IV. Un trato beneficioso

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A la mañana siguiente, me despierto con la luz del sol entrando de manera abrupta por la ventana del dormitorio.

—Despierta, borracha dormilona —oigo a Ryden decir.

Como respuesta, se gana un gruñido de mi parte.

Siento sus manos sobre mis hombros. Un calor reconfortante me recorre la espalda al sentirlo.

—O te despiertas o te tiro de la cama —me susurra con su boca pegada a mi oreja.

Me giro para mirarlo a la cara y pronto proceso que estamos muy cerca, a centímetros de su boca.

Lo miro a los ojos.

—Vete a la mierda —murmuro con voz ronca.

Estaba a punto de volver a darme la vuelta sobre el colchón, pero las firmes manos de Ryden sobre mi cadera me obligan a mantenerme estática en mi lugar.

—No creas que la resaca me ha hecho olvidar que tenemos una conversación pendiente. Así que hazme un favor y levanta de esa cama antes de que mande a la mierda la conversación que tenemos pendiente y no te deje salir de la cama en toda la mañana.

Yo lo miro y no puedo evitar que una pequeña sonrisa maliciosa me surque el rostro.

—Pues por lo que estoy notando ya me estás reteniendo en la cama.

Él me da una mirada un poco más oscura y siento sus manos ceñirse un poco más sobre mi cadera. Una repentina sensación de deseo se acumula en la parte baja de mi abdomen.

Es imposible que alguien me atraiga de una manera tan clara en tan poco tiempo.

Ninguno de los dos se mueve durante los primeros instantes, pero después él se comienza a acercar más hacía mi y yo no puedo evitar mirar a sus labios de manera directa. Siento cómo se rozan durante un instante.

De repente, la alarma que indica la hora de levantarse suena.

Nos separamos el uno del otro con rapidez.

Me levanto de la cama aún sintiendo la adrenalina y el calor por mi cuerpo. Siento la mirada de Ryden sobre mí, quemándome de arriba a abajo. Aún con el deseo corriendo por mis venas, decido tomar el camino de la sensatez y no hacer nada con él.

Cuando entro al salón donde tengo que dar mi primera clase del día, me doy cuenta de que el sitio donde ayer se sentó junto a mí Ryden está vacío y que el mío está ocupado por la chica con la que me crucé ayer. Amelie era su nombre, creo recordar.

Me acerco hacía el sitio de Ryden y me siento en él sin tomar mucha importancia. Tengo dos motivos para ello: no creo que se presente a está clase, por lo que el sitio va a estar libre y estoy al lado de la única persona que conozco aquí.

—Tu eres Katherine, la chica de ayer, ¿verdad? —me pregunta la castaña.

Asiento con la cabeza.

—Amelie, ¿cierto?

—Sí, esa soy yo —responde con una sonrisa en el rostro.

Estaba dispuesta a seguir la conversación, pero la figura masculina de un hombre que oscila los cuarenta años, aparece por la puerta. Esfumando con su presencia todas mis posibilidades de hablar con Amelie.

Aquel señor comienza a dar un breve repaso sobre las clases anteriores, para después apuntar cosas en la pizarra como un loco.

Resoplo internamente ante la idea de tener que plasmar todas esas palabras en el folio de mi libreta. Aunque es lo que acabo por hacer, ya que si no voy a clases y no tomo apuntes voy a necesitar un milagro para poder aprobar.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora