Capítulo 5

13 1 0
                                    

CAPÍTULO 5.

Mariel entró como en un palacio lleno de magia, en el que reinaba la felicidad, pero dentro de la casa, las criaturas que se encontró no le causaron tan buena impresión. Eran hadas diminutas, con sus típicos trajes. Mariel en ningún momento las vio sonreír, solo se centraban mucho en hacer su trabajo.

La miraron de arriba abajo y sin dirigirle palabra la agarraron del brazo y la llevaron a una habitación, que debía de ser la suya puesto que la habían dejado allí. Era grande, con las cortinas de un color rosado, la cama era de seda aterciopelada, debía de ser carísimo, aunque en ese mundo no habría dinero. Las hadas eran buenas trabajadoras y se hacían ellas todo a mano, lo que Mariel no entendía era por qué eran tan antipáticas. Ni siquiera la habían mirado a los ojos, ni mostrar una sonrisa, ni dirigirle la palabra.

Marcus le había dicho que eran buenas, aunque ahora entendía que no se refería a simpáticas sino a la preparación y la decoración.

Se sentó en la cama, no sabía qué hacer, cuando, unos golpecitos que casi no se oían le sacaron de su tremendo aburrimiento.

-¡Pase!- Gritó Mariel.

Al otro lado de la puerta se encontró a un hada, con pelo oscuro y largo. Era encantador. El hada iba acompañada con otras que agarraban un traje.

-Mariel, éste es su traje, el que va a tener que llevar. Perdona por haberte recibido así, pero teníamos que hacer el traje pronto.

-No pasa nada- dijo Mariel, sorprendida por la vocecita tan suave del hada.

-Ahora vístase, mientras, prepararemos la cena.

Mariel asintió.

Las demás hadas dejaron el traje encima de la cama, con mucha delicadeza y con un gesto de reverencia se marcharon.

Mariel había notado que eran hadas distintas a las que le recibieron. Sus rasgos eran más bonitos, ojos más pequeños, caras más redonditas, cabellos más largos y sobre todo la sonrisa tan dulce que tenían. Mariel se alegró porque existieran hadas más simpáticas.

Miró el traje que le habían dejado preparado, era un traje hecho con elementos naturales, hasta olía a rosa. No era un vestido, lo que le pareció raro porque todas las hadas llevan vestidos. El traje era muy delicado, llevaba hojas y flores por todas partes.

Llevaba como una camiseta rosa fucsia con mangas cortas y una falda de volantes también rosa fucsia y unos zapatos parecidos a unas manoletinas rosa claros. Solo le faltaban unas alas rositas y ya era toda un hada.

Se miró en el espejo, estaba guapísima y olía genial, estaba preparada para sentarse a cenar. Abrió la puerta y bajó por unas escaleras, estaba todo muy silencioso y lo malo es que no sabía dónde estaba el comedor. Había muchas puertas y no sabía cuál abrir. Se fijó en que había un hada con un vestido azul y cabellos rubios que pasaba por allí. Pudo distinguir que no era un hada de las simpáticas, pero necesitaba saber dónde estaba el comedor, así que se atrevió a decir:

-¿Me puede decir dónde está el comedor?

El hada no le respondió, ni siquiera le miró ni hizo nada, como si no le hubiera oído.

Volvió a repetir varias veces más, pero nada, hasta que cuando ella iba a entrar a una habitación, se giró y le fulminó con la mirada. Una mirada asesina. Se quedó paralizada de miedo, clavaba sus ojos en los suyos y no se podía mover.

-¡Basta!

Un hada de las simpáticas y una de las jefas del palacio corrió en su ayuda. Gracias a Dios que vino pronto, unos segundos después y habría muerto aterrada. El hada mala entró en esa habitación, mientras la otra hada le cogía del brazo y le preguntaba:

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

-Pues le pregunte que dónde estaba el comedor y me paralizó con la mirada.

-Debes saber que nunca se les puede decir nada a esas hadas, solo están para hacer su trabajo y no hablan, se comunican mediante sonidos.

-Está bien no lo volveré a hacer. Casi me muero.

Y el hada le llevo hasta el comedor.

Corazón de NirisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora