Preludio

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Tres patrullas se apresuraban por la calle cochabamba, a toda velocidad, mientras ella caminaba por el costado de tierra con sus bolsas de compras recién hechas, no había vereda entre los viñedos. Algo no estaba bien. Su corazón le oprimía el pecho. Comenzó a correr hacia su casa, dejando las bolsas tiradas en las vías. Ella sabía.

La familia González vivía en el lejano pueblo de Agrelo, en la provincia de Mendoza. Mamá Laura, Papá Ramiro, y las hermanas Emilia y Catalina, conforman esta familia argentina tipo. Ramiro solía vivir en la capital, pero cuando conoció a Laura en uno de sus viajes a las bodegas donde ella trabajaba, dejó todo por ella. Ambos decidieron quedarse en Agrelo, aún cuando a Laura la despidieron por su segundo embarazo, aunque esa no fue la razón que pusieron como causa. Ramiro se hizo cargo de la familia, con su humilde trabajo en otra de las bodegas del lugar. No ganaban mucho dinero, pero eran felices, los cuatro juntos en su pequeño paraíso. Sin embargo, la felicidad decidió marcharse un 14 de Julio de 2013, cuando el destino les arrebató a la más pequeña de la familia.

Emilia era la mayor de las dos hermanas, trece años en 2013, Catalina ocho. Hacia pocos días que había sido el cumpleaños de Emilia y Catalina, como la más chica de la familia, no dejaba de molestarla para que le prestara su nuevo buzo rojo. Los González eran humildes, y Catalina no había visto nada más bello en su vida que el nuevo buzo de su hermana.

El 14 de Julio de 2013, Ramiro partió a su trabajo en la camioneta Traffic blanca que pasaba a buscarlo, junto al resto de sus compañeros de la zona, ya que la bodega para la que trabajaba era de altura. Cerca del mediodía, Laura salió a comprar como de costumbre al almacén que quedaba a unas cuadras. Emilia quedaba a cargo de la casa. Como la adolescente en la que se estaba convirtiendo, ni bien su madre se encontró lejos de la casa, ella salió a buscar a su amigo de enfrente, y le pidió a Catalina que no salga de la casa, le informo que solo tardaría unos minutos. La pequeña ya estaba acostumbrada a estos desplantes de su hermana. Así que ni bien salió, fue a la habitación, se puso el buzo de la hermana y salió a esperarla en la vereda, solo para llamar su atención. El sol golpeaba fuerte para ser Julio y le gustaba el abrazo del calor en pleno invierno mendocino.

Emilia, volvió justo cuando la camioneta del trabajo del padre estacionaba en frente de la casa, poco antes del horario normal. Corrió lo más rápido que pudo por dos motivos, uno su padre había regresado, dos Cata tenía puesto su buzo nuevo. Ni bien pisó la vereda el padre empezó a gritarle, sobre sus responsabilidades y Emilia se la agarró con Catalina por usar su maldito buzo nuevo. La pequeña sin estar acostumbrada a tanto grito, salió por la puerta trasera corriendo hacia uno de los viñedos, todavía con el buzo rojo puesto. Al otro extremo del viñedo vivía la madre de Laura, la abuela favorita de Catalina, o al menos la que más veía. Nunca llegó a la casa de ella. Esa fue la última vez que la vieron.

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