Cuando llegamos al hotel donde se celebra el evento de la empresa del padre de Ainhoa, observo impresionada cada detalle. Mi casera, encargada de la organización de la fiesta, ha hecho un trabajo estupendo.
El lugar es impresionante. Un hotel de 5 estrellas con una decoración increíble. El interior es especular. Pero la terraza semicubierta donde han preparado la zona de picoteo... me deja sin palabras. Es de noche y está repleto de diferentes lucecitas, bombillas y farolillos que le dan un toque mágico. Y estufas, muchas estufas.
Nada más acceder a la terraza, se nos acerca un camarero con esmoquin y una bandeja para ofrecernos algo de beber. Los tres cogemos una copa de vino blanco, menos Ainhoa, que refunfuña y va a buscar agua.
La veo alejarse y admiro lo elegante que parece. Ha elegido un mono rojo, largo y de manga larga también, entallado. Lo combina con unos tacones negros y un abrigo del mismo color. Su pelo, semirrecogido y con unas ondas naturales.
Yo he optado por un conjunto que me he comprado esta misma mañana. Pantalón y americana abierta, con un corsé sugerente pero elegante de encaje, todo rojo, como Ainhoa. El mismo color para mis labios. El pelo, en una coleta baja, lisa, con la raya al medio.
Nacho viste un traje sencillo, gris, con una divertida pajarita de colorines. Pol, como siempre, me deja sin palabras.
Ha escogido su traje azul, el que se puso la primera vez que cenamos en el restaurante de Nacho. Lo combina con unas deportivas blancas (pese a la discusión que tuvo con Ainhoa, quién quería convencerlo para ponerse unos zapatos) y una camisa blanca, esta vez, perfectamente abotonada.
Ainhoa vuelve con una copa de agua y su padre agarrado a su brazo. Es fácil adivinar el orgullo que se esconde en la mirada de su progenitor. Está deseando ser abuelo.
Cuando se acercan a nosotros, saluda con verdadero cariño a Pol y a Nacho. A mí, ante mi sorpresa, me envuelve en sus brazos.
—Ai, Sariña. Cuantísimo tiempo sin verte, y eso que siempre has sido una más de la familia.
Me dejo abrazar y recuerdo lo mucho que adoraba a este hombre en mi infancia. Mi padre siempre fue serio y formal. El de Ainhoa, debo decir que también. La diferencia de este es que, cuando estaba con nosotras, se transformaba. Se convertía en un niño más. Se unía a nuestras carreras por la playa. Pintaba conchas con nosotras. Nos cargaba, una en cada brazo, y corría desde la arena hasta la orilla, mientras nosotras gritábamos, para luego soltarnos en el agua y empaparnos.
—Lo mismo digo, Antonio. Tengo que felicitarte. En seis meses serás un abuelo estupendo.
La emoción crece en sus ojos.
—Me muero de ganas. Voy a ser el abuelo más orgulloso del mundo —y nos regala una sonrisa enorme.
Al poco, aparece la madre de Ainhoa. En su caso, ella era la exigente de los dos. Pero también cariñosa y alegre. Charlamos todos juntos, nosotros cuatro y ellos dos. Nos preguntan por nuestros estudios y trabajos. Me pongo nerviosa cuando Antonio, el padre de Ainhoa, le pregunta a Nacho si no tiene novia. Pero este parece muy relajado.
—No, novia no. Tengo novio.
Mis compañeros de piso y yo, lo miramos sorprendidos ante su sinceridad.
—¡Anda! —exclama Antonio —. No lo sabía. Eso hay que celebrarlo, Nacho. Luego brindamos.
Vale. Confirmamos que adoro a este señor.
—Y tú, Pol... ¿No tienes ningún novio o novia en tu vida? —murmura la madre de Ainhoa. Reconozco en ella la misma mirada curiosa que en su hija.
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La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]
RomanceSegunda parte de la biología. _____ Sara lleva tres meses en Madrid. Sara ha reído, ha vivido, ha soñado y se ha enamorado. Sara ha besado a Pol. Y luego ha huido. Pol lleva tres meses ensanchando su colección de sonrisas. Pol ha fluido, ha luchado...