Saliste de la ducha sintiéndote un poco mejor. No es que le quitaras importancia a la trampa de tu tía, pero decidiste intentar comportarte mejor, para evitar este tipo de situaciones. Te vestiste mejor de lo que lo habías hecho antes, y te miraste al espejo.
-Muy bien, Sarah, a ser una adulta.- Te dijiste a ti misma mientras te peinabas.
Unos golpes en la puerta de detuvieron, soltando el peine por el susto. Resoplando, fuiste hacia la puerta y abriste el cerrojo, asomándote tímidamente. Marilyn estaba ahí, no te dijo nada, sólo sonreía. Suspiraste aliviada y abriste del todo la puerta.
Te asomaste, pasando por su lado y miraste a los lados. Tras comprobar que no había Larissas a la vista, la cogiste de la muñeca y tiraste de ella hacia dentro.
Cerraste la puerta inmediatamente. Marilyn se colocó bien las gafas, mientras jadeaba de la impresión.
-¿Pero qué...?- Dijo sorprendida.
- Yo sé lo que hago.- Dijiste tú, interrumpiendo. Por un momento te acercaste a ella y la miraste detenidamente. Diste una vuelta a su alrededor, observándola cuidadosamente, con el ceño fruncido.
-¿Sarah?- Preguntó. Su tono no era molesto, si no en cierta manera divertido.
Te pusiste frente a ella y te acercaste un poco, mirándola fijamente a los ojos. Sin pensártelo dos veces la besaste, pillándola desprevenida. No fue un beso tranquilo, sino uno nervioso e inseguro. Ella no se apartó y te le devolvió, agarrándote por la cintura. Cuando viste su reacción te apartaste, con una sonrisa de alivio en tu cara.
-Lo siento, tenía que asegurarme.- Dijiste a la pelirroja, que te miraba con los ojos muy abiertos.
-¿Asegurarte de qué?- Preguntó riendo sorprendida.
-De que tú, fueras tú.- Dijiste, mirándola ahora más cálidamente.
-No entiendo nada.- Suspiró, devolviéndote la mirada.
-Mi tía va por ahí haciéndose pasar por gente. Toda precaución es poca.- Comentaste mientras te sentabas en la cama. -¿Querías algo, guapa?- Preguntaste insinuante.
Marilyn sonrió y notaste un ligero rubor en sus mejillas.
-No, en realidad, sólo pasaba por aquí.- Contestó, imitándote a ti el otro día en el invernadero, mientras se sentaba a tu lado.
Ninguna de las dos hablasteis durante un minuto.
-He estado pensando.- Empezó ella, evitando tu mirada. Tú te moviste un poco, esto iba a ser interesante.
-Ajá.- Dijiste para animarla a continuar.
-Quizás no sea tan mala idea intentarlo.- Dijo, con un hilo de voz, llevando su mano a la suya.
Tus ojos se iluminaron. En realidad no os conocíais tanto, pero de alguna forma te sentías unida a ella. Era una de esas sensaciones que te instaban a no rendirte. Lo mismo te sucedió con Emily. Pensarlo te provocó un escalofrío.
-¿A qué viene ese cambio de idea?- Preguntaste, fingiendo cierta indiferencia.
-Bueno, en realidad no lo sé, sólo sé que quiero intentarlo. Creo que eres una chica que vale la pena, aunque no lo parezca en absoluto.
Resoplaste ante ese comentario y asentiste interesada. Suavemente te inclinaste hacia ella y besaste, esta vez lentamente, disfrutando de la sensación de sus labios contra los tuyos. Realmente se sentía mejor que cualquier beso anterior. Era lento, cálido, tierno. Tus nervios empezaron a alterarse cuando se apartó un poco, acariciándote la mejilla.
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Las cenizas de un corazón roto
AdventureTu nombre es Sarah Weems. Tu tía te insintió para que ocuparas el puesto de profesora de arte en la academia Nunca Más, pero tú lo rechazaste. Vivías tu vida en Boston junto a tu novia, Emily. Todo cambió después de pedirle matrimonio. Ella rechazó...