-JUNKYU POV-
-Es imposible -dice Teume, y tras dar un ligero empujón a la laptop, se deja caer en mi cama.
Es noche de viernes. Estamos en mi habitación porque se supone estoy enseñándole a Kim Teume a jugar Minecraft, pero parece ser que no termina de entenderle del todo.
El verla recostada en mi cama, frotándose los ojos pues ha de sentirse agotada después de estar casi cuatro horas sentada frente a la computadora, hace que me sienta frustrado. Hemos ya intentando que aprenda a jugar League of Legends, Overwatch, Free Fire, Call of Duty y Minecraft, pero parece ser ninguno de ellos termina de ser de su agrado.
Y estoy empezando a temer no tengamos nada en común.
Retirando las manos del teclado, y dando la vuelta a la silla, me deslizo a su lado, y terminamos recostados, lado a lado, mirando ahora al techo de mi habitación. Suspiramos al mismo tiempo.
-Bueno, al menos puedes decir que lo intentaste.
-¡Pero no quiero solo intentarlo! –dice Teume, visiblemente exasperada, y para que comprenda lo delicado de la situación, da un golpe en el colchón-. Quiero que de verdad tengamos esta oportunidad de compartir algo.
Entiendo por qué lo hace. Es muchísimo más de lo que nadie ha estado dispuesto a hacer por mí. Nunca, en todos mis años de vida. Y en verdad se lo agradezco, y de verdad deseo que encontremos algo que funcione y le apasione, pero al mismo tiempo no quiero que por obligarse a encontrar un videojuego que ambos disfrutemos, al final, no terminemos divirtiéndonos para nada, y se sienta más como una obligación.
Se supone que jugar debe distraernos y darnos momentos de adrenalina y felicidad. Y en estos momentos, ninguno de los dos se demuestra feliz, ni emocionado.
-Tú hiciste más que intentarlo, Junkyu –dice Teume, y procede a tomarme de la mano, aunque sigue con la mirada clavada en el techo-. Era un café todo pintado de rosa, y las bebidas tenían corazoncitos en los popotes. La música de ambiente era melosa. Además, hiciste el esfuerzo por vestir de pantalón, camisa, y zapato de vestir. Saliste de tu zona de confort, y lo hiciste solo por mí. Así que tengo que devolverte el favor. Por qué me importas. Me importas mucho.
No puedo evitar sonrojarme. Definitivamente el invitarla a aquella cita el fin de semana pasado fue algo que está completamente fuera de lo que suelo hacer (no solo pasar tiempo fuera de la casa, sino vestirme como dios manda), pero lo hice simplemente por el gusto de hacerla feliz.
Quién diría Teume tiene ese espíritu competitivo por devolverme el favor.
Entonces, una bombilla se enciende en mi cabeza.
Quién diría Kim Teume es competitiva.
-Hay algo que no hemos intentando –digo, al tiempo que doy un leve apretón a su mano, con lo que nos giramos, para vernos mutuamente-. Mario Kart.
Doy un suave tirón a su mano, y con ello, hago que los dos nos incorporemos. Mientras Teume reposiciona las almohadas de mi cama para que podamos recostarnos en ella confortablemente, yo me apresuro a encender el switch y el televisor, así como ofrecerle el control color rosa.
Mario Kart resulta ser el juego más sencillo de explicar de aquella noche. Es un juego de carreras. Tomar las cajas da ventajas momentáneas, así como trampas que puedes usar para afectar al enemigo. Gana el que llegue primero a la línea de meta, después de dar tres vueltas a la pista.
Teume escoge a la princesa baby Peach (no tiene por qué decírmelo, pero sé lo ha hecho porque tiene un vestido rosita, además de una corona), y yo escojo a baby Mario, para que vayamos a juego.
La suerte de principiante hace que Teume gane la primera carrera. Emocionada como nunca antes la había visto, me pide juguemos de nuevo.
-¡Estás dejándome ganar a propósito! –dice Teume, en aquel puchero adorable, cuando la segunda y tercera carrera las gana ella también.
-¡Te juro que no! –es mi respuesta. Y lo peor es que es cierto. Quién diría Kim Teume resultaría una excelente jugadora para el Mario Kart.
Le pido la revancha. La carrera cuatro y cinco las gano yo, con lo que es ahora Teume quien me pide volvamos a jugar, y así, tras ganar yo la carrera seis, ella gana la siete y ocho.
Con aquella sonrisa de suficiencia, Teume procede a hacer un mic drop con el control de switch.
-Pequeña presumida –le digo en un tono adorable, al tiempo que yo también suelto el control, y me abalanzo sobre ella, para hacerle cosquillas.
-¡No, Kyu! ¡Basta! –dice mientras sonríe, intentando no reír. Esa sonrisa que le ilumina el rostro y la hace ver tan hermosa. Esa sonrisa por la cual salí de mi zona de confort y decidí invitarla a aquella cita. Esa sonrisa por la cual, una vez más he dejado al tímido Kim Junkyu atrás, y aprovechando Teume está dando manotazos en el aire, para hacer que pare, me apuro a entrelazar mis dedos entre los suyos, teniéndola ahora firmemente aprisionada entre la cama y yo.
Teume me mira. Fijamente. Aparte de la música colorida del menú principal de Mario Kart, no se escucha nada más. Parece ser ambos estamos conteniendo la respiración.
-Creo que ya descubrí otra cosa en la que puedo ganarte –le digo, intentando aligerar la tensión del ambiente.
-¿Qué cosa? –pregunta Teume, expectante.
Mis ojos bajan a sus labios, y creo ella ha entendido lo que está por ocurrir, puesto que también procede a mirarme la boca.
-Si hiciésemos una competencia de besos, estoy seguro de que te ganaría.
-Eso no tiene sentido –dice, riendo por lo bajo, aunque aún con los ojos fijos en mis labios-. ¿Qué se supone que vas a comparar?
-La manera en que cuando tú me beses a mí, yo te daré las gracias, y la manera en que cuando yo te bese a ti, me pedirás lo haga de nuevo.
-¡Pero es que eso no tiene sentido! –insiste Teume, pero yo ya no escucho.
Incapaz de contenerme, me limito a abalanzarme sobre su boca, y presionar sus labios contra los míos. Es un beso largo, profundo y... húmedo. Para cuando termino de besarla y necesito retirarme para permitirnos a ambos el volver a respirar, Teume dice entre jadeos.
-Puedes... ¿Puedes besarme de nuevo?
Sonrío con suficiencia antes de volver a besarla.
Definitivamente he ganado yo.
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De cómo TREASURE se le declaró a KIM TEUME
FanfictionSerie de one-shots para activar el delulu interior.