Capítulo 1.

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Bien, creo que lo más apropiado sería presentarme. Me llamo Ryu y nací en Tokio un nueve de Diciembre del 1997. Vivo en un piso de estudiante con un chaval muy pesado que se llama Yûki. Desde que era bien pequeño, había algo en mí que no encajaba en este lugar, como si fuera de otro mundo o algo similar. Mis padres querían deshacerse de mí lo antes posible así que me llevaron a hacer educación superior en una universidad muy lejos de ellos. Desde siempre había sido un chico problemático, pero en realidad, no quería hacer daño a nadie, al contrario, lo hacía para ayudar. Para que lo entendáis un poco mejor os explicaré una de las broncas más fuertes que tuve en secundaria.


Eran la nueve de la noche y yo teóricamente debía de estar en casa a las siete. No sabía hacia donde ir o qué hacer. Mientras andaba cerca de un puente vi a un tipo de unos 19 años intentando tirar a una chica por el puente. Yo, corriendo me acerqué y le metí un puñetazo al tío. Este calló al suelo y la chica quedó sentada en la pared del puente. Yo me acerqué al desgraciado y justo cuando le iba a meter una paliza apareció la policía. Entonces nos arrestaron a los tres, ¿y a qué no adivináis a quién le cayó la multa de su vida? Sí, a mí. Porque supuestamente había agredido a un hombre. Sí, una mierda, ese granuja se merecía una paliza, encima a él no le cayó nada porque no llegó a dañar a la chica.


En fin, que esa vez tuve que pagar la multa de 80.730,25 Yenes, lo cual viene siendo 600 Euros. Sí, todo eso lo tuve que pagar trabajando a tiempo parcial en la tienda de mi padre. Fue un año de mierda, básicamente porque me tocó estudiar y trabajar a la vez y entre que yo no soy de hacer dos cosas a la vez y que mi padre se pasaba demasiado, terminé odiando ese maldito barrio y esa maldita tienda. No malinterpretéis mis palabras, puede ser que mis padres no fueran los mejores del mundo, pero al menos me querían y me daban los estudios necesarios.

Bueno, ahora mismo me encuentro tirado en mi cama, mirando ese horrible techo de color blanco que cubría mi aburrida habitación. Me rasqué mi terrible y desordenado pelo color negro y me levanté para hacer algo productivo.


-Tú, vago, pensé que nunca te dignarías a despertarte.


-Ja, que te den. Me voy a duchar y luego a ver que se cuece por el campus.


-Sí, bien, tío raro.


-De acuerdo, tipo plasta.


Nuestras conversaciones no eran más que eso, estúpidas palabras sueltas sin demasiado peso y que sólo servían para no morirnos del asco. Mientras me duchaba pensé en todo lo que me había ocurrido últimamente... Ah, exacto, absolutamente nada. De verdad, desde que me mudé a la universidad nunca volví a meterme en líos, al menos debía quedarme con un poco de mi reputación, aunque por el campus se diga que soy el típico "Tío raro que siempre anda solo" o "Es un sádico, no os acerquéis o os hará picadillo" o simplemente "Idiota". En realidad, la mayoría de personas que hablan de mí ni siquiera saben cómo me llamo. "Ryu es un nombre demasiado común, no os cuesta nada memorizarlo por dios." Y eso me lo repito cada día.

Salí de la ducha y me sequé el pelo, tal cómo quedó, se quedó. No soy el típico capitán de equipo de fútbol que sale en las películas americanas, pero tampoco soy el nerd. Soy un tío sádico, raro y idiota que estudia lo primero que se les pasó por la cabeza a sus padres, publicidad.

Ya estaba en el pasillo andando cuando alguien me gritó.


-¡RYU! ¡Ryu oye!

Maldita concienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora