Los hijos de padres alcohólicos siempre volvemos al pozo.
Puede que la altura no sea como la de antes, pero aún seguimos sin distinguir el fondo.
Sus adicciones nos provocan un hambre de calma. Nos trastorna la idea de que un día apacible termine y el pasado comience a repetirse.
Y como si no fuéramos lo suficientemente malditos, somos incapaces de vivir bajo la idea de que un caos es algo que no se debe tener bajo un techo.
Tenemos un nudo en el estómago la mayoría de las veces, náuseas, sentimos que el cuerpo máquina movimientos y los distinguimos en cámara lenta. Ésa sangre que compartimos pareciese que intoxica nuestro sistema.
Por si lo olvidé.
Por si lo olvidaste.
Por si ellos volvieron a sentir el placer de ser el adicto.Estamos sobreviviendo a ellos.
No somos fuertes gracias a la causa de nuestra miseria, lo somos, porque no tenemos otra alternativa.