-¡Elizabeth!
Llevo corriendo un rato por este lío de puertas y pasillos y no la encuentro. Me estoy temiendo lo peor. Acelero el paso y veo un destello azul girar en una esquina. Cuando llego veo un amplio arco que deja ver una cabina aérea que atraviesa una cascada. Elizabeth corre hacia ella.
-¡Elizabeth, espera!
-¡No! ¡Aléjate de mí!
Ella desaparece en la cabina e intenta tirar de la palanca que acciona la máquina, pero no tiene la fuerza necesaria. Cuando me ve, deja de intentarlo y se gira hacia la ventana. Acciono la palanca y la cabina comienza a moverse mientras nos quedamos en silencio. Me miro la mano horrorizado por cuanta sangre estoy perdiendo.
-¡Los mataste! No me puedo creer que lo hicieras... están todos muertos... -se gira y me mira enfadada- ¡Mataste a esa gente!
-Elizabeth...
-¡Eres un monstruo!- grita y me empuja.
-¿Que creías que iba a pasar? ¿Eh? ¿No entiendes los gastos que ha tenido que incurrir esa gente para mantenerte encerrada en esa torre? No te van a dejar ir sin más. Eres una inversión. No estarás segura hasta que estés lejos de aquí.
Elizabeth baja la mirada mientras medita lo que he dicho. Suspira y me mira melancólica.
-¿Has matado antes?- afirmo con la cabeza- ¿No te atormenta la sensación de culpa?
-Con el tiempo aprendes a vivir con ello.
Una pequeña lágrima comienza a caer por su ensangrentada mejilla y antes de que pueda pensar, acerco mi mano buena a su cara y se la seco. Los dos nos quedamos mirándonos mientras le acaricio levemente la mejilla y veo como Elizabeth se ruboriza. Me aparto rápidamente y agacho la mirada.
-Booker, ¡tu mano!- exclama con horror. Acto seguido, arranca un trozo de tela de su falda y me venda la mano intentando no hacerme daño.
-Gracias.
-Gracias a ti, por salvarme- responde con una débil sonrisa.
La cabina llega a su destino, un pequeño muelle en la parte trasera de un gran edificio. Nos acercamos y vigilamos por si vemos aparecer a alguien pero el lugar está vacío. Tras comprobar que todas las puertas están cerradas, me acerco a un escaparate y le disparo al cristal. El eco del disparo rompe la tranquila noche y Elizabeth se asusta, agarrándose a mi brazo. Luego me pega.
-Pero, ¿que haces? ¿Estás loco? ¡Alguien nos puede oír!
-¿Quién nos va a oír? A estas horas están todos durmiendo. Y este lugar esta apartado de la mano de Dios. Venga, entremos- digo mientras intento no reírme; el repentino enfado de Elizabeth ha sido gracioso.
Atravesamos el cristal intentando no cortarnos y nos encontramos en una tienda de ropa de la alta sociedad. Doy un respingo al ver movimiento pero solo es nuestro reflejo en un espejo; los dos estamos demacrados, manchados de sangre y con la ropa rota. Nos miramos mientras una amplia sonrisa nos cruza la cara al darnos cuenta la suerte que hemos tenido.
-En la puerta en diez minutos- le digo y ella asiente.
Miro la ropa por encima y escojo unos pantalones oscuros, una camisa blanca, un chaleco gris y una chaqueta a juego con los pantalones. Decido llevar una corbata roja para dar aspecto de ser de buena clase y no levantar sospechas. Arranco una tira de una falda color carne y me la ato en la mano derecha para tapar la herida y la cicatriz.
Espero en la puerta mientras me arreglo nerviosamente el pelo. Elizabeth me da un toque en el hombro y me vuelvo; lleva puesto un corsé blanco con un pronunciado escote y sobre el, una chaqueta azul oscuro con las mangas blancas. La falda, a juego con la chaqueta, deja entrever unas altas botas negras. Una gargantilla blanca con un pin de un pájaro alzando el vuelo adorna su cuello. Está impresionante.
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Desgarros en el tiempo
FanfictionBooker DeWitt nunca ha tenido suerte en la vida. Tras participar en la Batalla de Wounded Knee a la edad de 16 años, se traslada a otra ciudad con la intención de olvidar el pasado. Pero allí se econtrará con problemas más graves que los vividos has...