AnyaMudarse a la ciudad siendo una familia de brujas... en pleno siglo XXI... fue, sin duda, la peor decisión que mis padres han tomado en su vida. Y eso incluye la vez que decidieron adoptar a un gato con complejo de ninja que destruyó la cortina del salón en una sola noche. Ahora estoy aquí, en medio del caos urbano, rodeada de bocinazos, luces cegadoras y un sinfín de personas que parecen estar siempre corriendo. ¿Por qué nadie en esta ciudad camina a un ritmo normal?
-Anya, ya basta de refunfuñar -me dice mamá, como si fuera tan fácil.
-No estoy refunfuñando -miento descaradamente mientras miro el enorme y gris edificio que, para mi desgracia, es ahora mi nueva universidad-. Solo estoy expresando mi descontento de manera... vocalizada.
-¿Vocalizada? -repite John desde el asiento trasero, como si acabara de descubrir una nueva palabra para su repertorio de burla. Mi gemelo tiene el don de convertir cualquier cosa que digo en motivo de chiste.
-Sí, vocalizada -le respondo, girándome para fulminarlo con la mirada-. Algo que deberías intentar, en lugar de gruñir como un cavernícola y fastidiarme todo el tiempo.
-Anya... -me reprende mamá con su tono de paciencia infinita.
-Paz, hermanita, paz -responde John, levantando las manos en señal de rendición-. Acepto mi derrota ante tu superioridad léxica.
Papá suelta una carcajada desde el asiento del conductor. Genial, ahora soy la fuente de entretenimiento familiar. Perfecto.
-Anya, cariño, la ciudad no es tan mala como piensas. Hay museos, cafeterías abiertas toda la noche... -dice mamá, Eliana, desde el asiento del copiloto, girándose hacia mí con su mejor cara de optimismo. Mis ojos ruedan antes de que pueda evitarlo. ¿La ciudad no es tan mala? Tal vez no para alguien como ella, que ha decidido ignorar lo absurdo de este plan.
En serio quiero arrancar el tapizado del auto con las uñas.
-Y hordas de gente dispuesta a arrollarte si te detienes por un segundo en la acera -añado, cruzando los brazos.
-¿"Hordas"? -pregunta Ian, mi hermano menor, que parece fascinado con mi elección de palabras hoy. A sus diez años, Ian encuentra todo increíblemente interesante, incluyendo mi capacidad para dramatizar cada situación.
-Sí, hordas, Ian -le explico, y él asiente como si acabara de revelarle un gran secreto y vuelve a su juego en el teléfono.Lo cierto es que la idea de entrar a la universidad tampoco me emociona. Claro, se supone que debería estar contenta. Educación superior, nuevas experiencias, bla, bla, bla. Pero todo lo que siento es un agujero en el estómago y una creciente necesidad de huir al campo, donde al menos los animales no te miran raro si decides sentarte en el suelo a comer helado.
-Al menos dale una oportunidad -dice papá, lanzándome una de esas miradas por el espejo retrovisor que intentan ser tranquilizadoras, pero que más bien parecen decir "te estás comportando como una niña malcriada".
Suspiro. Muy profundo. El tipo de suspiro que uso cuando intento hacerles sentir culpables, aunque nunca funciona.
-Está bien, le daré una oportunidad. Quizá descubra que en realidad me encanta la contaminación del aire y el ruido constante que me recuerda que nunca estaré sola ni por un segundo.
-Eso es el espíritu -responde papá, ignorando mi sarcasmo, como siempre.
Finalmente, el auto se detiene frente a lo que será mi nuevo hogar, y no puedo evitar que una ola de desánimo me golpee. Ahí está, el enorme y desalentador edificio de apartamentos que ahora será mi prisión... digo, mi hogar.
Me bajo del auto y, como si fuera una señal del universo, una paloma decide darme la bienvenida dejando un regalito justo a mi lado. Maravilloso.
-Anya, cariño, mira el lado positivo -dice mamá, que por algún motivo siempre encuentra algo positivo en todo-, al menos no te cayó encima.
-Sí, claro -respondo, limpiando un poco de polvo imaginario de mi camisa-, eso hace que todo valga la pena.
-¡Paloma uno, Anya cero! -grita John desde la ventana del auto, y sé que no me dejará olvidar esto en los próximos meses.
-Deja en paz a tu hermana -le reprende papá, pero puedo ver que él también está luchando por no reírse.
Ian, por su parte, se baja del auto con una sonrisa que no le cabe en la cara, emocionado por lo que ahora es nuestro nuevo hogar. Ojalá pudiera compartir su entusiasmo.
Solo me queda esperar hasta ver hasta dónde llegará este circo.
😇Que les pareció el primer capítulo?
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ERES MÍA BRUJITA
WerewolfSiglo XXI Una bruja en la ciudad Un alfa que todos vamos a odiar, menos ella. Son cómo agua y aceite Anya, una joven bruja de 18 años que tiene una lista de cualidades negativas y una de ellas es que no le gusta que la controlen. Lucian es el alfa...