Me desperté y abrí los ojos, lo primero que noté fue la humedad en la almohada. Había babeado durante la noche, lo cual era asqueroso. Pero eso no fue lo que me despertó. Fue Júpiter, mi hermano menor, que me estaba mirando fijamente. Era escalofriante. Aparentemente esperando que yo hiciera el desayuno esa mañana.
Lo eché de mi habitación sin muchas ganas mientras me levantaba con mi pijama que tenía algunos agujeros por las polillas. Descongelé algunas papas precortadas que probablemente tenían muchas cosas menos papas. Calenté el aceite y, siendo torpe como siempre, apenas iba a poner las papas en la sartén cuando una gota de aceite caliente cayó en mi mano.
"La puta que me parió", exclamé en voz baja, porque Júpiter estaba cerca y se asustaba fácilmente con los gritos. Terminamos comiendo "casi papas" fritas y un huevo cada uno. Después, como era mi deber, envié al pequeño a cambiarse para la escuela, al igual que yo tenía que hacerlo. Como casi siempre, me puse un gorro de lana para tratar de tapar mi cabello pelirrojo. Mamá no me permitía teñirme el pelo, pero lo odiaba y deseaba arrancarme cada cabello, uno por uno con una pinza.
Fuimos a la parada del autobús, con Júpiter, como siempre en silencio. Lo dejé en su escuela y caminé unas pocas cuadras hasta llegar a la mía, donde encontré a Sabina, mi única amiga en la escuela. Ella era la primavera: linda, extrovertida, llena de vida y colores. Yo era el otoño: frío y carente de todos esos hermosos colores.
"¡Matteo!, ¡Matteo!, ven aquí", me tomó del brazo y me arrastró lejos de la entrada de la escuela. Me contó en detalle cómo Lyam, el chico más popular de nuestra escuela, había estado engañando a su novia Valeria con una chica de otra escuela. Lo describió con mucho detalle, aparentemente Valeria le había contado todo. Cuando terminó de hablar, nos dimos cuenta de que estábamos llegando tarde, de nuevo me tomó del brazo y me llevó hasta el salón como si yo no supiera donde estaba parado.
"¿Sabes que puedo ir solo, verdad?", le dije, lo cual solo provocó que apretara mi brazo con más fuerza mientras sonreía. Siempre era tan enérgica, mientras que yo podía quedarme dormido en cualquier momento.
Me llevó hasta nuestro salón y nos sentamos en la parte trasera. Sabina ignoraba el protocolo escolar, llevaba una falda plisada de color pastel con medias largas de gatito y una camisa blanca. Ningún miembro del personal se atrevía a decirle nada, ya que tenía un promedio perfecto de diez y era bastante querida en la escuela. Ella y yo nos conocíamos desde hace tantos años... ¿Por qué éramos tan diferentes? Sabía la respuesta, pero no venía al caso en ese momento.
El profesor Gutiérrez se percató de nuestra tardanza y se acercó molesto.
"¡Flores y Miller! ¿Qué andaban haciendo que era más interesante que mi clase?", exclamó.
Viejo choto. Solo habíamos tardado diez minutos, como si hubiera hecho algo tan cautivador en su clase. Todos los demás dejaron de hacer sus cosas para ver qué pasaba. (Por cierto, hola, yo soy Flores).
Ambos nos quedamos en silencio y con una mirada de desaprobación, el viejo Gutiérrez regresó a su escritorio y Sabina empezó a murmurar de nuevo, haciéndome notar la ausencia de Lyam, lo cual le llamaba la atención, ya que solía contarme todos los chismes de la semana.
Pero, ¿quién es Lyam? Si le preguntaras a cualquier persona, probablemente obtendrías una de estas tres respuestas:
A) Es la estrella del equipo de vóley masculino.
B) Es la promesa de la escuela.
C) Está re bueno.
Pero personalmente, yo añadiría una más.
D) Es un idiota.
Lo he escuchado más de una vez en los vestuarios comparando su pija con la de los demás o haciendo chistes homófobos. Es gracioso, ¿No? Además, ha engañado a todas y cada una de sus novias. Simplemente un idiota.
Sin embargo, debo admitir que físicamente está bien, tiene un buen abdomen y sus rizos me hacen babear...
"¿Escuchaste lo que acabo de explicar?" me preguntó Sabina, sacándome de mi fantasía con Lyam.
"Más o menos" respondí. Ella suspiró frustrada y volvió a explicarme.
"Dentro de dos días es el cumpleaños de Valeria y ella me invitó, así que irás conmigo" dijo Sabina.
"No sé si pueda, es que Júpiter... " empecé a decir, antes de ser interrumpido por ella.
"¡Shh! Conozco los turnos de tu mamá, ella puede cuidarlo un día, y tú puedes salir de tu casa para variar" interrumpió Sabina.
Suspiré y apoyé mi cabeza en el escritorio. Tenía razón, mi mamá estaría trabajando de noche en esos días, así que ella podría acostar a Júpiter y luego irse a trabajar.
" Además, no puedo ir sola, y a mi mamá le encantas " agregó Sabina.
Hice una pequeña pausa y respondí.
" Me rindo " dije, y luego apoyé mi cabeza en el banco. No podía destacar nada más del día en clase. Mi cabeza había estado sobre el banco durante las clases y los recreos, ni siquiera presté atención a lo que Sabina me comentaba de vez en cuando.
Salí de la escuela y fui directo a casa. Por el camino compré algunas golosinas con el dinero que me había sobrado del día. Cuando llegué, pasé directo a mi habitación, sin saludar a nadie ni con las ganas de hacerlo. Me sentía exhausto. Tal vez ir a esa fiesta me haría bien, pero nunca lo sabría si no iba.
Decidí ir y comencé a planificar todo desde ese momento. Pensé en cómo me iba a vestir, cómo iba a saludar, qué cosas iba a decir... era un esfuerzo extra para mí, pero quería hacerlo. Tal vez la fiesta sería una buena oportunidad para cambiar mi ánimo y salir de la rutina.
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Un otoño sin hojas.
Teen FictionUn chico pelirrojo lucha con su identidad y se enamora en secreto de otro chico. Una historia conmovedora sobre aceptación, amor y valentía frente a la adversidad.