Capítulo 9

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-¡Elizabeth!

Llevo corriendo un rato por este lío de puertas y pasillos y no la encuentro. Me estoy temiendo lo peor. Acelero el paso y veo un destello azul girar en una esquina. Cuando llego veo un amplio arco que deja ver una cabina aérea que atraviesa una cascada. Elizabeth corre hacia ella.

-¡Elizabeth, espera!

-¡No! ¡Aléjate de mí!

Ella desaparece en la cabina e intenta tirar de la palanca que acciona la máquina, pero no tiene la fuerza necesaria. Cuando me ve, deja de intentarlo y se gira hacia la ventana. Acciono la palanca y la cabina comienza a moverse mientras nos quedamos en silencio. Me miro la mano horrorizado por cuanta sangre estoy perdiendo.

-¡Los mataste! No me puedo creer que lo hicieras... están todos muertos... -se gira y me mira enfadada- ¡Mataste a esa gente!

-Elizabeth...

-¡Eres un monstruo!- grita y me empuja.

-¿Que creías que iba a pasar? ¿Eh? ¿No entiendes los gastos que ha tenido que incurrir esa gente para mantenerte encerrada en esa torre? No te van a dejar ir sin más. Eres una inversión. No estarás segura hasta que estés lejos de aquí.

Elizabeth baja la mirada mientras medita lo que he dicho. Suspira y me mira melancólica.

-¿Has matado antes?- afirmo con la cabeza- ¿No te atormenta la sensación de culpa?

-Con el tiempo aprendes a vivir con ello.

Una pequeña lágrima comienza a caer por su ensangrentada mejilla y antes de que pueda pensar, acerco mi mano buena a su cara y se la seco. Los dos nos quedamos mirándonos mientras le acaricio levemente la mejilla y veo como Elizabeth se ruboriza. Me aparto rápidamente y agacho la mirada.

-Booker, ¡tu mano!- exclama con horror. Acto seguido, arranca un trozo de tela de su falda y me venda la mano intentando no hacerme daño.

-Gracias.

-Gracias a ti, por salvarme- responde con una débil sonrisa.

La cabina llega a su destino, un pequeño muelle en la parte trasera de un gran edificio. Nos acercamos y vigilamos por si vemos aparecer a alguien pero el lugar está vacío. Tras comprobar que todas las puertas están cerradas, me acerco a un escaparate y le disparo al cristal. El eco del disparo rompe la tranquila noche y Elizabeth se asusta, agarrándose a mi brazo. Luego me pega.

-Pero, ¿que haces? ¿Estás loco? ¡Alguien nos puede oír!

-¿Quién nos va a oír? A estas horas están todos durmiendo. Y este lugar esta apartado de la mano de Dios. Venga, entremos- digo mientras intento no reírme; el repentino enfado de Elizabeth ha sido gracioso.

Atravesamos el cristal intentando no cortarnos y nos encontramos en una tienda de ropa de la alta sociedad. Doy un respingo al ver movimiento pero solo es nuestro reflejo en un espejo; los dos estamos demacrados, manchados de sangre y con la ropa rota. Nos miramos mientras una amplia sonrisa nos cruza la cara al darnos cuenta la suerte que hemos tenido.

-En la puerta en diez minutos- le digo y ella asiente.

Miro la ropa por encima y escojo unos pantalones oscuros, una camisa blanca, un chaleco gris y una chaqueta a juego con los pantalones. Decido llevar una corbata roja para dar aspecto de ser de buena clase y no levantar sospechas. Arranco una tira de una falda color carne y me la ato en la mano derecha para tapar la herida y la cicatriz.

Espero en la puerta mientras me arreglo nerviosamente el pelo. Elizabeth me da un toque en el hombro y me vuelvo; lleva puesto un corsé blanco con un pronunciado escote y sobre el, una chaqueta azul oscuro con las mangas blancas. La falda, a juego con la chaqueta, deja entrever unas altas botas negras. Una gargantilla blanca con un pin de un pájaro alzando el vuelo adorna su cuello. Está impresionante.

Desgarros en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora