ONESHOT

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Un ínfimo pensamiento intrusivo: roba este objeto del que no tienes necesidad. Róbalo. Siente algo, aunque sea insignificante, momentáneo.

Cuando el brazo de Reo se estiró hacia ese bolígrafo, las sensaciones en su cuerpo se intensificaron y se vio poseído por sus alrededores. Las personas arrastraban sus pasos y vagaban entre los corredores, y el crujir y tintineo de la manipulación de otros productos era atronador, como el de su cierre al abrirse y el del mismo bolígrafo que al ser retirado del resto de sus hermanos. Pronto todos abandonarían ese inconsciente letargo, abandonas por el corazón culposo que se ocultaba entre las repisas.

Llevó el bolígrafo a la abertura de su mochila, y un ruido lo paralizó: el inconfundible estallido de la cámara de un celular. No había nadie en ese corredor, nadie más que él. Y la claridad y la cercanía de ese sonido era inconfundible, pero tras unos segundos, se cuestionó si alguna vez había existido.

Sus talones golpearon deprisa el suelo, y como si nada alguna vez hubiera importado, colocó el bolígrafo frente al empleado del local para pagar por él.

Nada tenía sentido, y en ese momento estaba tan vacío como siempre había estado. Pero la monotonía que aparentaba ser inquebrantable mostró una fractura, y esa misma noche recibió un mensaje de un número desconocido: una fotografía de ese pequeño acto de rebeldía que no logró concretar.

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Las clases se habían mantenido invariantes; nadie parecía haber visto aquella fotografía fuera de contexto, pero aun así su corazón no se encontraba menos pesado. ¿Por qué alguien le enviaría aquella fotografía si no iba a hacer nada con ella? El número continuaba sin responder y, a pesar de ello, cada uno de sus mensajes habían sido marcados como leídos, como si su único objetivo fuese torturarlo sin esfuerzo y de forma pasiva.

—Reo —dijo una voz en el asiento detrás del suyo. Se dio la vuelta sin responder y se encontró con Seishiro Nagi, el chico que se sentaba detrás de él. Tan pocas habían sido las veces que lo había escuchado hablar, que no había podido adivinar quién le había dirigido la palabra—. Mi bolígrafo se ha quedado sin tinta, ¿me prestarías uno?

Una petición inocente; nadie volteó a mirarlos por tal interacción que nada tenía de singular. Pero para Reo, había sido como si le hablara en un lenguaje que sólo él comprendía, y de esta forma le revelara un conocimiento mútuo. Nagi pestañeaba con lentitud, como si fuera a dormirse si tardaba más en responder y pedir un bolígrafo hubiera sido el límite de esfuerzo que estaba dispuesto a realizar por tomar notas durante la clase. Su rostro carecía de expresión más que el aburrimiento y una leve atención proveniente de la espera de una respuesta.

Debía ser una coincidencia. Le entregó uno de los bolígrafos y volvió a mirar hacia adelante, dando un profundo suspiro. Se había preocupado en vano, pero aquello no significaba que el asunto había desaparecido de sus pensamientos.

—Dime, ¿este también te lo has robado? —escuchó susurrar detrás de él.

Ya no sabía de qué hablaba el profesor, si es que siquiera hablaba, ni en qué periodo estaba o cuándo faltaba para que pudiera escaparse de ese sofocante salón. Las ventanas estaban a su lado, pero el aire que le brindaban no era suficiente.

Nagi no dijo más nada después de eso. La conversación que había tenido con él por celular, que se había convertido en un monólogo de preguntas sin responder seguía tan unilateral como había estado desde la noche. ¿Qué podría querer de él? Desconocía todo aspecto de la vida de aquel chico. Tenía tanta presencia como un mueble, nadie le dirigía la palabra y él no se la dirigía a nadie. Era como si no estuviera allí, como si aquel asiento estuviera siempre vacío, como si fueran siempre uno menos. Era como si no existiera.

Excusas [Nagireo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora