El invasor omega

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¡El entrometido omega de mi hogar no me deja en paz!

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¡El entrometido omega de mi hogar no me deja en paz!

El oscuro cielo tenue de toda luz de estrella reflejaba ya lo tarde que era.

Era una noche cansada después del trabajo, haberse independizado nunca había sido tan sencillo como pensó que lo sería, mucho menos se vería trabajando para una tienda de ropa femenina, después de tantas entrevistas.

"¡Gracias por tu compra!"

La cliente le miraba con aversión sin decir una palabra, aunque mantener una imagen positiva ya era difícil, sus ojos rebuscaban continuamente el reloj.

Quiero largarme ya...

Sus ansias de irse a casa hacían contraste con no querer si quiera dar un paso afuera del establecimiento. Ni siquiera quería pensar en lo que pasaría al llegar a casa.

...O mejor no.

"Finalmente es viernes.", mencionó Camila, una de las compañeras de trabajo, mientras bostezaba estirando ambos brazos, "No te estreses, unos minutos más y nos largamos por fin de aquí, Danielita."

Palmeo su espalda tratando de subirle el ánimo.

"Ah... viernes..."

Dos días completamente libres, era lo que necesitaba ¿No?

Los disfrutaría si no fuera por ese... maldito entrometido.

Cayó la noche y la jefa del lugar cerro la tienda bajando el portón, despidiéndose de Daniela y Camila. Ambas caminaron hasta la estación.

Por muy noche que fuera, las luces de establecimientos vecinos lo hacían menos temeroso.

"¿Que vas a hacer este fin de semana?"

"Quiero descansar... aunque dudo siquiera poder hacer eso."

"¿Y eso por qué? ¿Otra vez trabajo extra?", rio un poco.

"Eso sería lo menos peor que me podría pasar...", cubrió su cara con ambas manos.

"¿Huh? ¿Qué podría ser peor que eso? Venga, relájate."

Ni te lo imaginas...

Daniela suspiro desalentada y ambas abordaron el bus.

Esos pequeños viajes en camión por la noche serian lo más tranquilo que experimentaría en lo que restaba del día.

Minutos después Camila descendería del bus, despidiéndose de ella a través del retrovisor. Varios minutos después Daniela haría lo mismo.

Camino por las solitarias calles de su cuadra con algunas bolsas de comida, hasta llegar a una pequeña renta de departamentos.

Se detuvo enfrente de la puerta de su apartamento a punto de girar la perilla, inmóvil.

Ese idiota... sigue aquí.

Instintos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora