1. ¡Pelea, pelea!

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P.O.V Daniel

Me crié en Estados Unidos hasta los cinco años, y luego mis padres me llevaron a Alemania, donde me costó un año aprender el idioma. Era muy sociable y se me hizo bastante fácil. Hasta que llegó el 1941, yo tenía 23 años, e iba de aquí para allá. Hitler gobernaba, y yo era católico, así que no tendría muchos problemas.

Miré hacia ambos lados y encendí un cigarrillo entrando al pub de siempre, sonreí ladino saludando al camarero.

-¡Bernard! -Dije alzando ambas manos, con el cigarrillo aún en la boca. Había un grupo de mandos de las SS a un lado, bebiendo y mirándome de reojo. Uno de ojos azules clavó la mirada en mi. Me tensé, ya que tenía pinta de ser un alto cargo. -Lo de siempre. -Murmuré.

Me puso una jarra de cerveza bien servidita y me senté en la barra, comenzando a beber, mientras que otro grupo de SS ya borrachos entraban y se unian a los otros. Comenzaron a beber y a gritar, en seguida se animó el ambiente. Cada vez había más gente. Yo seguí bebiendo, y después de un rato de ver que el de los ojos azules no dejaba de mirarme comencé a pensar en marcharme. Justamente llegó una rubia hacía mi con un billete en la mano. Bien, ahora he de deciros cual era mi trabajo, era un prostituto, y no es broma. Tanto como para hombres y mujeres ofrecía mis servicios, pero la homosexualidad estaba prohibida, así que para ello me iba a callejones.
Sonreí y pagué la cuenta a Bernard mientras caminaba tras la chica. Los alemanes, al verla se giraron y la piropearon, todos menos el ojiazul. No dije nada, lo ignoré mientras que desaparecíamos del pub.

-Caroline, ¿tu marido no está? -Pregunté echando la vista de arriba a bajo a aquella rubia escultural que tenía delante.

-No, está en el frente. Ya sabes, con el Führer. -Asentí y ella me cogió del cuello de la camisa. Me pegó a su cuerpo y besó mi cuello. Y estaba tan desesperada que nos habíamos metido al callejón de al lado del pub, escuchando toda la juerga. La voz se alzó más de lo normal en aquellos días y varios hombres salieron. No eran militares, pero empezaron a discutir abiertamente. Me giré mirando a Caroline, a ella, ver aquello le bajó el calentón.

-Espera, preciosa. -Murmuré separándome. Tenía la camiseta medianamente desabrochada, con una chaqueta de cuero marrón y unos vaqueros. Unas botas negras recubrían mis pies. -¡Eh! -Les grité a los dos tipos. Eché una mirada a Caroline, pero ya no estaba. Mierda, había perdido una cliente, bueno al menos me había dado el dinero. -¡Eh! -Volví a gritar. -Habéis espantado a una chica. -Gruñí.

-¿¡Tienes algún problema con eso!? -Gritó uno que tenía toda la cara roja, y el aliento le apestaba a alcohol. No contesté, y en su fea cara, llena de la barba y pegajosa por el sudor, se hizo una sonrisa. Le faltaba algún que otro diente y varios los tenía negros. -Lo que esperaba, el putito es una perra.

Alcé la mirada de golpe ante esas palabras. Sabía que mi trabajo no era el más honrado del mundo, pero con lo poco que había llegado estudiando, me parecía bastante bueno.

-¿No respondes, preciosa? -Me dijo el otro hombre que ahora estaba del lado del feo.

-Soy un hombre. -Siseé apretando los puños.

-Oh sí, ya lo veo. Hasta cuando te dan por culo, ¿eh? -Gritaron, sabiendo que había una gran patrulla de militares allí.

No se me ocurrió mejor reacción que liarme a puñetazos con aquellos dos, primero al de los dientes negros y luego al otro. Uno me cogió del cuello de la camisa y el otro me dio un puñetazo en la mejilla, abriéndome una herida. Grité y conseguí dar un gancho de izquierda en la barbilla de uno, pero el otro me embistió contra la puerta del local y entramos, en seguida los militares se giraron mirándonos. Me puse de pie, con los ojos rojos de ira ante aquellos capullos.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2017 ⏰

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