03. Esposa o víctima
Lía Messina
Me quedé completamente quieta, sin ser capaz de moverme o hablar. Adonis alzó una ceja.
—¿Has cambiado de opinión?
—No, no —respondí con rapidez. Tal vez, demasiada rapidez—. Eso solo que... Bueno, no tengo nada.
—¿Pijama? ¿Te refieres a la ropa? —completó. Asentí.
Vi un fantasma de sonrisa burlona pasar por su rostro pero lo ocultó bien. Aún así, lo noté. No podías mentirle a una mentirosa.
Mi cuerpo comenzó a temblar de nuevo cuando él se desabrochó la camisa. Lo notó, por supuesto, pero no dijo nada (aunque su rostro se oscureció con enfado). Estiró la camisa, dejándola frente a mis ojos.
—Toma, póntela.
Murmuré un agradecimiento bajo, antes de casi entrar corriendo al baño. No tuve tiempo de mirar lo ostentoso que era porque sentía que si me quedaba mucho tiempo de pie iba a desmayarme del estrés.
Me quité el molesto vestido blanco, que representaba mi pureza, y me coloqué la camisa. Esa era la primera vez que agradecí nuestras diferentes alturas, porque la tela llegaba casi hasta mis rodillas.
Aunque al ser una tela fina, la ropa interior color rosa se notaba. Tragué saliva, viendo perfectamente el conjunto de encaje que mamá había escogido.
Salí del baño, a tientas, y casi tropecé al verlo solo con unos bóxers negros. Adonis Messina tenía cara de ángel, pero cuerpo de diablo. Su cuerpo era fuerte, muy fuerte, y corpulento. Tenía varias, quizá demasiadas, cicatrices esparcidas por él: heridas de bala pero, sobre todo, de cuchillo.
Su reputación sobre ser el mejor en una pelea a cuchillos no debe venir sola, claro.
Tumbarme en la cama sonaba mal, pero no podía quedarme toda la noche de pie, así que caminé lo más lejos de él y me recosté muy al borde. Me tapé con las mantas, hasta la barbilla, y cerré los ojos fingiendo quedarme dormida.
Sentí la cama moverse antes de que la luz se apagara. Mi garganta comenzó a cerrarse poco a poco y, antes de que pudiera evitarlo, una lágrima rodó por mis ojos.
No solo era el terror que ese hombre me provocaba, sino que toda mi vida se había acabado. Ahora era Lía Messina, esposa del Antonegra. Se acabó lo de trabajar, que ni siquiera pensara en estudiar, y debería pedirle permiso incluso para ver a mi familia. Así funcionaban los matrimonios concertados. Él iría a matar o follar y yo debía quedarme en casa, manteniendo caliente su cama. A eso se reduciría mi vida.
Un sollozo escapó de mi boca y me congelé cuando lo noté moverse y encender la luz de la lámparita que había en la mesa de noche.
—¿Piensas llorar todo el tiempo? —cuestionó.
Una parte de mí, la parte sarcástica, quiso asentir con la cabeza pero me guardé eso y me mantuve inmóvil.
—Mírame —exigió. No queriendo enfadarlo, me giré sobre mi espalda para poder mirarlo—. Deja de llorar, quiero que jodidamente dejes de tenerme miedo. Eres mi esposa, no mi víctima.
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Paura (Mafia Italiana #2)
RomanceAdonis Messina. Antonegra de la Ndrangheta y un completo sádico al que todo el mundo teme. Las advertencias sobre él me han llegado desde que era pequeña: «aléjate de él», «te destripará como si fueses un cerdo», «tendrás pesadillas si siquiera l...