Capítulo 7: Hoy no me puedo levantar.

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Un horrible dolor punzante apareció en tu cabeza. Lentamente abriste los ojos. Ya era de día. Todo tu cuerpo se sentía pesado y dolorido. El estómago daba vueltas a su antojo. Tenías la boca pastosa, y apestaba a alcohol. Te incorporaste un poco y un vago recuerdo llegó a tu mente al ver la botella sobre el escritorio. Resoplaste y te llevaste la mano a la cabeza, negando suavemente. La resaca era espantosa, necesitabas despejarte y tratar de recordar qué hiciste anoche. Miraste levemente al suelo y visto un extraño objeto, tu móvil, o más bien lo que quedaba de él. Te agachaste y alargaste tu mano, para recogerlo. Cuando te moviste te asustaste. Otro cuerpo parecía estar en la cama contigo, no recordabas quién era, ni lo que hacía allí. Te miraste a ti misma, dándote cuenta de que estabas en ropa interior. Instintivamente te cubriste con las sábanas y giraste lentamente la cabeza, intentando ver quién era esa persona que dormía plácidamente a tu lado. Cuando viste una melena pelirroja sobre la almohada pegaste un salto.

-¡Ahh!- Gritaste, cayendo de la cama.

Marilyn se incorporó de inmediato debido al susto y se asomó para verte en el suelo, con una expresión confusa y tal vez asustada.

-¿Pero, pero qué rayos haces tú aquí?- Preguntaste, levantándote de suelo.

Ella frunció el ceño.

-Oh Dios mío, ¿Qué pasó ayer? ¿Por qué estoy semidesnuda contigo en la cama?- Estabas nerviosa e intentabas hacer un esfuerzo por recordar, pero nada de lo que pasó la noche anterior pasó por tu cabeza. Lo último que recordabas era dar un trago a esa botella.

- Qué curioso, ayer esas tú la que me pidió que me quedara contigo.- respondió, mientras se ponía sus gafas, saliendo de la cama. Al menos ella estaba vestida.

Negaste profusamente con la cabeza. El rápido movimiento provocó más dolor aún. Te sentaste en la cama, no quitando la mano de tu dolorida cabeza.

-¿Qué dices?- Preguntaste incrédula. Tú jamás le hubieras dicho algo parecido, aunque en ese estado, cualquier cosa podría haber pasado. Un escalofrío recorrió tu cuerpo al pensar qué tipo de cosas ocurrieron ayer.

-¿No te acuerdas de nada?- Marilyn se sentó en la cama y pareció como si evaluara tu estado. La miraste avergonzada y volviste a sacudir la cabeza, esta vez con movimientos más lentos.

-Pues... No.- Afirmaste. -No habremos... ¿Verdad?- La respuesta te asustaba.

-Claro que no.- Contestó.

Suspiraste aliviada, pero aún con más preguntas en la cabeza.

-Al parecer necesitas que te invite a cenar antes, o eso decías.- Su tono era un poco irónico, y esbozó una pequeña sonrisa.

No sabías si era por la resaca, pero se te revolvió el estómago. ¿Qué? Tu cara empezó a sonrojarse rápidamente.

-Oh, Dios...- Murmuraste, enterrando la cara en las sábanas.- No puedo recordar nada.- Admitiste.

-Deja que te lo explique.- Ella se levantó de su sitio y se sentó a tu lado. Tú te moviste ligeramente más lejos de ella.

-No sé si quiero oírlo.- Te lamentaste, con la voz amortiguada por las sábanas.

-Estaba tranquilamente leyendo en mi cuarto, cuando oí un golpe fuerte en tu habitación. No suelo preocuparme, pero me pareció extraño y fui a ver qué pasaba.

Asentiste ante la explicación, levantando un poco la cabeza.

-Lo que me encontré fue a una chica terriblemente borracha. Ni siquiera podías mantenerte en pie. Por lo visto, un tal Brad te llamó por teléfono y decidiste que era mucho mejor beber que afrontar los problemas como una persona adulta.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora