Único

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— Hobi hyung, ¿por qué soy el último en enterarme que en dos días te vas al ejército? —dice Jimin y se coloca muy cerca de Hoseok—. Habíamos acordado ir los dos juntos y ahora te vas y ni siquiera me avisaste. Además, no estás al límite de edad y ya quieres irte.—frunce el señor y cruza los brazos.

­— Jimin-ah, si te calmas prometo explicarte todo. — Hoseok le dedica una tierna sonrisa a Jimin, luego posa ambas manos sobre sus mejillas y empieza a acariciarlas suavemente con sus pulgares. El rostro de Jimin se pone del color de un tomate y su corazón empieza a latir con demasiada fuerza, tanto así que piensa que su hyung puede escuchar los latidos. Esa sonrisa, esos hoyuelos, lo tienen enamorado desde la primera vez que lo vio en el salón donde impartiría clases de breakdance. Jimin, quien enseña danza contemporánea, había llegado un mes antes que Hoseok.

— Bu-bueno, está bien. Te escucho, Hobi hyung. — el mencionado suelta las mejillas de Jimin y toma su mano para ir hacia las sillas que estaban frente a ellos y así poder platicar cómodamente.

Hoseok suspira. — Bueno, sé que habíamos prometido ir ambos al ejército, porque somos mejores amigos, pero soy mayor que tú y... Jimin-ah, y hay tantas cosas que quiero hacer y el asunto del servicio me tenía muy estresado, así que decidí enfrentarlo de una vez.

— Pudiste decirme y nos íbamos ambos, hyung. — el menor posa una mano en el muslo del mayor y le da un ligero apretón.

— ¿Y quitarte la oportunidad de que representes a la academia en el concurso de danza contemporánea que organiza el estado? No soy un egoísta, Mimi. ­— Hoseok mira a Jimin y entrecierra los ojos un poco.

— Si me decías no participaba y ya. — Jimin empieza a morder la uña de su dedo gordo y, tímido, agacha la mirada.

— Tonterías, sé que es uno de tus más grandes sueños.

Tenerte a ti es mi más grande sueño. Piensa Jimin, pero no tiene la valentía de decírselo.

Ambos se quedan en silencio y Hoseok opta por revisar su teléfono, respondiendo los mensajes que sus alumnos le habían mandado. Ellos se habían enterado, quizás antes de Jimin, que su profesor iba a enlistarse, gracias a un compañero que le ponía más ganas a propagar chismes, que a los pasos que enseñaba su maestro, para armar una buena coreografía. Hoseok se toma el tiempo de responder los mensajes que sus queridos alumnos le mandaban.

— Hyung. — llama Jimin, queriendo ver a quién Hoseok le respondía mientras tiene una sonrisa en la cara.

—¿Mmm? — le responde el mayor.

— Ya que estoy molesto porque básicamente fui el último en enterarme que te vas, quiero que hoy vayamos a comer y a beber algo. Y no aceptaré un no— los ojitos de Jimin se cierran mientras le dedica una hermosa sonrisa, con su corazón latiendo no tan fuerte como hace un momento.

— Quiero pizza y cerveza. Una pizza para mí solo. Tú pagas todo. — Hoseok apaga su teléfono y le dedica a Jimin un puchero, lo que hace que sus hoyuelos se noten.

Como quisiera tocarte los hoyitos, y los del rostro también. Jimin suelta una pequeña risa ante su comportamiento de adolescente hormonal.

— Lo que mi hyung pida.

*

Ese mismo día, por la noche y luego de terminar cada uno sus asuntos pendientes, se dirigen a una pizzería que queda cerca del departamento de Jimin. El departamento de Hoseok no queda tan lejos tampoco. Jimin, como prometió, le compra una enorme pizza americana a su hyung. Hoseok le da una enorme sonrisa.

Lo que daría por ver esa sonrisa todos los días de mi vida. Jimin recuesta su mejilla en la palma de su mano y suelta un suspiro.

Hoseok toma su teléfono. Quiere tomarle fotos a la enorme pizza que le compró Jimin y por supuesto, a su amigo también.

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