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Peter pasó la primera tarde después de la partida de su padre escondido debajo de la mesa de la sala de estar, pegado a su gameboy, ya que los planes de Steve de ir al parque se vieron frustrados debido a que la tormenta se estaba acelerando afuera. Solo salió de debajo de la mesa para tener una incómoda y silenciosa cena con Steve. No hablaron mucho. No por falta de interés de parte de Steve, pero Peter temía que si abría su boca para algo más aparte de comer, no sería capaz de cumplir su promesa a Tony de no iniciar una discusión.

Al final, Steve solo le sonrió tristemente cuando Peter preguntó si tenía permitido acostarse temprano.
Mientras yacía en la cama, viendo a las estrellas que brillaban en la oscuridad pegadas en su techo y escuchando el sonido del viento, Peter no pudo evitar imaginar cómo sería si él y Steve se llevaran bien. La idea era absurda, pero una vez que la pensó, el resto de sus pensamientos rondaron alrededor de maratones de películas, visitas al zoológico o al parque de diversiones, y ese viaje en motocicleta que Steve le había prometido.

Débilmente, justo cuando estaba a punto de quedarse dormido, otra pregunta apareció en su cabecita. Peter se dio cuenta que, de hecho, nunca le había preguntado a su papá cómo fue que él y Steve se enamoraron. A Steve le gustaban los deportes, canciones realmente viejas con pianos y trompetas, y pintar. A su papá le gustaba dormir hasta tarde, música ruidosa con muchas guitarras y hombres con cabello largo y desordenado gritándole al micrófono, y los robots. Peter realmente no lo entendía.

Con el misterio de los adultos enamorados en mente, Peter cayó dormido solo para ser abruptamente despertado por un fuerte golpe. Sus ojos se abrieron de golpe, su corazoncito latiendo rápido en su pecho.
Desorientado, miró a su alrededor. Todavía estaba muy oscuro, y se preguntó cómo había sido capaz de caer dormido con el ruido de la tormenta rugiendo afuera. Fue entonces cuando cayó un rayo y su habitación fue intensamente iluminada por un segundo. Asustado, saltó fuera de la cama y abrió la puerta del cuarto de un golpe. La luz se derramaba desde la cocina hacia el pasillo.

—¿P-papá? ¿Papi? —llamó. Había sonidos raros saliendo de la cocina. Peter dudó un momento. Sin embargo, su curiosidad lo volvía imprudente, y, aferrado a su animal de peluche, abrió la puerta con cuidado para revelar...

—¿Steve?

Peter entrecerró los ojos en confusión mientras analizaba el escenario que se le presentaba. Algo muy malo estaba pasando aquí.

Steve estaba sentado en el piso de la cocina, agachado, como si estuviera intentando convertirse en una pequeña bola. Temblaba y tenía la cabeza entre sus rodillas. A su alrededor, sartenes y ollas yacían en el suelo. Parecía que se habían caído del estante. Ese debe haber sido el fuerte ruido que lo despertó, concluyó Peter. La puerta de la refrigeradora estaba entreabierta, y un cartón de leche medio vacío yacía de costado frente a ella, la leche desparramada por todos lados.

—¿Steve? —repitió Peter tímidamente, porque Steve no había reaccionado cuando lo llamó por primera vez. 

Toda la escena inquietó a Peter. La cocina era un desastre, ni siquiera su papá lo aprobaría, y Peter estaba solo con un tembloroso e inconsciente Steve. Cuando el adulto se sacudió violentamente con el siguiente relámpago y envió otro sartén por los aires, Peter tuvo la idea de huir y esconderse. Estaba a punto de salir del cuarto cuando escuchó un sollozo. Paró en seco. Perplejo, echó un vistazo a la cara de Steve, la mitad escondida, y se dio cuenta que ¡estaba llorando! Grandes y gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. No parecía un adulto en absoluto.

El corazón de Peter casi se detiene. En pánico, vio a su alrededor, y sin saber qué hacía, cerró la puerta de la refrigeradora, corrió a la oscura sala de estar y tomó la primera manta que vio. De manera torpe, envolvió los hombros de Steve con ella.

Sobre fuertes de mantas y zapatillas deportivasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora