-Escondidas-

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Se sentía como en una especie de película de espionaje. Y a decir verdad no había podido dormir en toda la noche, pensando en cómo haría para salir de allí sin hacer ningún ruido. Además de que no había podido dejar de pensar en Heeseung y en que la había citado en las caballerizas. ¿Hablarían bien allí? ¿Él le diría todo lo que pensaba de ella? Su corazón se aceleró al pensar que estaría a solas con él.

Logró salir de la casa sin hacer ningún escándalo. Soltó un suspiro y miró encantada a su alrededor. El sol comenzaba a asomarse, bañando a aquel campo de luz. Los suaves sonidos de las aves llegaron a sus oídos. Aquello si que era paz. Respiró profundamente y comenzó a caminar hacia el establo. No se sentía demasiado segura de si era correcto. Pero de ninguna manera podía evitarlo. Tenía ganas de verlo, de saber por qué la había citado allí.
Comenzó a caminar hacia el lugar indicado. Se sentía como una boba niña de 15 años, estaba emocionada. Al parecer aun no había ningún trabajador por allí, ya que todo estaba completamente desierto.

Llegó y entró con cuidado. Aquel familiar olor volvió a invadirla. Miró a su alrededor buscando a Heeseung y él no estaba allí. Miró la hora en su reloj y marcaban las 7 en punto. Frunció el ceño. El sonido de un caballo le hizo levantar la mirada. Se congeló. No podía ser cierto… aquel, ese… ese era su caballo blanco. Sin poder evitarlo comenzó a caminar hacia él. El caballo se giró a mirarla y retrocedió unos pasos, mientras hacía un sonido con la boca. Se acercó un poco más pero se detuvo. Tenía miedo, el mismo miedo que había tenido la primera vez que lo había visto.

—No le tenga miedo —dijo él.
Ross giró rápidamente para encontrarlo parado en la puerta del establo, semiapoyado contra el marco.
— ¿Es él? —le preguntó con un poco de timidez. Heeseung sonrió de costado e ingresó del todo. El pulso de Ross se aceleró.
— Si, es White.

Ella volvió a mirar al animal. Su corcel blanco estaba realmente hermoso. Sonrió levemente. Heeseung había cumplido su promesa de cuidarlo. En cambio ella… ella no había hecho nada. Se sintió una basura, y no era exagerado. El caballo resopló y Ross le prestó atención de nuevo. Quería tocarlo, pero no sabía cómo iba a reaccionar ante una desconocida.

—No le tenga miedo —volvió a decirle —Él no le hará daño…
Ross volvió a mirar a Heeseung y ahora estaba un poco más cerca. Sintió una presión en el pecho.
—Es que… no me conoce, no tiene ni idea de quién soy —dijo ella.

Heeseung suspiró y caminó hasta estar a su lado. Ross fue muy consciente de sus diferencias. Mientras él era todo músculo y fibra, ella era toda delicadeza y ropa cara. Heeseung se veía sexy como el infierno con aquel sombrero de vaquero. Pero la ponía nerviosa. La ponía nerviosa no poder ver bien sus ojos, no saber si él la estaba mirando, o como la miraba. Quería quitarle ese sombrero de un manotazo. Tragó saliva.

—White —lo llamó él al caballo.
Al instante el animal lo miró e hizo un relinche. Ross lo miró asombrada, era increíble que le respondiera de esa manera.
—Es increíble —musitó.
— ¿Sabes quién es ella? —preguntó él. White meneó la cabeza y volvió a contestar. Ross estaba perpleja —Ella es la señorita Rosy —el caballo relinchó un poco y golpeó el piso con una de sus patas —Puede tocarlo, señorita, él sabe quién es usted.

Ella se armó de valor. Ya no era una niña, no podía temerla a un lindo animal como ese. Pero su valor se fue en un abrir y cerrar de ojos. No podía hacerlo, de verdad tenía miedo.
Heeseung se quitó el sombrero, soltó un suspiro y sin darle aviso se acercó a ella por detrás y tomó su mano. Ella se quedó completamente quieta sintiendo su cercanía. Su mano era el doble más grande que la suya. Fuerte, áspera, caliente. Con cuidado la hizo caminar hacia delante, aun sosteniendo su mano. La levantó un poco cuando el caballo se acercó a ellos. Ross retrocedió unos pasos soltando un suspiro de sorpresa. Pero se encontró con el pecho de Heeseung. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
White se acercó otro poco a ellos, hasta que la mano de Ross se apoyó sobre su hocico. La mano de Heeseung seguía sobre la de ella, e hizo el movimiento descendente para que ella acariciara a White. Se quedaron en silencio.
El corazón de Heeseung latía rápido. Él no sabía bien por qué estaba haciendo aquello. No debería estar tan cerca de ella. Su perfume lo rodeó. La tenía tan cerca, era como un sueño.
Ella se mordió los labios. La situación era la misma que hace diez años atrás. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Besarlo? Sacudió la cabeza.

— ¿Lo ve? - inquirió él cerca de su oído —Él no va a hacerle daño.

Ross se estremeció, su voz era tan masculina. Giró un poco la cabeza para encontrarse con sus ojos a escasos centímetros.

Él podía besarla si se inclinaba un poco, y la idea lo emocionó de una tonta manera. Ya no era un niño, no iba a besarla como tal. Pero, por dios, era como una extraña para él ahora. Aunque en su mirada profunda podía ver que ella seguía siendo la misma de siempre. Se había ido una niña y ahora veía una mujer. Una hermosa mujer. Se alejó de ella rápidamente. Eso era extraño, él no podía comportarse de esa manera.

Ross se quedó quieta en su lugar, acariciando a White por sí sola. No sabía que decir, ni que hacer. Todo era tan raro. Acomodó su garganta.

— White está realmente hermoso, Heeseung —le dijo para romper el hielo.
Él se rascó la nuca y no la miró.
—Es el mejor caballo de la estancia.

Ross le sonrió al caballo y lo palmeó un poco. White se le acercó más hasta tocar su rostro con su hocico. Ross rió por lo bajo. Heeseung la miró, y su corazón palpitó. Se veía tan hermosa allí parada, casi abrazando a White. Al parecer el caballo no lo había olvidado. Él no se mostraba tan cariñoso con las personas.

—Heeseung —lo llamó ella sin mirarlo.
— ¿Si? —le preguntó. Ross tenía los ojos cerrados y ahora abrazaba a White. Era como si estuviera recordando algo.
— ¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos a las escondidas? —inquirió y abrazó un poco más fuerte a su caballo. Se sentía bien así —Tú te escondías en algún lugar de la caballeriza y yo tenía que buscarte. Y cuando te encontraba…

Abrió los ojos y él no estaba allí. Frunció el ceño extrañada. ¿Podía ser posible que él se fuera dejándola sola? Pero entonces escuchó el sonido de algo que se caía. Sonrió al recordar que esa era la señal para salir en su busca. Él estaba escondido en algún lugar.
Comenzó a caminar, pero el sonido de paja bajo sus pies era muy delator. Se quitó los zapatos y los tiró a un costado.
— ¿Dónde podrá estar? —preguntó con cierto tono de burla.
Heeseung sonrió mientras estaba escondido detrás de uno de los caballos. No podía creer que ella recordara algo como aquello. Al parecer lo tenía presente. ¿Tendría presente también aquel beso que compartieron en aquel lugar? Tal vez no…

Un sonido proveniente de unas de los cuadros de paja alertó a Ross, él estaba cerca. Ella se acercó en silencio y se asomó de repente pensando que él estaba allí. Pero no, no estaba. Miró hacia su derecha y sonrió con malicia. Ya sabía en donde estaba.
Heeseung no escuchó ni un sonido más. Aquello era extraño. Asomó la cabeza con cuidado y Ross no estaba por ningún lado. ¿Se habría ido?
— ¡Te encontré! —exclamó de repente haciendo que él cayera hacia atrás.
La chica estalló en risas.
—Esto no debería ser así —se quejó él divertido mientras se incorporaba.
Ross no podía dejar de reír, estaba tentada. Trato de calmarse, pero cada vez que lo hacía volvía a estallar en carcajadas.
Heeseung arqueó una ceja cuando ella se calmó del todo. Era su turno de vengarse.
—Oh, no —musitó ella.
Sin pensarlo dos veces comenzó a correr, ya que lo que venía después de haberlo encontrado eran las malditas cosquillas.
Heeseung fue mucho más rápido de lo que ella había esperado y en un abrí y cerrar de ojos ya la había atrapado. Cayeron juntos al suelo. A Ross le dolía el estomago, la garganta y hasta el pelo de tanto reír. Él era malvado, si que lo era. Pero de alguna manera lo logró y giró sobre la paja, quedando sobre él. Ella también podía vengarse. Recordaba que Heeseung no era muy cosquilludo como ella, pero si que tenía un punto débil. Y ese, era el cuello. Heeseung intentó esquivar sus manos pero no pudo. Le dolía el abdomen de tantas risas. Volvió a girar para vengarse. Y otra vez, y otra vez…
—Ya… ya no… puedo más, Heeseung —dijo ella sin dejar de reír.
Él detuvo sus manos y ambos comenzaron a calmar sus risas. Aquello había sido tan divertido. Pero todo rastro de diversión se fue cuando fueron consientes de cómo habían quedado.
Ella lo miró fijo a los ojos. Él había quedado sobre su cuerpo. El peso masculino era simplemente agradable, y no la aplastaba.
Heeseung la observó detenidamente, ¿Por qué iba a ser tan linda? Y de repente su mirada bajó hasta sus labios. Estaban semiabiertos y…

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Continuara.....

Wild Horses - Lee Heeseung ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora