Capítulo 29

2.5K 107 4
                                    

No puedo creer lo que ven mis ojos, este hijo de su chingada madre se ha vuelto loco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


No puedo creer lo que ven mis ojos, este hijo de su chingada madre se ha vuelto loco. Valentina se desploma sobre mis brazos y no hago más gritar pidiendo ayuda.

A toda Velocidad llega el Puma y varios de sus hombres para ayudarme con Valentina. Por primera vez, me alegro de ver a estos idiotas. Dejo que me asistan con ella y la sacan en brazos del jardín.

—La llevaremos a su habitación, señorita —me dice uno de ellos y solo asiento.

Escucho decir al puma que llamen al doctor mientras los veo ingresar a casa.

¡Pobre Valentina, me da tanta pena ver lo que le está pasando!

Patrick se ha vuelto completamente loco, va a terminar por matar a Valentina con este disgusto. No puedo entender como ha sido capaz de hacer una cosa tan espantosa como esa.

Miro una vez más el cadáver de Paolo ardiendo en llamas y suspiro de cansancio. Estoy cansada de esto, cansada de estar aquí, cansada de toda esta mierda. Siento el peso de una mirada recaer sobre mí y aunque no lo veo sé de quién se trata. Giro despacio para encontrarme de frente con esos ojos que ahora más que nunca desbordan maldad y debo admitir que dan miedo, mucho miedo. Veo sus intenciones de acercase a mí y alzo mi mano para indicarle que se detenga, lo menos que quiero es tenerlo cerca. Me reta con la mirada y comienza a acercarse

¡Lo que me faltaba!

Sin ánimo de sentir su presencia, doy media vuelta, un par de pasos y antes de pisar la entrada de casa siento su mano presionar mi brazo. La adrenalina comienza a crecer en mi interior, mi respiración se acelera, no tolero su tacto.

—Suéltame ahora mismo, Damasco —digo entre dientes. Me suelto de su agarre y continuo mi camino sin mirar atrás.

Pero como era de esperarse, él no se da por vencido. Jamás lo hace, jamás lo hará.

Mis pies no han terminado de posicionarse en la baldosa de la sala de estar, cuando ya tengo a Damasco nuevamente detrás de mí.

—No tenía otra puta opción, Esmeralda. —Lo oigo resoplar. Está frustrado, es evidente.

Para Patrick todo es blanco o negro, no hay matices...

—Siempre hay una maldita opción, lo que sucede es que tú no piensa antes de actuar. Bueno, si piensas, pero únicamente en ti porque eres un maldito egoísta.

No quiero continuar con esto, no deseo oírle. Lo que más quisiera es desaparecerme de aquí. Comienzo a caminar nuevamente para buscar a Valentina porque perder mi tiempo con Patrick no es algo que me apetezca hacer en este instante.

—En mí, ¿eso es lo que crees? Ya quisiera pensar solo en mí, quisiera poder darme ese lujo, pero no puedo —grita a mis espaldas—. Todo recae sobre mí y también tengo que cargar con ustedes y su maldita debilidad —finaliza, y tras su última palabra también se escucha y fuerte ruido.

Riesgosa SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora