Disculpas amargas

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- Tú... -Exclamó Aoi en un susurro apenas audible para los agudos tímpanos del rubio.- ¿Por qué...?

- ¿Mm? -El joven ladeo ligeramente la cabeza, intentando verla a los ojos para leer su expresión.

- ¡No es justo! -Gritó antes de echar a correr, empujando a Zenitsu de en medio.

Este no se molestó en quitarse y fue embestido por completo cayendo al suelo, girando su cuello para seguirla hasta que esta salió de la habitación por la puerta corrediza, estaba pasmado, sólo algo pudo sacarlo del shock y fue ver el suelo humedecido por una serie de gotas.

- Ella estaba...

- Zenitsu -Tanjiro se acercó a él, hincándose sobre una rodilla y poniendo su mano sobre su hombro mientras le observa con esos ojos rojizos.- Ve con ella.

- Pero yo... -Entendía las palabras de su amigo, pero aún así, no sabía como lidiar con las mujeres en un momento así, no sabía como lidiar con mujeres en general y sólo se le ocurría hacer muecas esperando que alguien más lo sacara del apuro.

- Yo tampoco lo entiendo bien, pero creo que si hay alguien con quien ella debe hablar, ese eres tú, Zenitsu -Culminó su frase con una cálida sonrisa.

El relampagueante muchacho se quedó mirándolo por unos instantes con un puchero, como si esperara que Tanjiro le diese permiso para NO ir tras Aoi, pero solo seguía mirándolo con esa sonrisa gentil y esos ojos llenos de confianza en él, ante eso, no pudo hacer más que suspirar y dirigirse al patio.

- Si me mata esto pesará sobre tu consciencia Tanjiro... -Declaraba al atravesar el umbral de la puerta, cerrando tras de si.

- ¡Ánimo Zenitsu!

- ¡Si mueres, me comeré tu almuerzo! -Añadió el niño salvaje.

Por su parte, el rubio caminó por el patio, mirando al césped bajo sus sandalias mientras iba tambaleándose en cada paso, postergando lo inevitable mientras se dirigía a los tendederos a una esquina de la propiedad, sólo pudiendo ver las sabanas blancas de sus camas secándose al sol, hasta que una súbita brisa hizo revolotear su cabello y dejar ver a Aoi tras esas telas, mirando hacia la cerca y sin moverse.

Zenitsu se cubrió del polvo con el brazo derecho y entrecerrando los ojos mientras se iba acercando con pasos lentos y torpes hacia la joven, sintiendo como si el viento se estuviera intensificando, como si el aura de desprecio que la pelinegra desprendía por él estuviera alterando el ambiente, pero pese a sus dudas y a que los labios le estaban temblando ante la idea de confrontarla, siguió caminando, pasando por debajo de los tendederos para por fin quedar detrás de la chica.

"Bueno... Y-ya estoy aquí así que..." Eso intentaba decirse al levantar la mano para tocarla y llamar su atención, pero inmediatamente después se dio la vuelta. "¿En qué estoy pensando? Ella fue quien comenzó a gritarme y atacarme sin motivo, ¿por qué diablos tengo que ser yo quien le arregle la cabeza? No es mi problema..."

Se dio la media vuelta, con el viento ahora alborotando su cabello desde atrás y arrojando sus rubios mechones hacia su rostro, pero al dar el primer paso, aquella brisa que sólo parecía incrementar más y más su intensidad, se detuvo.

- ¿Qué haces aquí?

Le llamó una voz enfadada desde atrás mientras su cabello volvía a caerle todo encima de los ojos como si fuera un perro, el joven se encorvó y dejó salir otro quejoso suspiro.

- Vine a hablar contigo, cuando te fuiste tu...

- ¡No lo digas! -Reclamó de inmediato.

Zenitsu se echó hacia atrás, cubriéndose el rostro con ambos brazos al percibir un feroz instinto asesino. Quiso lenta y sutilmente marcharse dando pasos hacia atrás, pero la voz de la joven se lo impidió.

Diamante en brutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora