Garras en el Liceo

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—...entre otras noticias nuevamente se encontró otro cuerpo durante la noche —el rostro inexpresivo del conductor módulo las palabras y les dio más profundidad para destacar más la nota—. La policía encontró los restos en un callejón de Franklin al ser avisados por un hombre en situación de calle. Han encontrado casi todas las partes del cuerpo. En otras noticias...

El muchacho bebió otro sorbo de café y apagó el televisor. Se levantó y abrió el contenedor que contenía las armas. Dos pistolas automáticas, cargadores, un revólver especial muy antiguo, seis balas y un puñal de plata quedaron al descubierto.

Hacía ya unos tres meses que Martin había llegado al liceo, su bajo perfil y su conocimiento de la presa fueron la causa de ser elegido para esa misión. Muchas generaciones en su familia de cazadores lo alababan, aunque el todavía no estaba seguro de querer seguir ese camino.

Cuando llegó al curso no le llamo a nadie la atención. En realidad, no sé asemejaba en nada al perfil de cazador de monstruos que toda la gente se imaginaba como el Val Hellsing de las películas. Era flaco, bajo, de grandes lentes y su uniforme parecía ser usado de dos tallas más grande por lo menos.

Hace ya un buen tiempo que habían aparecido cuerpos descuartizados por toda la capital y pesar de los esfuerzos de la policía no habían obtenido ninguna pista del asesino, por lo que se había pedido a la gente no salir de noche. Fue alguien de los pesos pesados del gobierno, de esos poderes invisibles que mueven los hilos desde las sombras, que hizo la llamada a la organización y esta se hizo cargo del problema enviando primero a un investigador a examinar los pedazos de los cadáveres para verificar si era necesario intervenir.

La respuesta fue positiva y confirmó que se trataba de un licántropo, pero el investigador fue más allá y pudo sondear a la bestia logrando detectar que podría ser estudiante de un colegio, sin embargo, no hubo más información ya que desapareció a los días.

Martin en realidad no quería estar allí, se sentía muy cómodo haciendo exámenes libres en su casa en Chiloé, pero la presión de sus padres lo obligaron a iniciar su primera misión. La organización llevaba siglos funcionando desde esas tierras luchando desde las sombras a todo tipo de criaturas que se pensaban producto de la imaginación de los seres humanos.

El muchacho observaba a sus compañeros que lo contemplaban como un bicho raro y se sentía harto de ver a esa fauna escolar que disfrutaba de cosas banales y sin sentido. Estaba en segundo medio y solo tenía un amigo, el René, un chico rata, obsesionado por los juegos en línea.

—Oye compadrito-le decía el compañero —. ¿cuándo nos juntamos a jugar una partidita?

—No lo sé Rene —le respondió Martin mirando por la ventana-, en realidad no tengo muchas ganas de seguir aquí, pensaba escribirles a mis padres para volver a mí casa.

—De veras que me contaste que tus viejos están de viaje y te mandaron a la casa de una tía.

La verdad es que a Martín tampoco le agradaba el chico, era un degenerado encubierto, siempre mirándole el trasero o los pechos a sus compañeras y le contaba anécdotas asquerosas, sin embargo, solo él se le había acercado. Todos los demás ya tenían sus amistades formadas y no les interesaba hablar con un nerd.

Ya había pasado un tiempo suficiente y no tenía ninguna pista de algo irregular en aquel lugar, lo que significaba que en unos días podría llamar a sus padres para poder volver a su rutina de estudios particulares en el sur. Solo había una cosa que lo retenía.

Un bullicio se escuchó en la entrada de la sala. René y Martín miraron el origen de las risotadas encontrándose con el grupo de Alexandra. Para el chico algo de ella lo ponía fuera de lugar, su cuerpo era como de una diosa griega y sus ojos almendrados lo confundían. La miró hipnotizado ignorando los comentarios pornográficos de René sobre la chica ,mientras ingresaba a la sala con cinco compañeras.

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