Era un día especialmente lluvioso en el Bosque Avidya. Cuando llovía, todo parecía teñirse de un verde aún más brilloso. Árboles, senderos, hasta las rocas cubiertas por musgo. Las gotas de agua decoraban el paisaje como pequeños cristales, arrancando destellos por doquier.
Por suerte, sólo era lluvia. No había tormenta, ni truenos, ni viento. Bajo el aguacero, guareciéndose bajo un árbol de espeso follaje, Tighnari agradeció a los dioses por ese favor. La lluvia le agradaba, pese a tener algunos puntos desagradables, como el tener que untar más aceite de lo normal en su cola y sus orejas para que estas no se mojaran, o el tener que tomar más turnos de patrullaje por los guardias forestales nuevos que aún no estaban tan preparados como para enfrentarse a los terrenos resbalosos producto del agua. Por suerte no era nada tan terrible, y un baño de agua fría de tanto en tanto, no era algo para preocuparse. Mientras no hubieran truenos, todo estaría bien.
Una insistente gotera en su hombro era lo único que perturbaba la completa paz del lugar. Con los ojos cerrados y valiéndose de su incomparable audición, el joven Guardia Forestal pudo disfrutar de un momento de soledad. Sabía que vendrían días un poco más atareados que de costumbre, ya que tendría que compatibilizar su trabajo con la nueva misión que le había encomendado la Arconte Dendro en persona. Había intentado negarse amablemente, pero la Reina había insistido. "Será un enriquecimiento para el alma y mente también, como el regar una planta nutre tanto sus raíces como sus frutos", había dicho.
Pues nada. ¿Quién era él para oponerse a la voluntad de una diosa?
Luego de que habían logrado desbaratar exitosamente el plan malévolo de la Academia, muchas cosas habían cambiado en Sumeru. Para la tranquilidad de Tighnari, la Reina menor Kusanali estaba al tanto de las necesidades de su gente y todo apuntaba a que el futuro que le esperaba a su nación estaba lleno de bendiciones. Sin una conspiración que manejar o el inminente peligro de la Academia intentando controlarlo a él y a sus seres queridos, había logrado encontrar tiempo para sí mismo y sus propias aficiones, por fin. Hasta ese momento, el joven zorro no había notado lo mucho que le hacía falta tener un poco de tiempo libre. Le estaba costando trabajo acostumbrarse a esta nueva rutina y a descansar de vez en cuando, pero nada que el paso del tiempo y los constantes recordatorios de Collei no pudieran subsanar.
Uno de los cambios más importantes que habían tenido lugar en Sumeru era el nuevo Gran Sabio electo, de forma casi unánime. A Tighnari no le había sorprendido. No tenía demasiado conocimiento acerca de esa persona, ni había interactuado directamente en muchas ocasiones con él, pero al menos sabía que era alguien sensato, eficiente y fiel a sus principios, siendo esta última una característica que pocos sabios manejaban por su exceso de ego y el amor a la fama o el dinero. Además, semanas luego de su nombramiento, Alhaitham había estado citando a reunión a todas las personas influyentes de la nación con el objetivo de conocer todas las perspectivas posibles respecto de lo que implicaba estar a cargo de la Academia. Dentro de ellos, también había llamado a una muy sorprendida Collei y a su maestro, por supuesto, como los representantes de los guardias forestales. Había sido una reunión extensa y algo aburrida, para él, pero al menos pudo notar el interés verdadero que emanaba del hombre por entender lo que era la vida en el bosque y las necesidades de sus habitantes. Poco tiempo después de ese encuentro, la Arconte Dendro lo había mandado a llamar para afinar algunos detalles diplomáticos, y le había encomendado la misión a la que había intentado negarse.
El Gran Sabio, por sugerencia de su Reina, había decidido visitar todas las regiones de la nación para poder experimentar en persona aquello que no podían entregarle los libros. ¿Cómo podría ayudarle a una Diosa a dirigir un país completo si no tenía los conocimientos adecuados?, las vivencias en carne propia eran las mejores lecciones que se podían aprender, algo que a Alhaitham le había costado trabajo comprender, pero finalmente había tenido todo el sentido del mundo para él. Ya llevaba un tiempo en este largo viaje, y en el último lugar del itinerario estaban el Bosque Avidya y la villa Gandharva, por ser de los lugares más cercanos a su propia residencia. Tighnari sería el encargado de recibirlo, darle alojamiento y enseñarle todo lo que pudiera respecto a la vida en la naturaleza a la que él estaba acostumbrado, por todo un mes.
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Besado por el trueno.
RomanceTighnari recibe un encargo de la mismísima Arconte Dendro. Sin embargo, este encargo se irá haciendo cada vez más y más personal. Créditos de portada: @ameame_san https://twitter.com/ameame_san/status/1602301651716837378/photo/1