Miro la pantalla de mi computadora sin prestarle realmente atención, mi mente divaga por mis profundos pensamientos. Me permito perder el tiempo de ésta manera, he pasado toda la tarde redactando notas de prensa y realizando ensayos.
Mi cerebro está fatigado y mis ojos duelen por la cercanía y el brillo de la pantalla. Cierro la laptop de un manotón y me levanto del escritorio. Estiro mi cuerpo antes de salir rumbo a la cafetería en busca de algo para beber.
Vuelvo a la habitación con mi jugo de naranja y lo meto en el pequeño refrigerador de Valentina. Voy al baño y me doy una ducha rápida, me coloco una pijama antes de preparar la cama y buscar alguna película en Netflix.
Preparo palomitas en el microondas y me meto bajo las sábanas para empezar a ver la película.
Mi teléfono suena distante y abro los ojos, no sé en qué momento me quedé dormida, pero ya acabó la película y son las 21 horas. Me levanto y tomo el teléfono, veo el nombre de Mari en la pantalla y contesto de inmediato.
—Hola, ¿qué sucede?—Mi voz suena ronca y ella ríe.
—Coje ropa y un traje de baño, estoy abajo.—Una pequeña descarga eléctrica recorre mi cuerpo y termina en mi estómago. Me levanto de un salto y corro a la ventana. Está ahí, apoya en su momento mirando a mi venta.
Sin dudar ni un segundo, tomo mi bolso y meto las primeras prenda de ropa que consigo y el primer traje de baño que veo. Tomo las llaves y salgo disparada a el estacionamiento.
Escucho su risa al verme y no puedo evitar besarla cuando la tengo de frente.