Capítulo 16

62 6 15
                                    

Siempre he dicho que cuando tocas fondo en la vida lo sabes. Sientes en lo profundo de tu corazón la intensidad de tus heridas, sientes lo bajo que caes, como tu cuerpo va en picada hacia abajo y ves la inminente caída como algo inevitable. Como algo que te dejará destrozada.

Supe que tocaría que fondo, que el golpe que me diera lo recordaría para siempre porque la cicatriz que iba a dejar sería enorme.

Pero estaba equivocada.

Porque mientras me caía me di cuenta de que el golpe final nunca llegó.

Cuando creía que todo había terminado un par de brazos me acogieron de frente y me arrullaron contra un pecho fuerte, pero de alguna manera, acogedor.

Reconocí de inmediato el aroma de aquella persona y la calidez embriagadora que transmitía su cercanía.

Cuando creí que caería, Silas me sostuvo. Estuvo ahí conmigo a pesar de todo.

Porque al quedar rodeada entre sus brazos, fui consciente de lo mal que me encontraba.

Silas —sollocé en un suspiro ahogado, sintiendo que me faltaba el aire.

Las manos de Silas me sostuvieron firmes y sus ojos analizaron mi estado con preocupación.

—Estás teniendo un ataque de pánico —comentó más para sí mismo que para mí.

Yo me esforcé por asentir mientras lo escuchaba maldecir. Silas miró por encima de la multitud en busca de algún lugar donde pudiera respirar. Las piernas aun me fallaban y en ese momento, como si él pudiera leerme el pensamiento, una de sus manos se coló por detrás de mi rodilla y la otra se situó en mi espalda para cargarme con una facilidad asombrosa.

Me dejé llevar a la vez que recargaba mi cabeza de su hombro, sintiendo como todo me daba vueltas. Silas nos condujo a ambos entre la muchedumbre hasta que logramos acabar en un pasillo oscuro con algunas parejas liándose. Me dejó sobre el suelo, pero dejando sus manos a cada lado de mi cadera para sostenerme porque aún sentía que mi cuerpo no me respondía del todo. El pánico me nublaba, me cegaba en todos los sentidos y me incapacitaba.

Sin embargo, nunca había llegado hasta ese punto.

Sentí que me ahogaba, pero Silas se puso a mi altura y me miró directo a los ojos, dedicándome una mirada tranquilizadora.

—Respira conmigo, preciosa. Estamos juntos en esto, no estás sola.

Sus ojos permanecieron conmigo y me esforcé en asentir con la cabeza. Entonces, Silas me ayudó a tomar aire, me ordenó cuando inhalar, cuando exhalar, manteniendo su mirada fija con la mía en todo momento, sosteniéndome.

Durante ese tiempo, me enfoqué en él, centré mi atención en solo una cosa mientras respirábamos juntos. Entonces sentí la presión de mi pecho ir disminuyendo, notando como el tapón en mis pulmones se abría para dar paso a ese anhelado aire que necesitaba para respirar.

Me fui sintiendo mejor, y cuando por fin noté que podía tomar aire con normalidad, el temor también se fue aligerando.

Pero después de la calma, siempre viene la tormenta y aquella tranquilidad de haber pasado por el pánico hizo que todas mis emociones vinieran de golpe, y lo que sentía era un huracán tremendo de tantas cosas.

La amiga que estaba haciendo tenía como mejor amigo a mi violador.

Y estaba aquí.

Era información que no podía procesar.

Pero en ese momento no pensaba en eso. Pensaba en lo que me hacía sentir el chico que tenía frente a mí, ese chico al que había besado, con el que me había restregado minutos antes contra un pasillo como este y me dejaba llevar por algo que iba mucho más allá de un deseo físico.

El día que aprendí a amarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora