8. Encuentros y música

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Había olvidado mi camisa en el casillero del gimnasio por lo que tengo que salir corriendo de la última clase hacia allá, mientras todos se mueven hacia el auditorio donde se llevará a cabo el espectáculo

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Había olvidado mi camisa en el casillero del gimnasio por lo que tengo que salir corriendo de la última clase hacia allá, mientras todos se mueven hacia el auditorio donde se llevará a cabo el espectáculo.

—¿A dónde vas? —grita Tay en el pasillo.

—Dejé mi camisa en el club. —Todo por culpa de la dichosa competencia contigo, pensé— Enseguida regreso.

Me apresuro en llegar al gimnasio, corro a toda prisa, incluso tropezando con los alumnos que se me atraviesan en el camino. Me gano algunos insultos, pero en este momento nada es más importante que llegar al casillero, tomar mi camisa y regresar al auditorio.

Llego al gimnasio justo en el momento que todo un grupo de chicos sale por la puerta. Su clase había acabado al parecer. Los ignoro y voy directo a los cambiadores, donde pongo mi clave y abro mi casillero.

—Estupendo —murmuro al ver la camisa blanca pulcramente doblada. Temía encontrarla hecha un desastre.

—Hola —oigo una voz detrás de mí que no reconozco.

Miro por encima de mi hombro para encontrarme con un chico. Y no cualquier chico. Era con quien me había besado en la fiesta. Mierda. MIERDA. Ni siquiera sabía que este tipo venía a la misma secundaria que yo. Jamás lo había visto.

—Hola —digo como si nada y cierro mi casillero— ¿Puedo ayudarte en algo? Me proponía irme al dar vuelta, sin embargo, el visitante inesperado tiene otros planes porque me estampa contra los casilleros con su propio cuerpo, sujeta mi cabeza entre ambas manos y me besa demasiado fuerte. Demasiado intenso. Demasiado pasional... —Jadeo... y juro por Dios que fue involuntario. Lo juro—. Empujo apartándolo y le doy una mirada asesina—. Maldición. —Cualquiera podría entrado por la puerta—. ¿¡Que mierda crees que haces!? —mascullo enfurecido.

—No me digas que eres de los idiotas que va a fingir que lo de la fiesta no sucedió.

—No sucedió nada en la fiesta —afirmo—. Aléjate de mí.

Frunce el ceño, molesto.

—No intentes engañarte, ambos sabemos bien que te quedaste con ganas de más. No tengo idea porque saliste corriendo —comenta.

—Creí que eras una chica —miento.

El chico se ríe a carcajadas y quiero golpearlo.

—Sabías exactamente qué era lo que tocabas dentro de mis pantalones —dice entre risas.

Y de pronto siento asco de mí mismo, por no haber podido controlar mis instintos.

"Cualquiera podría escucharlo. Déjalo. Vete", Pienso desesperado.

—No sé de qué hablas. Pero tengo novia, así que déjame en paz —le suelto.

—¿Qué? —exclama sorprendido—. Así que tienes novia y no solo la engañabas, sino que la estabas engañando con un chico.

Gigil - HP2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora