44

3K 173 33
                                        

LYDIA

No puedo contar ni la de veces que me presenté delante de mi madre, mordiéndome las uñas y con un retortijón en la tripa.

Iba a hacerlo.

Me tumbaba junto a ella en el sofá cuando estaba viendo una película, o me tiraba en su cama mientras ella se terminada de arreglar para ir a trabajar, o me sentaba en uno de los taburetes de la cocina mientras preparaba la comida.

Iba a hacerlo.

—Mamá— la llamé, cada vez.

—Dime, Lydi...— me respondió siempre.

—Eh...

Iba a hacerlo.

—Nada, no importa— y todas y cada una de esas veces, me levantaba y me marchaba por donde había venido.

Iba a hacerlo.

Iba.

Supongo que cuando una nace cobarde, muere cobarde.

Me planté a la semana siguiente de haber tenido aquella conversación con Travis y nada había cambiado, o sí lo había hecho pero todavía no me había dado cuenta.

Seguí yendo a la universidad, seguí acompañando a Anna de compras, quedando con Monique y Grace, seguí estudiando y haciendo de tripas corazón cada vez que me plantaban un plato de comida delante. Eso sí, no había vuelto a vomitar.

Yo intentaba achacarlo a que era por la promesa que le había hecho, quería que fuera por eso, de verdad que lo quería, pero en el fondo sabía que no lo era. Había aceptado el trato a sabiendas de que no lo cumpliría, supongo que ya no solo era una enferma, ahora era una enferma mentirosa, aunque tal vez siempre lo había sido.

No había vomitado por una sencilla razón, no había comido lo suficiente como para tener que purgarme. Pero ese era mi problema, que no solo tenía uno, tenía muchos, así que siempre había una escapatoria.

Si lo que quería era no vomitar, bastaba entonces con dejar de comer. Así que eso hice, me limité a ingerir lo justo y necesario, lo que sabía que era suficiente de soportar, nada más.

Mientras tanto evitaba hablar con Travis a toda costa, cada vez que me llamaba le decía que estaba cansada, o estudiando, o simplemente le ignoraba. Tal vez estaba siendo demasiado dura con él, así que ahí iba otra característica más que anotar a mi lista de defectos; mala novia.

Pero entonces ese jueves recibí un menaje suyo. Al principio parecía uno como los demás, bonito, esperanzador, de ánimo y comprensión... Pero cuando llegué al final casi se me paraliza el corazón.

De: Travis.
Para: Lydia.
'Recuerda, pasado mañana es la cena con mi madre y mis hermanas'.

Mierda. La cena.

Se me había olvidado. Le había dicho que le acompañaría a esa estúpida cena.

Mierda.

Me puse en pie en medio de mi habitación, ya era casi de noche, las farolas estaban encendidas y fuera hacía un frío de mil demonios, pero me dio igual, necesitaba aire.

Me senté en el banco de mi ventana y la abrí para poder respirar, pero pasados dos minutos seguía sin ser suficiente. Había dejado de sentir mis piernas, mis pulmones se había detenido y mi garganta cerrado por completo.

Quería hablar pero no podía vocalizar ni un solo sonido que no fuera un quejido ahogado.

No podía respirar.

Y si llueve, petricorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora