PROLOGO

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Cuando era pequeña tenía la tonta idea de que un príncipe azul tocaría a mi puerta –o bueno, a la puerta de la casa de mi tía –y dejaría de compartir cama con mis primos, porque si, en ese momento y desde que tenía memoria mi madre, padre, y yo, vivíamos con la hermana de papá, madre soltera de tres hijos en espera de un cuarto, que jamás se había casado o tenido una relación semi formal.

Una pequeña casa en la provincia, con tres habitaciones de tres por tres, dos camas, un baño, y una cocina que al mismo tiempo era comedor, que al mismo tiempo era tendedero, que al mismo tiempo era sala, para que te hagas una idea, era perfecta si solo era una persona, no era nuestro caso. La comida siempre escaseaba si tenias cuatro niños en crecimiento que alimentar y a una embarazada, y era por eso, que mi pequeña yo de 9 años pasaba las tardes en la casa de la vecina viendo películas de caballeros y princesas.

La señora Muller era una anciana de sonrisa amigable que me regalaba galletas de chispas de chocolate caseras, aun recuerdo el sabor del dulce derretirse dentro de mi boca, y creo que ahí nació mi insana adicción al chocolate, me traía buenos recuerdos. Ademas de galletas, la señora Muller me regalaba cuatro euros todas las tardes, que en ese entonces era una fortuna en mi inocente imaginación.

No lo entendí, ¿Por qué regalarle dinero y galletas a alguien que no era tu familia? ¿Por qué ser educada y cordial si no compartíamos ningún vinculo? Por desgracia lo entendí un par de años luego de su muerte cuando por la ventana miraba como su familia peleaba por sus pertenencias, a pesar de haber tenido hijos y nietos, siempre estaba sola, comprendí que con contarle mis fantasías y sueños irreales la sacaba de su tristeza constante.

A los doce años comprendí que no tendría a mi príncipe azul, lo hice cuando mi primo Max, un año mayor que yo, destrozó mi cuaderno de dibujos, junto con los pocos lápices de colores que me quedaban –regalo de la señora Muller –delante de mi, ¿Por qué? Por accidente durante la cena anterior se me había escapado el detalle de que había reprobado dos materias en la escuela, su madre, como era de esperarse, le regañó. A la mala aprendí dos cosas importantes, la primera:

Los hombres eran idiotas

La segunda; sin importar que, no debía de meterme en asuntos que no me correspondían.

A los 14 años todo cambio, fui consciente de la verdadera situación, y me pregunte como había sobrevivido tanto tiempo, mama ya no podía seguir lavando y planchando ajeno por el dolor en las articulaciones, y claro por su embarazo de alto riesgo, papá no ganaba lo suficiente, y aunque sonara grosera la tía Harriet era incapaz de permanecer con las piernas cerradas, eh ahí el motivo del porque esperaba un quinto hijo, el caos reinaba, el llanto de los más pequeños era lo único que se escuchaba por las noches y yo ya no podía huir hacia la señora Muller por que... ella se había ido.

Trabajaba por las tardes haciendo limpieza en una antigua bodega de trigo, descubrí que era alérgica a la pelusa, pero aun así no deje de trabajar, me pagaban cinco euros por hora, de lunes a viernes, y durante los fines de semana daba tutorias a un par de hermanos que no entendían absolutamente nada de inglés, ganaba quince euros la hora, por cada uno, gracias a que vivían en lo que yo solía llamar, la colina de los ricos, 235 euros a la semana, 940 al mes... digamos que... aprendí a sobrevivir por mi propia cuenta.

Por desgracia ese mismo año Ansel, un año menor que yo, mellizo de Astrid, había sufrido un accidente, al parecer se había fracturado una pierna jugando fútbol con los demás niños del pueblo... creo que en ese momento las cosas se torcieron.

Dinero era lo que más se necesitaba, y cuando acudieron a mi, para pedirme muy amablemente mis ahorros que en eso entonces rondaban los 11 200 luego de un año de trabajo duro... mentí, dije que no tenía nada, que había perdido una parte, y que la otra la había gastado en la escuela en trasporte y chocolate, unas lagrimas después no fue muy difícil que me creyeran...

Ven, se los dije... las cosas se torcieron, pero Max me había enseñado a no meterme a asuntos que no me correspondían. Y creo que el karma llegó, porque a los 16 a papá lo despidieron, para eso entonces el único sustento en la casa eramos maximilian que trabajaba luego de la escuela en un taller, la tía Harriet, que por loco que parezca había conseguido trabajo de camarera en un restaurante, y yo, mama estaba en casa cuidando a la hija de casi dos años de la tía, y claro... a la suya, de aproximadamente la misma edad, tambien deje de ahorrar y el dinero de las tutorías iba directamente a la panadería para poner pan en la mesa... aunque los ahorros del año anterior permanecían enterrados en el jardín hasta que llegara el momento adecuado.

Las cosas volvieron a empeorar si eso era posible, a astrid se le detecto diabetes tipo 1, y todos nos dispersamos, mamá y papá tomaron a mi hermana y se la llevaron a dos horas del pueblo, encontraron un buen trabajo en el que les alcanzaba para que ellos tres pudieran vivir bien.

¿detectaron la incongruencia en esa oración? Ellos tres... no existía un, nosotros cuatro, supongo que a mi yo de 16 años le partio el corazón eso, ¿Qué padres dejarian a su hija? Me convencí de que yo podía por mi propia cuenta. La tía tomo a los mellizos y a la niña de apenas dos años recien cumplidos, tres de sus cinco hijos, y se mudaron a un pequeño pueblo en Belgica, dejo a Maximilian, y a su otro hijo, Izak, un pequeño de once años y llamativos ojos azul grisaceo en la casa en la provincia, algo muy dentro de mi se alegro de saber que no era la unica abandonada, debí suponer que algo estaba mal en mi con ese pensamiento.

En cuanto a mi, papá solía mandarme 200 euros por mes, y mientras todos los acontecimientos previos relatados pasaban yo continue estudiando y trabajando, conseguí una beca parcial en una de las muchas universidades en Munich... llegó el momento de sacar el dinero de la tierra, y lo hize.

Idiotamente crei que todo estaría bien, que podria estudiar, tener un título, un sueldo con muchos ceros, y que toda mi infancia sería solo motivación para lograrlo, por unos meses así fue, el dinero de mis ahorros se gastó los primeros meses en pagar el alquiler, trabajaba por las noches y estudiaba en el día... era una vida bastante cansada pero podía sobrevivir. Y asi fue por unos meses.

Durante ese lapso de tiempo me permiti ser algo egocentrica al pensar que lo había logrado, creo, si mi memoria no esta alterando las cosas, que dure aproximadamente un año con ese estilo de vida, un año en el que aprendi demasiadas cosas que sin saberlo, me servirian en un futuro.

Pero ser egocentrica es malo, mentir es malo, alegrarme de las desgracias de otros es malo, y creo que lo que obtuve fue algo llamado, castigo divino, por que todo se fue por la borda unos dias despues de pasar el año.

Las cosas se complicaban cada vez más, la conbinación de tanto al mismo tiempo me absolvio y no pude reaccionar, tuve que dejar la escuela al ya no tener dinero, y dedicarme completamente a saldar deudas. Mi yo de 15 años estaría tan desepcionada de ver en lo que me convertí.

Y esa era la unica razon de por que estaba ahí, justo ahora.

MUNICHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora