Capítulo 11: Quemar el pasado

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Saliste de la ducha sintiéndote un poco mejor. No es que le quitaras importancia a la trampa de tu tía, pero decidiste intentar comportarte mejor, para evitar este tipo de situaciones. Te vestiste mejor de lo que lo habías hecho antes, y te miraste al espejo.

-Muy bien, Sarah, a ser una adulta.- Te dijiste a ti misma mientras te peinabas.

Unos golpes en la puerta de detuvieron, soltando el peine por el susto. Resoplando, fuiste hacia la puerta y abriste el cerrojo, asomándote tímidamente. Marilyn estaba ahí, no te dijo nada, sólo sonreía. Suspiraste aliviada y abriste del todo la puerta.

Te asomaste, pasando por su lado y miraste a los lados. Tras comprobar que no había Larissas a la vista, la cogiste de la muñeca y tiraste de ella hacia dentro.

Cerraste la puerta inmediatamente. Marilyn se colocó bien las gafas, mientras jadeaba de la impresión.

-¿Pero qué...?- Dijo sorprendida.

- Yo sé lo que hago.- Dijiste tú, interrumpiendo. Por un momento te acercaste a ella y la miraste detenidamente. Diste una vuelta a su alrededor, observándola cuidadosamente, con el ceño fruncido.

-¿Sarah?- Preguntó. Su tono no era molesto, si no en cierta manera divertido.

Te pusiste frente a ella y te acercaste un poco, mirándola fijamente a los ojos. Sin pensártelo dos veces la besaste, pillándola desprevenida. No fue un beso tranquilo, sino uno nervioso e inseguro. Ella no se apartó y te le devolvió, agarrándote por la cintura. Cuando viste su reacción te apartaste, con una sonrisa de alivio en tu cara.

-Lo siento, tenía que asegurarme.- Dijiste a la pelirroja, que te miraba con los ojos muy abiertos.

-¿Asegurarte de qué?- Preguntó riendo sorprendida.

-De que tú, fueras tú.- Dijiste, mirándola ahora más cálidamente.

-No entiendo nada.- Suspiró, devolviéndote la mirada.

-Mi tía va por ahí haciéndose pasar por gente. Toda precaución es poca.- Comentaste mientras te sentabas en la cama. -¿Querías algo, guapa?- Preguntaste insinuante.

Marilyn sonrió y notaste un ligero rubor en sus mejillas.

-No, en realidad, sólo pasaba por aquí.- Contestó, imitándote a ti el otro día en el invernadero, mientras se sentaba a tu lado.

Ninguna de las dos hablasteis durante un minuto.

-He estado pensando.- Empezó ella, evitando tu mirada. Tú te moviste un poco, esto iba a ser interesante.

-Ajá.- Dijiste para animarla a continuar.

-Quizás no sea tan mala idea intentarlo.- Dijo, con un hilo de voz, llevando su mano a la suya.

Tus ojos se iluminaron. En realidad no os conocíais tanto, pero de alguna forma te sentías unida a ella. Era una de esas sensaciones que te instaban a no rendirte. Lo mismo te sucedió con Emily. Pensarlo te provocó un escalofrío.

-¿A qué viene ese cambio de idea?- Preguntaste, fingiendo cierta indiferencia.

-Bueno, en realidad no lo sé, sólo sé que quiero intentarlo. Creo que eres una chica que vale la pena, aunque no lo parezca en absoluto.

Resoplaste ante ese comentario y asentiste interesada. Suavemente te inclinaste hacia ella y besaste, esta vez lentamente, disfrutando de la sensación de sus labios contra los tuyos. Realmente se sentía mejor que cualquier beso anterior. Era lento, cálido, tierno. Tus nervios empezaron a alterarse cuando se apartó un poco, acariciándote la mejilla.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora