Chico De Portada [Lozavedo]

4. Puerta.

¿Negro o blanco? El negro lo hacía ver más delgado, pero la camisa blanca tenía bonitos detalles aunque acentuaba el tono de su piel. Estaba muy indeciso sobre cómo irse a su no-cita con Carlos. Hacía unos minutos Guillermo irrumpió en la habitación diciéndole que se pusiera los pantalones que le realzan el trasero y sus muslos regordetes.

Su reacción fue lanzarle una almohada gritándole que se largara, aunque tomó su consejo, pues ya lo tenía en la cama, solo estaba buscando una buena camisa para la combinación, quería verse decente para salir con Acevedo.

Decidió ponerse el pantalón e irse probando varias camisas para ver cuál de todas le quedaba mejor. Pero entró en pánico al sentir como se atoraban de más en sus piernas, el pantalón no alcanzaba a subir más.

—No, no, no, no me hagas esto ahora.

Habló con desepero al ver que sus jeans favoritos parecían ya no quedarle. Sabía que tenía que dejar de comer garnachas tan tarde, pero siempre lo hacía bajo el argumento de que en Italia no los tuvo durante muchos años, aparte de no aceptar los snacks que Henry le regalaba, pero no era su culpa que la comida mexicana fuera tan deliciosa.

—Verga.

Era consciente de que había tardado demasiado en "cambiarse", pero ahora si que no saldría de su casa y que Carlos lo perdonara por hacerle perder el tiempo, pero también le estaba haciendo un favor a él.

Buscó su celular con desespero para llamar a su amigo.

—¿Qué pasó? ¿Te quedaste sin papel en el baño? Te recuerdo que te están esperando.

—Dile que no iré, que me disculpe, pero que no puedo.

—¿Qué tienes? Espera, voy allá.

Rápidamente se movió a poner el seguro en la puerta y se cubrió bien con la toalla, pero al bajar la mirada si pudo darse cuenta de sus "kilitos de más" su barriga se notaba un poco más y eso le estaba estresando, asi que en lugar de estar en su cadera, la subió hasta su pecho, donde cubría más su figura.

—¡Hirving! ¡Hirving abre la puerta! —la voz de Memo sonaba insistente desde el otro lado a la vez que tocaba con insistencia la puerta.

—¡No! Solo dile eso.

—Ábreme la pinche perra bomba puerta ahora, Rodrigo Bahena.

—¡No quiero! —le gritó sentándose en la cama, lo bueno es que se podía confiar, pues su amigo no sabía dónde estaba el manojo de llaves que tenia las llaves de todo el departamento, agradecía no haberle dicho.

El silencio se hizo presente haciendo que soltara el aire que no sabía que había estado reteniendo, pero no era tonto, no iba a abrir en un buen rato la puerta, por mientras iba a quedarse con el pijama puesto y baboseando en su Facebook.

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A Carlos le sacó de pedo ver a Guillermo salir rápidamente de la cocina y se alarmó al escuchar los gritos del pasillo.

—Ábreme la pinche perra bomba puerta ahora, Rodrigo Bahena.

—¡No quiero!

Se acercó despacio al hombre que estaba como león enjaulado, y que al verlo lo jaló de nuevo hasta la sala de estar.

—¿Qué fue? —preguntó el más joven de ambos con el ceño fruncido.

—Dice que no saldrá contigo.

—¿Qué? Pero, ¿porqué?

—No tengo idea, se encerró.

—No mames, ¿y qué tal si le pasó algo o se cayó y se abrió la cabeza o qué se yo? ¡Abre la puerta, güey!