Jungkook se había puesto varias alarmas seguidas para asegurarse de despertar cuando debía. Pensándolo en retrospectiva no había sido necesario, porque ya llevaba despierto más de media hora cuando sonaron, tumbado en la cama con los ojos cerrados y fingiendo descansar cuando, en realidad, lo único que podía oír era el pesado latir de su corazón en la oscuridad.
Fuerte.
Reverberante.
Preparado. Como el chocar de los guantes de un boxeador antes de salir al ring.
Ese sonido, constante y seguro, le acompañó mientras salía del Centro y se despedía de Minho, que le abrazó y, aunque no lo dijo en voz alta, sus ojos destellaban de un orgullo que se parecía al que solía despertar en los de Jieun. Le acompañó durante el viaje en coche con Taehyung, que le regaló de parte de Minki un dibujo de una medalla de oro y le relató lo mucho que el niño había llorado cuando no le dejó ir a los Juegos con ellos. Mientras Jungkook se reía, enternecido, los latidos estaban allí, y le acompañaron también durante todo lo que duró el viaje en avión y la llegada a la sede en la que competiría.
Estuvieron presentes durante los días que siguieron. Pronto, aquel sonido que le había despertado se confundió con el de los tambores de la inauguración de los Juegos, con el de los aplausos del público, con el de las pisadas de los corredores. Pronto dejó de ser sólo suyo y se unió al latido del resto de deportistas reunidos en aquella sede. Todos al unísono, en un bramido abrumador con la calidez que sólo una pasión compartida podía despertar. Con la emoción que sólo una vida destinada a prepararse para ejecutar una rutina perfecta en un fugaz momento determinado, sin importar los sacrificios, sin importar los límites, podía sentir.
Por eso, cuando el rugido cesó, Jungkook supo que, para él, había llegado ese momento.
Las gradas estaban llenas de gente. Más de la que había visto nunca junta en un mismo lugar. Y, tras el anuncio del comienzo de la rutina del primer gimnasta, representante de Filipinas, acababan de sumirse en un silencio tan atronador que casi era más impresionante que el ruido que podían hacer.
Llevaban dos días allí. Durante ese tiempo, Taehyung y él habían ido a ver otras competiciones y a apoyar al resto de representantes de Corea del Sur. Sin embargo, Jungkook juraría que era la primera vez que el lugar se silenciaba de aquella manera.
Y, joder, no le extrañaba. Ver a ese gimnasta girar sobre las barras era todo un espectáculo y, si este no fuera el momento más importante de su vida, lo habría dejado todo sólo para mirarle.
Se movía con gracilidad, con delicadeza. Su estilo era algo agresivo, pero de alguna manera resultaba agradable. Sus manos se agarraban y se soltaban de las barras como si no costase esfuerzo alguno, como si su cuerpo estuviera tan acostumbrado a volar entre ellas como a dormir o a comer. Jungkook ya sabía que el nivel al que se enfrentaría allí sería estratosférico, pero...
A través del fino material del uniforme, sintió la suave palma de una mano posándose sobre su espalda.
Todos los músculos del cuerpo se le relajaron al instante.
—¿Dónde estabas? —preguntó sin girarse.
—Hablando con otros entrenadores. —le respondió Taehyung.
—Has tardado poco. ¿Algo interesante?
Taehyung negó con la cabeza. Estaba detrás de él, así que Jungkook no lo vio, pero pudo sentirlo por la forma en la que su cuerpo vibró un poco con el movimiento.
—Son un poco más confiados que los que conocí en Corea. —dijo. —Todos creen que tienen al mejor gimnasta. Creo que es una especie de estrategia para intentar bajarles la moral al resto.
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Olympic - TaeKook
FanficLos Juegos Olímpicos son dentro de nueve meses y Jeon Jungkook, la promesa de Corea del Sur, está preparado.