Capítulo Único

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Desde que Martín finalmente dejó de resistir a los encantos (que nunca admitiría) que Luciano tenía, gastaba mitad del tiempo muy ocupado sintiendo una extraña calidez en el pecho (y demasiado placer en la cama) para pensar acerca de cualquier cosa.

Pero la otra mitad la pasaba preguntándose ¿por qué?

Solo ¿por qué diablos estaba con alguien tan boludo? Una carita bonita y un cuerpo tonificado no podrían valer la pena tanto así.

Miró una vez más a Luciano, acostado en la cama, sin blusa, con el pelo desordenado y la mirada intensa del.

Carajo, claro que vale la pena, aquel maldito bombón, pensó Martín, retorciendo la cara y rodando los ojos.

— ¿Te vas a venir ya, rubiecito? — preguntó Luciano, mordiéndose el labio inferior, viendo al otro sentarse en sus dedos, quería verlo sentarse en otra cosa, mucho mejor, pero la vista era demasiado buena para interrumpir.

— En tus sueños, ya no puedes hacerme acabar tan rápido.

— Oh, en serio, puedo hacer que te venga sin siquiera tener que meterte nada. — Luciano respondió, moviendo los dedos.

Duvido. — Martín tuvo la audacia de hablar en portugués para provocarlo, mismo sin aliento.

— Mi pija en tu oído. — replicó Luciano, carcajando, estaba esperando la oportunidad de decir eso durante mucho tiempo.

— Mentira que dijiste eso.

— Oh, dije. — Luciano sonrió con picardía.

— Ok, ya no haremos sexo hoy. — habló Martín, pero, contradiciéndose, siguió subiendo y bajando lentamente, sintiendo los dedos dentro de él y salivando ante la sensación.

— Ejem, sé que quieres el palo-del-Brasil.*

— Dios mío, solo empeora... — lloriqueó Martín.

— Ven pronto, siéntate en mi Picasso y vamos a hacer arte.

Fue el peor jugo de palabras que ya he escuchado en la vida, pero se concentró en algo diferente.

— Oh... ¿no dijiste que me harías acabarme sin ponerlo en mí? Ahora quiero ver ¿o solo estabas fingiendo ser muy bueno?

A Martín le gustaba bromear, no dudaba de Luciano, sabía muy bien que podía hacerlo, pero era bueno probar los límites. Luciano era competitivo consigo mismo y no se contenía en tratar de superarse a sí mismo cada vez.

— Sabes que puedo hacerlo, mi amor. — habló Luciano, sacando los dedos. Martín estremeció, fuese por el apodo que pocas veces usaba el moreno o por la repentina falta de estimulación.

— Así que demuéstralo.

Luciano giró, acostando a su novio en la cama, Martín no era necesariamente leviano, pero era fácil de manipular, y Luciano amaba eso.

El rubio ya estaba sin ropa y la vista de él acostado a su merced siempre sería una de las favoritas de Luciano. El moreno aún vestía shorts y, aunque sea incómodo, incluso prefirió quedarse con ellos ahora, al menos así no olvidaría su misión de hacer al otro venir sin penetración.

Martín podría ser atractivo... y era fácil para Luciano no pensar y olvidarse de sus objetivos cuando él empezaba a actuar así en la cama, receptivo, dócil, apasionado...

Empujó las piernas del otro contra su pecho pálido, detrás de las rodillas.

— Ya que quieres jugar a la Pillow Princess, al menos sostén sus piernas así. — habló Luciano sonriendo, Martín resopló, pero obedeció.

Yo dudo (BraArg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora