus gafas de sol habituales no estaban posadas sobre el puente de su nariz. Cuando alguien solía mirarla a los ojos y veían la falta de vida de estos se alejaban de su lado al instante. No le quedó más remedio que cerrar los ojos con fuerza, para evitar que la chica que la había ayudado los viera.

Ciega // SAIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora