Capítulo 8: Pasaba por aquí

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La mañana del sábado empezó bien. No había rastro de la terrible resaca del día anterior. Larissa te prestó un teléfono nuevo, para remplazar al que seguía en la unidad de quemados. Parecía que todo el asunto de Brad y Emily había ocurrido hacía décadas. Tal vez de no ser por esa llamada, seguirías lamentándote por las esquinas. Curioso que un hecho tan horrible, haya movido algo en tu interior, tan fuerte como para empezar a pasar de esos imbéciles.

Ya por la tarde, caminabas tranquilamente por los terrenos de la academia. Los cristales grises que te pusiste a ti misma desaparecieron. Ahora eras capaz de ver la luz y los colores de las cosas. Una ola de optimismo te cubrió por completo. Casi podías sonreír. A lo lejos divisaste el viejo invernadero. Dejaste de caminar y te quedaste mirándolo. No sabías por qué, pero te entraron unas ganas terribles de pasarte por allí.

-Sarah.- Reconociste la voz de tu tía detrás de ti. Apretaste un poco tus puños. Ya estabas a punto de dirigirte al invernadero.

-Hola, Larissa.- Dijiste desganada.

-Parece que te encuentras mejor.- Te dijo, apoyando una mano en tu hombro. Hiciste un movimiento involuntario.

-Oh, sí, desde luego.- Dijiste, mirando al que iba a ser tu destino.

-Me alegro.- Dijo tu tía con un suspiro.

Estabas deseosa por marcharte. Tu tía parecía aparecer siempre en el momento menos adecuado.

-¿Querías algo?- Preguntaste, impaciente,

-Bueno, estaba buscándote para comentarte algo.- Empezó, comenzando a caminar.

-Tú dirás.- Dijiste, caminando junto a ella.

-Como profesora debo decirte que el lunes tendrás una nueva alumna.- Te comentó. No te pareció algo tan importante como para interrumpir tu paseo. –Probablemente te acuerdes de ella, es la hija de los Addams.

Sí, te acordabas. Tu familia conocía a la suya. Cuando eras pequeña solías pasarte por su casa. Una familia muy peculiar, y una niña más peculiar todavía.

-Oh, vale...- Suspiraste. Larissa arqueó las cejas, esperando probablemente alguna respuesta un poco más expresiva.

-Tan emocional como siempre.- Dijo tu tía, rodando los ojos. -¿Te apetece que tomemos un café?- Preguntó, cambiando su tono.

-Esto... Yo iba a...- Buscaste una excusa, sorprendiéndote a ti misa por querer seguir tu camino a toda costa.

-¿Interrumpo algo?- Preguntó bajando un poco el tono, intentando averiguar si estabas tramando algo.

-No, no.- Contestaste rápidamente. – Sólo estaba dando un paseo.

-Está bien, te dejo tranquila.- Dijo, alejándose poco a poco. Notabas su mirada inquisitiva en tu nuca, pero seguiste caminando, fingiendo indiferencia.

Miraste hacia atrás para comprobar que efectivamente se alejaba y suspiraste aliviada, volviendo a caminar hacia el viejo invernadero.

Viste movimiento a través de los cristales y te quedaste quieta por un momento. En el fondo no querías reconocer que te apetecía verla. Podías ver su figura a través del viejo cristal, pero no podías ver exactamente que estaba haciendo.

Haciendo un gran esfuerzo llamaste a la puerta, que estaba cerrada parcialmente.

Unos pasos se acercaron hacia tu posición, terminando de abrir la puerta. Marilyn parecía estar vestida para el trabajo y obviamente se sorprendió al verte, sonriendo un poco confusa.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora