epílogo.

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—¡Heeseung, Sunghoon! ¡Por el amor de Dios, bajen de ese árbol ahora mismo!

Los dos mellizos rieron alegremente y saltaron desde la rama en la que colgaban hasta el suelo. Yoongi ahogó un grito.

—¡Pequeños demonios! ¿Es que acaso quieren matar a su tío de un infarto?

—No seas cascarrabias, lo hemos hecho millones de veces y nunca nos ha pasado nada. —dijo Heeseung.

—¡Es verdad! Tú antes eras divertido, ahora no haces más que reñirnos!

Los dos niños asintieron y se cruzaron de brazos al mismo tiempo, reafirmando su sentencia.

—Seguiría siendo divertido si a alguien no se le hubiera ocurrido escalar la roca del claro y romperse un brazo mientras yo los cuidaba. Se acabó el Yoongi divertido, ahora solo queda el Yoongi que le tiene mucho miedo a su padre.

Sunghoon sonrió sin sentirse para nada culpable por el terror del mayor.

Los mellizos eran bastante traviesos, aunque era comprensible tratándose de dos pequeños de ocho años que se habían criado en el bosque. Cualquiera diría que eran gemelos, de no ser porque Heeseung era ligeramente más alto que su hermano, y que la cara de Sunghoon era algo más redonda. Ambos habían heredado el cabello negro como la noche de Taehyung, a juego con unos ojos oscuros cortesía de Jungkook. Eran el tesoro de la pareja.

—¡Chicos, la comida está lista!

Yoongi sonrió, su omega se veía tan dulce con ese delantal azul celeste y esa cariñosa sonrisa que se dibujaba en su rostro cada vez que veía a los revoltosos niños. No podía esperar a tener un montón de cachorros con Seokjin.

Como una exhalación, Sunghoon y Heeseung corrieron hacia la cabaña, dejando a un embobado Yoongi detrás. Suspiró, no tenían remedio. Caminó hacia su pareja, que le esperaba apoyado en el quicio de la puerta de la cabaña.

—¿Te han dado mucha guerra?

—Son como un huracán desquiciado. —se quejó.

Seokjin sonrió.

—Ven aquí y dame un beso, aguantar a esos enanos agota mis fuerzas.

El omega rió suavemente y se acercó con mirada seductora al alfa, rodeó su cuello con los brazos y acercó lentamente sus labios.

Yoongi estaba desesperado por sentir la boca de su compañero contra la suya, así que tomó posesivamente sus caderas y lo estrelló contra su cuerpo, sintiendo la calidez invadirlo cuando por fin se unieron en un apasionado beso. Labios moviéndose con avidez y lenguas explorando curiosas, como si no se conocieran ya de memoria todos y cada uno de los recovecos de la boca del contrario. Cuando se separaron, ambos estaban jadeando, embriagados por las sensaciones. Sus lobos jodidamente felices.

—Será mejor que entremos, Taehyung necesitará ayuda para poner la mesa y conseguir que los chicos se laven las manos. —habló Jin con la respiración agitada.

Yoongi asintió y tomó la mano de su compañero para adentrarse en la cabaña.

—¡Sunghoon, deja de lanzarle espuma a tu hermano! ¡Lavense de una vez!

Seokjin y Yoongi sonrieron, admirando la escena. Cada vez que Taehyung intentaba ponerse firme con los cachorros, una sonrisa cariñosa amenazaba con echar abajo su fachada autoritaria. No pegaba con él eso de ser firme, no cuando sus mejillas estaban sonrojadas y en su nariz había un rastro de esponjosa espuma. A pesar de todo, los chicos siempre intentaban comportarse con su padre, haciéndolo enfadar lo mínimo posible. Eran buenos niños que se preocupaban por él y que sabían que, con su avanzado embarazo, no era bueno que se alterase.

alpha's owner ☆ kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora