Incertidumbre.
Entre toda la amalgama de sentimientos que lo invadían en ese momento, era una de las predominantes.
Temor.
Situaciones como la que iba a enfrentar siempre concluían en resultados poco convenientes.
Curiosidad.
¿Qué podría ser esta vez?
Aquella sencilla pregunta, que englobaba mas de un significado, daba vueltas en su mente y mermaba sus pretensiones. Entretanto, alrededor, una ordenada actividad humana se desenvolvía con rapidez, ignorando por completo a aquel joven inmerso en sus pensamientos.
Mientras caminaba, rememoraba los eventos transcurridos hasta hace pocas horas.
La sexta flota navegó por la zona económica exclusiva bajo los primeros rayos del sol, rumbo al puerto.
Él formaba parte de la tripulación de la nave capital, y junto a sus compañeros, se encontraban de pie sobre la cubierta, ansiosos por llegar, descender del barco y pasar desapercibidos entre la agitación típica de otro día en el oficio naval.
Tras una exitosa operación de atraque y un corto trayecto por la rampa de desembarque, fueron recibidos por el bullicio de las actividades matutinas en los muelles, la indiferencia casi total de los marineros en tierra y la sensación de presión producto de la férrea disciplina que imponía la marina sobre sus efectivos.
Irónicamente, tanto él como muchos en la tripulación llevaban sonrisas relajadas, formando un buen humor colectivo que mantuvieron en todo su camino hasta los cuarteles. Esto, debido a una recompensa silenciosa que aguardaba por ellos en las oficinas de división.
Muchos habían cumplido más de un año ininterrumpido de servicio.
De acuerdo al reglamento de la institución, tenían derecho a solicitar un merecido período de licencia de un máximo de dos semanas, libres de toda responsabilidad militar.
No era una concesión justa, considerando el excesivo sobreesfuerzo que se exigía al momento del deber. Pero aceptarla o no, eran las únicas opciones disponibles.
Para algunos, como Rachel, era más que suficiente.
Tan pronto culminó con sus obligaciones restantes, se encaminó a realizar los trámites necesarios para su licencia, junto a otros oficiales que tenían las mismas intenciones. Y cuando obtuvo el documento que autorizaba su salida de la base, se dirigió a esta, y esperó pacientemente su turno para presentar el preciado papel, poner ambos pies en territorio civil y largarse echando zancadas antes de que cualquier inesperada eventualidad ocurriera y lo forzara a quedarse .
Lo que no calculó es, que dicha eventualidad ya esperaba por él, desde mucho antes que hiciera acto de presencia en tierra firme.
Cuando extendió su permiso a los guardias que custodiaban la salida, estos revisaron el contenido, y tras una rápida lectura, uno de ellos explicó:
"Órdenes del contraalmirante. El teniente Rachel Obvenerat no podrá abandonar la base bajo ninguna circunstancia. Debe presentarse en su oficina, con el informe respectivo de sus actividades en la flota a la que fue asignada, antes de las 1000 en punto".
La sonrisa que había llevado durante toda la mañana se esfumó de inmediato.
El guardia le devolvió su permiso, invitándolo a hacerse a un lado y permitir el paso de otros oficiales. Rachel, con el documento de licencia en sus manos, se alejó lentamente, escondiendo tras una expresión vacía sus abundantes conflictos contra aquel improvisado mandato. Aún así, se comportó como un marino responsable, regresando a los cuarteles para elaborar el parte de su trabajo y acudiendo a su reunión imprevista antes del horario estipulado.
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Forbidden Fruit
Fanfiction¿Que tan bajo estarías dispuesto a caer a cambio de la eterna felicidad...?