Bajé las escaleras lentamente para asustar a Diego, estaba algo nerviosa y no quería que esto fuera incómodo así que, ¿Qué mejor que comenzar una cita con una broma? Bueno, fue lo único que se me ocurrió.
Llegué abajo pero, no me encontré a nadie ahí, ¿Dónde está? Caminando normal esta vez, comencé a caminar hacia la cocina, tampoco estaba ahí.
Algo preocupada pensando en que se fue, me dirigí a la puerta principal para salir y buscarlo afuera. Una vez al aire libre aún no lo veía. Cerré la puerta y comencé a caminar con pasos lentos y temerarios.
Grité al sentir un par de manos tomándome por la cintura y elevándome por los aires por varios centímetros.
Roberta: ¿Quién es? ¿Qué quiere? ¡No tengo dinero! - grité al borde de las lágrimas pero, paré al escuchar una risa gruesa y profunda proveniente de mi "secuestrador" - ¿Diego? - supuse que era él.
Diego: ¿Te asusté? - dijo esa voz tan conocida para mí.
Roberta: ¡Bájame ahora! - comencé a patalear molesta y rasguñando sus brazos que seguían aprisionándome contra él y elevada de los suelos.
Diego: Tranquila, lo lamento, enserio, no quise asustarte, era una broma - intentó explicarse pero, no lo escuché, yo seguía tratando de zafarme.
Una cosa era un pequeño susto por detrás del sofá, o tal vez taparle los ojos y preguntarle con voz fingida: "¿Quién soy?". Pero a mí me hizo salir a la calle y me alzó como un secuestrador, lo único que le faltó fue meterme a una camioneta con un saco en la cabeza. Bueno, tampoco tanto.
Al ver que yo seguía con mi vago intento de librarme de sus brazos, tomó mis piernas y me cargó como lo hacen los recién casados.
Diego: No te bajaré hasta que no te calmes - respondió a mis intentos de liberación.
Roberta: Y yo no calmaré hasta que no te disculpes.
Diego: ¡Ya te pedí disculpas! - dijo frustrado.
Ninguno de los dos habló más, sólo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas mientras nos mirábamos fijamente a los ojos, ambos negándonos a bajar la mirada y perder este tonto juego.
Diego: Bien, creo que así iremos a donde tenía planeado ir - comenzó a caminar conmigo en brazos, haciéndome abrir los ojos incrédula.
Roberta: Diego bájame, todos nos están mirando - dije consciente de las miradas de las personas que pasábamos.
Diego: Que miren - se encogió de hombros restándole importancia.
Parece que mi intento de comenzar bien la cita para no pasar momentos incómodos no salió como planeaba, y todo gracias a Diego.
Me rendí y dejé que siguiera caminando, al fin y al cabo él era el que tendría que llevarnos a ambos a donde tenía planeado ir.
Iba mirando todo a mi alrededor intentando averiguar a donde íbamos, aunque era más para no ver su cara que estaba segura que si lo hacía me pondría roja de la vergüenza. Empecé a notar que todo a nuestro alrededor era todo árboles. ¿Dónde estábamos?
Roberta: ¿A dónde vamos? - sacudí mi cabeza - ¿A dónde nos llevas? - replanteé la pregunta para que notara el hecho de que él aún me llevaba en sus brazos.
Diego: Vamos al bosque - remarcó el "vamos".
Roberta: Nos llevas al bosque - corregí yo.
Diego: ¿Te gusta tener la última palabra cierto?
Roberta: No, lo único que quiero es que me bajes - aclaré harta de estar en sus brazos, además no era muy cómodo que digamos.
Diego: Pues te quedarás con las ganas - para remarcar su punto me soltó las piernas y luego las volvió a tomar bruscamente.
Rodé los ojos y quité los brazos de su cuello poniendo resistencia y así se le hiciera más complicado y pesado llevarme cargando. No me rendiría tan fácil.
Al parecer lo notó porque eso mismo dijo.
Diego: No te rindes tan fácil, ¿cierto? - eso mi hizo sonreír. - Lo tomaré como un sí - el también sonrío lo que me hizo relajarme. La incomodidad se estaba desvaneciendo y podíamos empezar a hablar normalmente.
Roberta: ¿Porqué al bosque? - por fin pregunté la pregunta que me estaba matando.
Diego: ¿Porqué no? - respondió sonriendo.
Roberta: ¿Ahora eres poeta?
Diego: Eso no tiene nada de poético - comentó extrañado.
Roberta: Tienes razón - admití no queriendo tener otra discusión.
Estaba concentrada buscando un indicio, una luz o algo que me dijera a dónde nos estaba llevando cuando su mano en mi mejilla me hizo dejar de concentrarme en eso; con su mano aún en mi cara, hizo girar mi cabeza para mirarlo.
Diego: Así está mejor - paró un momento en el que sólo estaba mirándome para después volverse a concentrar en el camino y seguir caminando.
Roberta: ¿Y eso porqué? - pregunté aún en trance.
Diego: Me gusta ver tu cara, me gusta ver tus ojos, me gusta ver como te sonrojas como lo estás haciendo justo ahora. Me gustas tú, simplemente - se encogió de hombros como si no fuera importante después de decir esas hermosas palabras muy especiales para mí. Pero mi pregunta era: ¿Porqué?