Capitulo 3

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Escribo las ecuaciones químicas que Penélope nos ha puesto en la pizarra en un enfermizo color verde, y mientras lo hago, me devano los sesos en busca de una posible idea que me de respuesta ala pregunta que tengo desde que mi profesora de química bajó por mí.
"¿Ahora que castigo me pondrán? "
En cuanto suena el timbre que marca el final de la clase, voy directamente con Hecuba y le cuento todo.
Básicamente, solo me dice uno que otro comentario, pero nada importante.
Las siguientes tres horas se me pasan en un santiamén, y lo único que recuerdo es que tengo tarea de historia y de matemáticas.
Salgo de la puerta principal y siento una gran alivio cuando me doy cuenta de que no tendré dos sanciones en un solo día. Busco a Hecuba entre la multitud, la localizo a unos cinco metros, la llamo y la tomo del brazo.
- Señor Problemas, lo había perdido de vista- dice Hecuba, traviesa.
- Hecu, siempre me alegra mucho saber que no dejas de animarme - le respondo.
- Charls, sabes que siempre lo he hecho.
-Tengo a una perfecta amiga.
-Y yo tengo como amigo a un perfecto imbécil que tiene un gran carisma - dice entre risas.
Eso en verdad que me encantó.
-Andando, vamos a casa, Hecuba.
Salimos al estacionamiento de la escuela, donde está el Chevrolet Spark verde de Hecuba. Yo tenía un Toyota Yaris azul (era de mi madre, pero yo también lo conducía), hasta que lo cambió por un Chevrolet Aveo, que no me gusta para nada. Subo al auto de Hecuba y supongo que nos vamos a casa.
Hecuba vive a unas diez cuadras de mi casa, pero le queda de paso mi hogar.
De repente, Hecuba se me queda viendo fijamente, tendiendo las llaves del Spark en mi mano.
-¿Que? - digo, con un poco de sorpresa - ¿Enserio quieres que conduzca?
- Claro Charls, conduce - dice ella, con un evidente tono de seguridad.
- Está bien, lo haré.
Me paso al asiento del conductor, enciendo el auto, quito el freno de mano y meto reversa. Una vez en posición hacia la salida, meto primera y salgo del aparcamiento. Miro a ambos lados para asegurarme de que no viene ningún carro, y me incorporo a la carretera. Meto segunda velocidad y comienzo a acelerar mas, cambio a tercera y mantengo la velocidad.
- ¡Vaya Charls, me impresiona la manera en que conduces!
-¿Como conduzco? -
- Pues cuando metes cambio de velocidad, mueves la palanca con mucho estilo - dice, emocionada.
- Es un estilo propio - respondo - ni mi madre ni mi padre conducen así, solo meten el cambio y ya.
Hablamos los diez minutos que dura el trayecto de lo ocurrido esta mañana, y de las miles de excusas que le pondré a mi madre antes de decírselo.
Me dedico a conducir por la carretera principal hasta doblar a la izquierda en la Rolling South, en la casa marcada con el número 22, mi casa.
Estaciono el auto de Hecuba frente al garaje, a mi madre no le molestará.
Eso si está en casa.
- Hecuba , pasa por favor - le digo con un tono amable.
- Gracias Charly, pero Tobias pasa por mi a las dos treinta.
- Está bien, será otro día - le digo, dándole las llaves del Spark.
Sube al auto y se va.
Entro a mi casa y encuentro un silencio de locos. Se podría oír caer un alfiler.
-Maaa - grito - ¿estás en casa?
Nada.
Subo a la segunda planta y, efectivamente, no está mi madre.
Supongo que aun no llega del trabajo; voy al garaje a ver si está el auto, pero no.
Me meto a la cocina y encuentro una nota en el refrigerador, colgada con ayuda de un imán.
"Llegaré a eso de las siete y media, te dejé dinero en el cajón de cubiertos"
Voy al lugar que se dicta en la nota y encuentro doscientos pesos que, supongo, quiere que los gaste en comida.
Subo a mi habitación a hacer el aseo y cuando entro, veo todo el desastre que dejé esta mañana. Mis zapatos que uso cuando me pongo traje, están en la mesita de noche, junto al cargador del Galaxy Note y junto al plato sucio de los hot-cakes que subí anoche a mi cuarto; mi ropa sucia está dispersa por toda la habitación; está todo hecho un lastre.
Me dispongo a poner el reproductor de música en el móvil, pero no está en mi bolsillo. Busco como loco, en cada rincón de la casa en el que estuve los últimos diez minutos, pero nada. Es entonces cuando alguien llama a la puerta.
La abro y descubro a Hecuba con mi Galaxy Note en la mano, con expresión burlesca.
- Ya entiendo por qué te mandan a detención - dice Hecuba, entre risas.
- Gracias - respondo, algo apenado - lo estaba buscando.
- Lo encontré bajo los pedales del auto.
- Gracias de nuevo, Hecuba.
- Ah, no hay problema.
Y se va.
Subo a mi habitación nuevamente y conecto mi celular vía Bluetooth al estéreo, busco en mi lista de canciones y selecciono el álbum "American Idiot " de Green Day.
Mientras se reproduce el álbum, meto prisa a ordenar mi habitación, porque iré con Jennifer al centro, y no quiero que mi madre me regañe por tener reporte de detención y por tener un cuarto tan mal ordenado.
Llegué a casa aproximadamente a eso de la 1:40, y ya son las dos treinta; supongo que con tanto quehacer en mi habitación, perdí la noción del tiempo.
Una vez que mi habitación está limpia (verdaderamente limpia) bajo a la cocina, cojo el dinero de la repisa donde lo había dejado y salgo a comprar algo de comida. El único lugar que se me ocurre, es un Seven Eleven que está a unas diez cuadras de aquí. Como quisiera que estuviera el Aveo aquí, así no tendría que caminar mucho. Pero creo que en el garaje está mi bicicleta. Voy directamente a la cochera y descubro que mi bicicleta si está, pero encadenada a tres metros del piso. A un lado del dispensador con el que lavamos el auto, encuentro un banco en el que subirme para desencadenar la bicicleta , lo coloco justo abajo de mi objetivo y me subo. Pongo la combinación del candado y la bicicleta se libera.
Mi cabeza da contra algo que está en el suelo, y se apagan las luces.
Y después, nada.

Hoja de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora